¿Cuantas veces nos preguntamos en el día a día si es
correcto esto, eso, aquello, lo otro o vicerversa…? Lo que sea.
Sinceramente, esa es
una pregunta que yo me hago con frecuencia. Mi profesión me obliga. Tengo que ser todo
oídos para captar el problema por el que acuden a mi consulta, luego hacer
preguntas, realizar exploraciones físicas, interpretar pruebas médicas, más tarde sacar conclusiones de todo lo
anterior, emitir un diagnóstico y la mayoría de las veces poner un tratamiento
y esperar unos resultados. Lo normal y
habitual.
Pero también mi profesión lleva implícito el deber de dar
consejos, recomendaciones, confirmar sospechas y aclarar dudas (si soy capaz) respecto
a diagnósticos o tratamientos. Afortunadamente la gran mayoría de las veces
esto anterior concierne a enfermedades banales, menos graves o problemas que no
conllevan grandes riesgos físicos, psíquicos ni económicos para el paciente.
Pero cuando llega el momento de enfrentarnos con la
Vida y la Muerte, con el cara o cruz de la verdad cruda frente a la mentira
piadosa, de dar el diagnostico desagradable y frio antes que aplicar
confortables paños calientes, de optar por el tratamiento agresivo en vez del
paliativo o al contrario, de aconsejar un especialista u otro, un hospital
cercano o lejano que ocasionen un gasto económico extraordinario, de tener que activar
una alarma de incendio como si ardiera el coloso en llamas o servir como
extintor de candelas con espuma blanca y reconfortante… entonces me embarga La Duda.
De humanos es dudar señores míos. No se me apuren ante
la duda. Duden ustedes todo lo que tengan que dudar y que se detenga el tiempo
mientras dudemos. Pensar y repensar es justo y necesario y si no tenemos una
opinión al respecto pues decirlo sin dar mas vueltas ni avergonzarnos. Es de
sabios recapacitar. Meditar y rectificar es de genios. Y reconocer nuestras
limitaciones es de humanos con los pies en el suelo. Como hay que ser.
“Mire usted no le puedo dar mi opinión porque necesito
mas información, mas tiempo, mas estudios, mas pruebas… lo siento mucho.”
“Mire usted no le puedo servir de ayuda, no estoy
suficientemente preparado, pero considero que debe usted confiar en Fulano o
Mengano que saben de este asunto mucho más que yo… creame.”
“Mire usted, tengo dudas al respecto y prefiero no
opinar para no confundirlo. Acuda a otra persona con más experiencia que yo,
por favor.”
La duda se presenta como una confrontación entre dos
opciones que creemos contradictorias: corteza o pulpa, musculo o cerebro, risa
o llanto, alegría o pena, amor o desamor, dolor o placer, comodidad o esfuerzo,
por lo liso o por los baches, de prisa o de paseo, arriba o debajo, muslo o
pechuga, meyba o espido… cuestiones que no son baladíes ni para tomarlas a la
ligera.
Yo dudo mas que parpadeo.
De hecho dudo mucho que esté expresándome con la
suficiente claridad para que ustedes comprendan lo que estoy queriendo decir…