"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

viernes, 8 de marzo de 2024

Medicina Interna y Psicosomática

En la práctica de la Medicina Interna en el ámbito extrahospitalario como médico consultor, cual es mi actividad profesional desde hace unos años, tengo la oportunidad de ejercer conjuntamente esta preciosa especialidad tan imbricada con la Medicina Interna como es la Medicina Psicosomática. 

Esta última postula la práctica de la “medicina basada en el enfermo” ofreciendo una asistencia globalizada y multidisciplinaria que estudia factores no solo biológicos, sino también psíquicos, sociales y a veces profundamente personales, en orden al diagnóstico, la resolución de síntomas y la satisfacción del paciente.

 Para el ejercicio correcto de la Medicina Psicosomática, el médico debe tener una formación en aquellas áreas que influyan en el aspecto “biopsicosocial” del paciente, es decir, debe realizar un estudio científico previo y profundo para descartar patologías endocrinas, inmunológicas o autoinmunes, neurológicas, degenerativas, infecciosas o exclusivamente psiquiátricas. 

Muchas veces esto viene dado por hecho en las primeras consultas, puesto que los pacientes ya han pasado por diferentes especialistas y nos aportan informes, resumen de pruebas, análisis, diagnósticos probables y tratamientos prescritos. Casi siempre con resultados normales. Pero refieren que los síntomas perturbadores persisten y acuden desesperados buscando una solución a su enfermedad “no descubierta”. 

El cansancio exagerado y crónico, el dolor ya sea muscular o articular progresivo y amenazante, la falta de fuerzas para hacer vida normal, las cefaleas recalcitrantes, las neuropatías faciales y de las extremidades, las dispepsias digestivas, la falta de aire a esfuerzos domésticos, los mareos y vértigos, el desánimo, la desidia, la inapetencia sexual, el insomnio… son síntomas que se repiten en las primeras consultas y que el paciente sufre en su vivir diario, agravados por la sensación de “enfermedad incurable” y el pesimismo de una evolución negativa y desasosegante que produce angustia y ansiedad. Un futuro de nubes negras amenazando tormenta. 

Sigmun Freud en cierto modo fue un precursor de la Psicosomática cuando en sus estudios del psicoanálisis ya hablada de la represión de impulsos y afectos, del conflicto entre el “yo” consciente y el “ello” inconsciente como fuente original de síntomas físicos, lo que llamamos “somatizaciones”, que se viven y padecen como realidad incuestionable. 

El paciente psicosomático al principio desconfía de las terapias que le proponemos. Son pacientes que muchos están tratándose con varios tipos de analgésicos y antinflamatorios, a veces con opiáceos, con sedantes neurológicos y relajantes musculares, pero que no consiguen mejorar en el aspecto físico-psico-social, llevando una vida lastrada por sus síntomas. 

Explicar al paciente que no tiene una enfermedad incurable, repasar y repetir las pruebas que precisemos para descartar comorbilidades, debe ser nuestro primer paso y nuestra interacción básica primordial. En este aspecto la relación médico-paciente basada en la confianza mutua es fundamental para llevar a buen puerto nuestro objetico común. Llegar a un diagnóstico certero de Síndrome de Fatiga Crónica o Fibromialgia o Cefalea Tensional, o Intestino Irritable o Trastorno de Somatización -por nombrar las más frecuentes- no es tarea fácil para el médico. 

Tampoco el tratamiento es sencillo pues casi siempre es multidisciplinar, con la colaboración fundamental del paciente, que debe aceptar casi siempre la retirada progresiva de medicación innecesaria y perjudicial para introducir medicación específica anti-estrés, anti-fatiga muscular, antioxidantes y regeneradores metabólicos, también analgesia natural basada en la evidencia científica; en algunos casos precisarán inhibidores de la recaptación de serototina a dosis bajas, al mismo tiempo que aceptará las recomendaciones de cambio de hábitos de vida y alimentación. 

Si es necesario deberá realizar Terapia Conductual, o bien de proveedores de Medicina Física y Rehabilitación, Fisioterapia o técnicas de relajación adecuadas a cada caso particular. Con estas pautas conseguiremos mejorar la calidad de vida muchos de nuestros pacientes, ofreciéndoles un futuro menos negro y amenazador. 

La Medicina Psicosomática como complemento a la Medicina Interna ofrece al médico la oportunidad de integrar en su práctica diaria el aspecto más humanístico de la ciencia médica. Para mi es una gran satisfacción poder ejercer ambas especialidades. 

El Profesor Laín Entralgo en su libro “El Médico y el Enfermo” concluye: “Eres por lo pronto un ente que puede enfermar y que un día u otro estrás enfermo. Y entonces desde el fondo mismo de tu ser, sentirás la necesidad de que te atienda y ayude un hombre dotado de saberes técnicos especiales y dispuesto a conducirse como amigo tuyo. Con menos palabras, un buen médico”

Publicado en ABC de Sevilla el 05/03/24

domingo, 11 de febrero de 2024

Medicinas y Salud.

    Sin duda los avances en farmacología y el estudio de los medicamentos en el último siglo está siendo uno de los más importantes hitos de la ciencia para curar males hasta hace poco incurables y aliviar el dolor que teníamos por imposible de calmar. 

 Qué hubiera sido de nosotros sin los antibióticos por ejemplo (igual no estaba yo escribiendo esto). O sin los fármacos para las dolencias cardíacas y la hipertensión arterial que casi han erradicado la insuficiencia cardiaca rebelde a tratamiento, desde hace pocos años. O los nuevos tratamientos para combatir las placas de ateroma que causan isquemias arteriales, infartos coronarios e ictus cerebrales, que son capaces de limpiar por dentro las arterias rejuveneciendo el endotelio. Igual que los avances imparables en el tratamiento de la diabetes y sus secuelas metabólicas, antes causa de muerte en pocos años y ahora con mayor esperanza de vida gracias a pastillas milagrosas. O las medicinas inhaladas contra las alergias, el asma y la asfixia por patologías pulmonares crónicas, que tanto limitan la vida de quienes las sufren. 

 Tenemos un arsenal de maravillosos productos químicos que actúan contra el dolor y la angustia que amenazan el confort y la calidad de vida de quien sufre traumatismos, inflamaciones, reumas, cólicos, enfermedades autoinmunes o degenerativas, así como fármacos antitumorales que salvan millones de vidas ya sean niños o adultos. Podemos usar los más potentes analgésicos, los narcóticos e hipnóticos, junto con relajantes musculares para conseguir un alto grado de anestesia que permite hacer todo tipo de cirugías -hasta trasplantes de órganos- o conseguir que pacientes de cualquier edad gocen de una medicación paliativa excelente. 

 Debemos agradecer a los laboratorios farmacológicos y biológicos su inversión en fármacos, desde aspirinas, analgésicos y antibióticos hasta tratamientos de hemato-oncología, vacunas e inmuno-moduladores, terapias génicas y biológicas a la carta, tratamientos de ultima generación que son el futuro de la Medicina moderna. 

 Pero existe una cara B en el mal uso de las medicinas, y no solo me refiero a la automedicación y al abuso por parte del ciudadano “enterado” que decide tomar un antibiótico o un analgésico, cosa que ocurre día a día en cualquier casa de vecinos, por supuesto sin consultar con su médico ni encomendarse a la Divina Providencia. 

 Es curioso observar que si prescribimos una medicina que se sale del abc del botiquín domiciliario, el paciente enseguida apela a los “efectos secundarios” y “contraindicaciones”… mientras se está poniendo hasta las trancas casi a diario de Paracetamol o de Ibuprofeno sin haberse leído ni una línea del prospecto, y sin saber que se está fastidiando el estómago, el hígado o los riñones con su “doctorado” farmacéutico. O el que está enganchado a las benzodiacepinas para dormir, o a cualquier “sedante” o “tranquilizante” de andar por casa, sin orden médica alguna. 

    Sabemos que la automedicación origina un alto coste económico debido a las complicaciones y efectos perjudiciales que origina el abuso de cualquier medicina y además es causa de multitud de “auto-enfermedades” por sobredosificación o mal uso de estas medicinas, con el correspondiente gasto que conlleva “desfacer el entuerto”. 

 Pero desde hace unos años estoy comprobando un suceso aún más grave, si cabe. La mala praxis médica en el abuso de prescripción de medicación innecesaria e inútil. La órdenes y prescripciones legales de medicamentos que hacen más mal que bien, ya sea por su ineficacia o por su dosificación y duración del tratamiento. 

    Pacientes que llegan a mi consulta en muy malas condiciones después de varios tratamientos antibióticos consecutivos, por enfermedades víricas, estacionales o inflamatorias, sin foco séptico alguno y sin pruebas previas que lo justifiquen. O por tomar antiprostáticos alfa-bloqueantes para una cistitis. No es normal prescribir Desketoprofeno (un potente analgésico-antinflamatorio) en dosis máximas cada 8 horas durante 7 días por un dolor de garganta o una torcedura de tobillo. O Paracetamol 1 gramo cada 8 horas en casos de patología banal de vías altas. O prescribir Metamizol alternando con Ibuprofeno cada 4 horas durante varios días por un simple catarro estacional o fiebre. 

 Estas dispensaciones de medicamentos deberían ir acompañadas de una información adicional advirtiendo de los riesgos potenciales para la salud del paciente. Riesgos de sufrir reacciones adversas graves como gastritis y úlceras, insuficiencia hepática, insuficiencia renal, agranulocitosis (daño en la médula osea), insuficiencia respiratoria y asma inducido por medicamentos, sensibilización alérgica… Y estos cuadros son mucho más graves en niños y ancianos.

 Concienciémonos tanto los médicos como los pacientes del uso racional y correcto de las medicinas. Los médicos no debemos perder el respecto al poder especial y mágico de la prescripción de tratamientos médicos para intentar sanar a nuestros pacientes. No hagamos una medicina defensiva basada en el tratamiento exagerado y mal enfocado. Cuidemos de nuestros pacientes administrando en cada caso particular (sobre todo en patologías banales) las medicinas menos dañinas, en las menores dosis posibles, el menor tiempo posible y todos saldremos beneficiados. 

Primum non nocere.