“Pararse a pensar” es una muestra de madurez y de
sensatez. No solo por “pensar” en el sentido de prestar una mínima atención a
algo o a alguien, si no por “parase”, es decir, tomarse un cierto tiempo en
hacer ejercicio mental de análisis
mas o menos estructurado para enjuiciar brevemente unos hechos,
palabras, sonidos, olores, colores… con el objeto de extraer una conclusión. Y
luego se expone o no. Eso depende del valor de cada uno.
Hoy día no esta muy de moda eso de pararse a pensar.
Antes de que alguien haya terminado de contarnos o preguntarnos algo ya estamos
dando nuestra opinión o articulando una contestación. Me cuentan mis amigos los
profesores que la mayoría de los jóvenes tienen una gran dificultad en
comprender aquello que se les explica porque no saben prestar atención. Su
respuesta -podíamos decir que “fisiológica”- ante una lección que no comprenden
es de gran inquietud e inseguridad y lo demuestran interrumpiendo continuamente sin poner nada de su parte para solucionar el "conflicto" que se les presenta
por tener que “pararse a pensar” en aquello que están escuchando: guardar
silencio, tomar apuntes, interesarse, reflexionar, hacer preguntas llegado el
momento… aprender.
Pero como no está de moda "pararse a pensar", pues tampoco
esta de moda aprender. Porque para aprender hace falta prestar mucha atención a
lo que nos rodea, hace falta “pararse a pensar” en lo que hemos sentido, visto,
oído, tocado, gustado… hay que dejar que esas sensaciones nuevas o recientes
reposen en nuestro cerebro impregnando nuestras neuronas inmaculadas de
mediadores electroquímicos. Esas sensaciones que estarán ya ahí para siempre,
igual que una vieja bodega queda impregnada de sabores y olores ancestrales, un
trastero lleno de objetos antiguos atesora también el espíritu de sus dueños o una enorme biblioteca donde el
conocimiento de todos los lectores de sus libros se palpa en el aire allí
confinado. Serán recuerdos útiles para toda la vida. Información. Cultura.
Si no dejamos que el aprendizaje dé los pasos
adecuados en nuestro organismo hasta llegar al cerebro y asentarse
naturalmente, estaremos desperdiciando “recursos naturales”. Esto es
especialmente importante durante la infancia y la juventud cuando nuestras neuronas están más disponibles para guardar todo tipo de información, no solamente
en horarios de clase sino –sobre todo- en el aprendizaje por imitación y por
asimilación de lo que escuchan y ven las veinticuatro horas del día.
¿Y lo que yo observo, veo y escucho en mi entorno
que es?
Si me paro a pensar veo a muchos padres y madres que
se desentienden de la educación y formación de sus hijos aduciendo que “para
eso están los maestros y profesores”… padres que no han contado nunca a sus
hijos el cuento de “El gato con Botas” o “Los Siete Chivitos”, “Caperucita y el
Lobo” o cualquiera inventado, que no han cogido los lápices de colores para
pintar un barco o un coche o una muñeca, que no han ido de paseo con sus hijos,
ni una tarde al parque a jugar, ni han mirado los peces en el río ni los pájaros
en los árboles ni las cabritas del campo… Que solo se dirigen a sus hijos para
darles órdenes absurdas sin escucharlos y sin dejarlos hablar y luego quieren
que sean listísimos y que saquen muy buenas notas y que no interrumpan ni le
contesten a los profesores.
Si me paro a pensar veo como los jóvenes de ahora no
dialogan ni se cuentan sus vidas y secretos con palabras y frases hechas y
derechas. Ahora se escriben guasaps a toda velocidad y se comunican con
emoticones que simulan sensaciones y estados de ánimo que no sienten ni
padecen. Cuando están cuatro o cinco sentados a una mesa se comunican escribiendo por guasap con los teléfonos en vez de hablar entre ellos. No hay
diálogos. No saben expresarse hablando.
Si me paro a pensar veo en la tele a personajes y
“periodistas del corazón” que manipulan a las personas débiles como si fueran
muñecas o muñecos rotos, destrozando sus vidas y a sus familias, solo por el
precio de unas monedas y una “fama” mas falsa que los maquillajes que
embadurnas sus caras y sus conciencias. Dan un ejemplo terrible de incultura
con sus gritos, sus insultos, sus difamaciones, su cháchara enloquecida e
irrespetuosa, su verborrea vacía y despitorrante, su absurda prepotencia… Una
verdadera desgracia de programas, no solo para los incaut@s que se prestan a ellos sino
también para los curiosos que los miran (y admiran).
Si me paro a pensar escucho en algunos programas “de
debate” en la radio y televisión a tantos tontos de capirote encumbrados a “tertulianos” que engolando
voz y posturas adquieren ínfulas de personas importantes cuando tan solo son
desechos de tienta y cerrado de los partidos políticos, o periodistas sesgados por siglas, que los mandan a dar la
cara con embustes y mas embustes para engañar a los posibles votantes con
mentiras más gordas que las dos Hermanas Colombinas juntas. Da grima verlos
quitarse a grito pelado la palabra unos a otros a estos “salvadores de la patria”
de mojones. Bonito ejemplo están dando los sinvergüenzas estos.
Si me paro a pensar veo el ejemplo que nos dan cada
día los políticos en la tele, donde no existe ni una solo ejemplo de discurso
sincero y honesto, solo patrañas y mentiras con el único objeto de
desprestigiar al del partido político opositor, sin un ápice de dignidad en
ninguno de ellos, sin un vestigio de sensatez ni de honestidad en lo que
proponen y en lo que en realidad hacen. Veo una gran farsa organizada que no es
ejemplo de nada y para ninguno de los españoles. La política y los políticos
perturban la educación cívica de todos nosotros.
Si me paro a pensar me entran ganas de… lo que voy a
hacer ahora mismo…
Ustedes disculpen.