Carta a Miguel Carcaño..
Depravado Miguel, mi mayor deseo es que llegues a leer esta carta que publico en mi Cuaderno, por lo tanto, si alguno de mis lectores quiere publicarla en otra páginas de Internet o hacer uso de ella con el objeto de hacer que llegue a ti de alguna manera, tiene todo mi permiso, bendiciones y agradecimiento.
Como ya suponía antes de tu testimonio en el Juicio, no has declarado nada nuevo ni aclarado lo que sucedió en realidad. No has querido decir la verdad, te mantienes en la ocultación de los hechos, persistes en las mentiras y la falsas versiones y solo admites lo escasísimo que está comprobado por la absurda investigación policial con la que has tenido la suerte de encontrarte.
Asesorado por tu abogado admites que le diste a Marta un golpe con un cenicero tras una discusión y que creías que estaba muerta. Que te asustaste y avisaste a tus dos cómplices El Cuco y Samuel o Samuel y El Cuco -tanto monta, monta tanto- y que ellos fueron los que se deshicieron del cuerpo de la pobre chiquilla, y que tu no sabes donde esta ni te importa…
Y tu (y tu abogado) pretendes que el Jurado y todos nosotros nos creamos eso, para que te apliquen la menor pena que dicte la Ley y puedas salir a la calle en el menor tiempo posible.
¿Sabes lo que te digo? Que es posible que eso ocurra, porque con las Leyes que tenemos en la muy progresista España no me sorprendería nada de nada, pero te voy a explicar como funcionan las cosas fuera del amparo las Leyes Judiciales.
Tu eres un asesino depravado. Has asesinado a una joven menor de edad inocente, que confiaba en ti, que estaba “enamorada” de ti, que no tenía intención de hacerte daño ni mal alguno, que solo querría salir contigo y vivir la vida de una joven normal y corriente de su edad, con hermanos, padre, madre, abuelos, amigos y amigas, que la querían con locura porque era una buena hija y nieta, buena hermana, amiga de sus amigos, una chica de diecisiete años enamorada y confiada… como hay muchísimas en todo el mundo.
La única diferencia es que Marta se encontró en su camino con un animal depravado y sin sentimientos, un asesino sin remordimientos como tu, Miguel Carcaño.
Tu eres una alimaña que no dudaste en golpearla en la cabeza con un cenicero, seguramente por una discusión absurda. Probablemente la violaste antes o después de matarla. No sentiste el más mínimo atisbo de arrepentimiento y te pediste ayuda a otras alimañas de tu misma estirpe, tus cómplices principales Samuel y El Cuco y tus otros dos cómplices necesarios, tu hermanastro Javier y su novia María.
Tu eres una alimaña que no dudaste en golpearla en la cabeza con un cenicero, seguramente por una discusión absurda. Probablemente la violaste antes o después de matarla. No sentiste el más mínimo atisbo de arrepentimiento y te pediste ayuda a otras alimañas de tu misma estirpe, tus cómplices principales Samuel y El Cuco y tus otros dos cómplices necesarios, tu hermanastro Javier y su novia María.
Lo que sucedió esa triste noche solo vosotros cinco lo sabéis, Todos vosotros sabéis donde ocultasteis e hicisteis desaparecer el cadáver de Marta, pero nunca lo vais a decir porque todos y cada uno de vosotros sois unas hienas depravadas, unos animales salvajes que no os merecéis vivir en libertad entre personas normales.
Os merecéis que os tratemos como alimañas dañinas y peligrosas, como tratamos a las bestias irracionales que ponen en peligro nuestras vidas aun sin provocación, como yo puedo tratar a una avispa traicionera cuando estoy tomando el sol, a una cucaracha que quiere zamparse los restos de mi cena, a una mosca cojonera verde y asquerosa que se introduce en mi cocina, una araña peluda que intenta convivir en el cuarto de dormir de mis hijos…
Yo te deseo Miguel Carcaño que la Justicia te condene a muchos y largos años de cárcel. Pero que no tenga piedad de ti y te mande a una celda de aislamiento, ni a módulos de esos “antisuicidios” en los que estés aislado, protegido y vigilado por otros internos de esos pacíficos que les queda poco para salir en libertad.
Me gustaría saber que vas a cumplir tu condena en una prisión normal, en el área lógica donde están los presos comunes junto a los asesinos y los violadores, sin ningún tipo de protección “estatal”. Que estés rodeado todo el día de otras alimañas como tu, pero que tiene un mínimo sentido de moral y respeto por la vida de las menores inocentes, y que aplican sus propias normas y “leyes” dentro del recinto penitenciario para con los violadores y asesinos de niñas.
Estos que te digo, “colegas” acompañantes con los que debes convivir no son agentes judiciales ni policías de la señorita Pepis. No. A estos si tienes que tenerles miedo.
Y eso es lo que te deseo, te deseamos, con toda la fuerza de mi rechazo hacia ti y tus cómplices: Miedo.
Quiero que vivas (que viváis) lo que te queda de vida con miedo, con mucho miedo. Que te encierren y te dejen solo en una cárcel donde no te amparen los privilegios Judiciales ni tus abogados de mierda. Si, tus abogados de mierda, he dicho.
Que vivas con el miedo de que cualquier día, a cualquier hora o en cualquier momento se cumpla la “ley carcelaria” que se le aplica a los asesinos de niños y violadores…
Deseo que no duermas tranquilo por la noche ni un solo día más de tu rastrera vida. Que tengas tanto miedo que no puedas pensar en otra cosa que en protegerte.
Que te cagues de miedo como una maricona todos los días. (Este insulto no tiene nada que ver con los homosexuales, perdón si creéis que os ofendo, nada mas lejos de mi ánimo, pero es lo que me sale de dentro)
Que vivas amargado el resto de tus días hasta que te arrepientas y digas de una puñetera vez la verdad y pidas perdón a los padres de Marta del Castillo.
Y si después de todo esto, espero que sean muchos años, no “te pudres” en la cárcel, confío que cuando cumplas esa pena de privación de libertad y salgas de nuevo a la calle te encuentres el mas absoluto y total rechazo social, que te sigamos considerando lo que eres, una apestosa y asquerosa alimaña despiadada que no merece ni debe vivir entre personas normales.
Te aseguro que si en mi mano estuviera, tu y tus despiadados y mentirosos cómplices no pisarías nunca más las calles que yo piso.
Espero además Miguel Carcaño que tengas una larga y jodida vida (seguramente cuando salgas de la cárcel ya te habrán jodido en el más real y físico sentido de la palabra) y que si alguna vez tomas conciencia del daño atroz que has hecho, te redimas como lo hacen los hombres: diciendo la Verdad y pidiendo Perdón.