"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.
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lunes, 3 de marzo de 2025

A día de hoy.

A día de hoy me encuentro razonablemente bien, aunque en muchos aspectos de mi rutina diaria podría mejorar, creo yo; también en ser un poco más empático a veces con aquellos a los que tanto quiero…

 Reflexiono. 

 Salud: Me encuentro saludable a mis casi sesenta y nueve años. Así lo corroboran los últimos análisis y pruebas médicas. Me sobran si acaso un par de kilos de cervezas, vinos y tapas, pero como decía Machín es muy difícil esquivar al “complemento de mis ansias, al que no renunciaré…” Camino más que un Masai, suelo usar motos de alquiler para ir a la consulta con la idea de volver andando, aunque a veces las tascas me pegan voces o me murmuran tentaciones y no tengo palo donde amarrarme. De vez en cuando me meto en la pileta del gimnasio a hacer aguayín por mi cuenta (podría dar clases). Paseo deportivamente los fines de semana por los parques de Sevilla, que son una maravilla. Ya mismo estoy andando por mi paraíso rompiero con los pies siempre en el agua y charla que te charla conmigo mismo… Deporte y reflexión en la misma sesión. Me encanta la soledad en compañía del mar, del viento, de las dunas y de los pájaros (que pena que no los pueda oír como se merecen). Bueno, reconozco que me suelen decir que no aparento la edad que tengo y eso me refuerza el ego presumido y coqueto que tengo desde niño. Se siente… 

 Dinero: Ni más ni menos que el que necesito para vivir tranquilo… siempre que siga trabajando. Nunca he sabido ganar/ahorrar dinero. Recién licenciado me tocó vivir una época laboral difícil para los médicos porque teníamos que trabajar a destajo para mantener los “contratos” que iban saliendo, muy precarios siempre, por lo que siempre solíamos tener más de uno obligándonos a doblar guardias y olvidarnos de los fines de semana. Entonces ni siquiera nos pagaban la cotización de la SS, así de formales eran algunos Hospitales sevillanos, que no voy a decir el nombre, pero que tienen una cruz colorada como emblema. Con el tiempo fuimos siendo mejor considerados, accedimos a verdaderos contratos y pudimos tener hasta vacaciones pagadas. Hace ya casi veinte años que decidí hacerme autónomo y dedicarme a la medicina llamada “privada” con sus virtudes y sus defectos, pero siendo mi propio jefe, lo cual no tiene precio. A día de hoy soy uno de los autónomos agradecidos por poder seguir ejerciendo mi carrera con vocación inquebrantable, con alegría la mayoría de los días y con ilusión de aprender como si fuera un estudiante. Me siento muy a gusto sentado en mi consulta con mis pacientes, escuchando con mis audífonos al máximo, estudiando los casos difíciles, consultando con mis compañeros o atendiendo las consultas que me hacen, haciendo informes y peritaciones que me solicitan. Me gano la vida honradamente y además esta bendita profesión me permite ayudar a quien lo necesita. No me hablen de “jubilación”, eso no lo contemplo. Eso sí: los veranos en El Rompido, ya son de dos meses (aunque sigo trabajando por internet…) ¿Qué más se puede pedir?

 Amor: Estoy cubierto. Afortunadamente para dar y regalar. Una buena compañera de viaje (lenguaje progre) que estamos juntos desde niños, muy guapa y con su carácter, lo cual es de agradecer pues así no nos aburrimos. Ana y Celso (no podemos tener mejores hijos, quien los conoce lo sabe) viviendo muy cerca de nosotros en Sevilla y casi juntos en El Rompido. Celsa, Leonor y Ana son tres princesas de cuentos que no paran de darme besos (y yo a ellas); Celso y Esteban son dos machotes que me recuerdan tanto a mi mismo y a mi hermano Jose María que me da hasta miedo. La familia se va repitiendo como el ADN. “Sin duda la genética es algo que se hereda…” 

Mis hermanas y hermanos y sus hijos formamos un grupo bien avenido, con un gran cariño y mucho sentido del humor. La herencia de nuestros padres ha sido esa. La mejor. Doy gracias a Dios por la familia que tengo.

Amigos: Tengo un don para hacer amigos. Me gusta la relación de amistad desde que tengo uso de razón, por eso conservo a muchos amigos que los considero parte de mi vida, amigos de la infancia, de la playa, del colegio, del Bar Las Lilas, compañeros de fatigas médicas, amigos de los años de juerga, de madrugadas y amaneceres, amigos de navegar y disfrutar del paseo y algunos amigos para evitarlos, pero siempre amigos. De mis amigos aprendo de sus virtudes y me olvido de sus defectillos. A los amigos hay que cuidarlos y darles siempre su sitio sean quienes sean y vengan de donde vengan. Yo me entiendo. 

 Otras muchas cosas:

Me gusta entrar en los bares. Soy hombre de barra preferentemente. “Matrimonio tapas”. Un par de buenas tapas con cerveza o vino me deliria. También las comidas familiares o con amigos son una fiesta siempre para mi. Un almuerzo familiar en el restaurante de mi amigo Joaquín en el Paseo Marítimo rompiero, sin prisas, mientras mis nietos juegan en la arena puede ser el colmo de mi felicidad. 

 Sigo siendo un lector empedernido y a veces obsesivo. La curiosidad ha sido un gran estímulo para ser quien soy. Colecciono libros. Echo de menos todos los libros que he leído en mi vida y no conservo.. Leer me apasiona. Compro tres o cuatro cada mes que descansan en la mesita de noches esperándome, a veces leo dos al mismo tiempo. Suelo leer por las noches como una hora o así, antes de dormir, es la hora de relajarme con las letras y me prepara para un buen sueño. 

 En mis ratos libres y fines de semana también me entretengo con la tele y con el Mac. Me gustan las buenas series policiacas o de misterio, nunca de miedo; las películas de toda la vida las puedo ver varias veces sin problemas. Rebusco en las hemerotecas aquello que me interesa y guardo los archivos. Busco cosas raras para comprar en páginas de coleccionistas. Escucho música de mi tiempo con mis cascos, unos días flamenco y otros a Pink Floyd. El otro día me pasé horas escuchando a Alfredo Kraus. Y después volvía ver The Rocky Picture Show. Hay que verla en inglés. 

 Pero en los últimos meses he notado que la pereza me gana la partida algunas veces. Ya no escribo con tanta facilidad como antes, tengo mi Blog un poco abandonado, menos mal que mis hermanas me echan una mano… 

A veces pierdo tiempo un día entero brujuleando por internet viendo pamplinas de YouTube: un chino que se hace una casa de fango, un avión que casi se estrella al aterrizar, como prepara la comida callejera un tailandes, un mago haciendo trucos imposibles y otras manualidades absurdas como ver cortar una papa en rombos que yo nunca haré, videos inútiles, pero que me dejo hipnotizar por ellos dejando que pase el tiempo sin hacer nada. Después tengo un poco de remordimientos.

 De los periódicos me interesan las esquelas del ABC, el deporte cuando gana el Sevilla, y algunos articulistas que tienen salero y dan caña. Los suplementos culturales es lo que más me interesa de los diarios. No leo nada de políticos ni de política, no me parecen decentes. Me deprimen todos. No me afecta la política internacional ni el cambio climático ni ninguna de esas sandeces repetitivas con las que quieren aborregarnos y acojonarnos. El fin del mundo es mejor que te coja distraído. 

 ¡Ah! Me gusta cocinar. Hago cosas fáciles: pucheros, lentejas, pisto, arroces, wok de verduras, manitas de cerdo, fabada, tortilla francesa (muy rica), -aunque no se cascar los huevos- y solomillo al guisqui. No entiendo de cantidades ni soy capaz de hacer dos veces el mismo plato, pero es mi manera de ser. A día de hoy.

miércoles, 19 de febrero de 2025

Reflexiones Religiosas de mis hermanas Lourdes y Concha.

Mi hermana Lourdes escribe;

Mientras más humanicemos la figura de Jesucristo en la tierra, más inverosímil se nos hará. 

Soy una creyente por necesidad vital - tengo ansiedad- y siento en mi alma la figura de la Divina Providencia, que es Divina o sobrenatural y es Providencial para ayudarnos en ESTA vida. 

Que todo un Dios universal decidiera hacerse humano y ser un Mesías en una religión (al fin) monoteísta, a mí no me parece descabellado, cuando también debo creerme que el tiempo es relativo y se puede curvar y que a un millón de años luz hay una galaxia verde con lunares negros muy voraces. El mensaje de Dios en la tierra lo representan muy bien los pintores a partir del Renacimiento y del Barroco. Fueron mentes brillantes que no hicieron ni expusieron críticas a la inquisición y a otros horrores que se vivían entonces. También los constructores de catedrales, escultores y orfebres, porque a Dios se le da lo mejor que tengamos. Por contra, el Nuevo Testamento y los Evangelios nos hablan del nacimiento de un niño en una familia sencilla y perseguida por la locura de un Putin o un Trump de aquellos tiempos, que quería matar a todos los primogénitos porque se hablaba de la llegada de un rey celestial; el caso es que nació este Niño en una cabaña refugio de animales, ¿pa que queremos más?. Después saltamos a los tiempos de madurez, a los niños se les deja en paz. Antes de predicar que la vida es dura y que hay muy poca vergüenza, se tuvo que preparar, fue en el desierto. 

Donde Cristo nació los desiertos cogen muy cerca, a la vuelta de la esquina, la misma tierra santa es semidesértica, tuvo que ser allí porque es donde la civilización tuvo más desarrollo en los siglos anteriores. El Imperio Romano ha sido fundamental en nuestra actual civilización. Vuelvo al desierto, en esa soledad inmensa siempre está Dios, en la otra banda también, y en la punta de la barra, sigo, Él se sentó en una piedra caliente con un palito en la mano a hablar con quien tuviera que hablar que no es de éste mundo y ayunando, solo de noche y brevemente se reconfortaba un poco porque del cielo caía una suave lluvia de diminutas tortitas de pan empapadas en agua y vino. Durante el día el sol abrasador, y Él en medio de sus reflexiones Divinas, escribía en la arena y en hebreo algunas frases, que yo sepa dos: "coge tu propia cruz y sígueme" y "yo soy el camino la verdad y la vida", otras son de otro mundo que solo Él sabe. Mientras esto ocurría, enfrente, a unos metros había dos grupos separados de zarzas secas que ardían sin apagarse nunca, formando así un círculo divino de Dios y el fuego, alrededor, el diablo levantaba remolinos de arena circulares, es muy listo el diablo, puede con todo menos con Él.... En ese círculo de bondad extrema no puede entrar la maldad. 

Predicó el amor al prójimo, a los impedidos, a los perseguidos, a los hambrientos de pan, a los harapientos, a las putas por necesidad, a quien tire la primera piedra que esté libre de pecado, a los cansados por el día a día, a los oprimidos. Sus amigos eran pescadores nada más… y nada menos... Nunca se fijó en los Palacios dorados ni en los mandamases ni en los políticos todos corruptos, como si no existieran, y el pueblo siempre necesitado empezó a seguirlo. El cabreo de los mandamases fue de antología y terminaron decretando su busca y captura. 

Él sabía que lo encontrarían y esa noche quiso pasar sus últimos momentos antes del dolor inmenso en un huerto tranquilo donde había olivos y cantaban los grillos. Allí sufrió el miedo humano y flaqueó humanamente, pero no se movió y pidió ayuda a quien tuviera que pedirla que no es de este mundo. Sus amigos dormían en un sueño profundo mientras Él lloraba, porque en esta vida se llora mucho, también se ríe y se disfruta, pero el Señor más que nada vino a consolarnos cuando lo necesitáramos. (Yo si estoy disfrutando y me achispo y lo estoy pasando del quince solo quiero ese momento de disfrute). Él lo supo cuando en las bodas de Caná jartó de vino al pueblo entero. Gracias también por eso Señor. Total, lo torturaron y humillaron y después lo llevaron ante Pilatos, que extrañamente no era de los peores. 

El Cristo torturado y humillado no se defendió, venía a demostrarnos que la vida puede ser tan dura como a veces lo es. Pilatos se lavó las manos porque vio una luz extraña en el hombre, y menos mal, por dos motivos, porque Cristo venía para eso y porque si no, nos deja sin poder ver al Cachorro a los Estudiantes a la de Triana a la Macarena y a todas las demás. 

El signo de la Cruz es un logotipo perfecto, una línea sube al cielo, otra horizontal va por el suelo. Él cargó su cruz y lo crucificaron. Punto. 

Mientras podamos en esta vida vivamos con alegría, busquemos la felicidad en todos los rincones, si nos entra miedo o inquietud, roguemos el Consuelo, pidamos, ¿por qué no, será por pedir?, claro que SÍ. 

 Y si todo esto nos parece muy irreal o dramático, solo tenemos que mirar a nuestro alrededor. Amen Amen. 

PD: La iglesia para mi, salvo honrosas excepciones, cuenta muy poco porque es obra humana.


Mi hermana Concha escribe:

Yo creo que Él fue un enviado de Dios. 

Para mí Dios es el Bien, todo lo Bueno que existe y, esta Energía se encarnó en un Hombre Bueno, en una época determinada de la historia de la humanidad para darnos un mensaje de que el Bien es posible, que la vida merece la pena ser vivida para hacer cosas buenas. Eso no significa ser buenista sin inteligencia, para nada, Jesucristo dejó muy claro que "a los mercaderes que usan el templo para sus intereses, hay que echarlos a latigazos", por ejemplo; así como, por contra, comprendió los fallos humanos al salvar a una mujer de ser lapidada diciendo"quién esté libre de pecado que tire la primera piedra".

En los Evangelios vemos a un Jesucristo con muchos amigos y amigas, es decir sus apóstoles y las mujeres que lo seguían. Dicen que hizo muchos milagros y yo lo creo, pues predicaba palabras de sanación, hablaba de justicia social, de Amor con mayúsculas, de tener unos principios morales en una época tremendamente injusta. Palabras que entonces eran impensables y por tanto revolucionarias.

Pero lo que yo creo más importante de todo, fue Su pasión, crucifixión y posterior Resurrección. Y lo creo porque Él, con esto, nos dijo que la vida muchas veces es muy injusta y difícil, pero que el Bien siempre siempre triunfará. Lo hizo para darnos este mensaje. Además, a partir de entonces, la idea de un condenado Inocente corrió como la espuma en unas mentalidades en que esto no se contemplaba. A partir de entonces ya sí se contempló. Su mensaje, a día de hoy, sigue vigente, es más, está más vigente cada día. 

Ayer pudimos ver un ejemplo y sin entrar en política:
Vimos a un Zelenski pequeñito, cuyo país ha sido invadido injustamente con muchísimas víctimas inocentes masacradas, por uno de los más poderosos del mundo la Rusia de Putin. Como fue a hablar y pedirle ayuda al otro más poderoso de la tierra, Trump, y lo único que recibió fueron humillaciones, gritos y, lo peor, lo echaron a patadas. Es evidente que los dos poderosos, Putin y Trump, se han unido y puesto de acuerdo para eliminar a este hombre pequeñito, Zelenski, pero grande, pues solo desea que dejen vivir en paz a su pueblo. 
Todos sabemos y ayer lo vimos palpable, que los dos monstruos lo único que quieren son los minerales  y recursos naturales de Ucrania para así tener más dinero y embolsar sus arcas. 
Las víctimas inocentes les importan una mierda. Horroroso pero desgraciadamente está ocurriendo ante nuestros ojos.

Pues yo Confío en el mensaje que Jesucristo nos dejó: "La vida muchas veces es muy injusta, pero si se tiene Fe y se hace el Bien, este, el Bien, siempre siempre triunfará, de una forma o de otra, pero se impondrá. Fue Su Palabra y yo Lo creo.

PD: La Figura de la Virgen María es, para mi, esencial en mi fe y en mi vida.

miércoles, 22 de marzo de 2023

En el silencio del campo

Escrito por mi hermano Jose María Pareja-Obregón Lopez-Pazo

Siempre fui un enamorado del campo y la naturaleza. Desde niño en los descampados que rodeaban el estadio del Sevilla FC -cuando Nervión era todavía una huerta entre el campo y la ciudad- ya miraba a los jilgueros y verdones revolotear en las matas de jaramagos. 

 Desde que nací, en verano nos íbamos a Cartaya a casa de mis abuelos y crecí gateando en un huerto con naranjos donde me distraía viendo cómo bebían los pájaros en los surcos que mi abuelo Pepe hacía para regar. Al mediodía, con el calor, las chicharras nos acompañaban la siesta y por la noche los grillos cantaban a la luna. En esos primeros años de mi vida, con mi primo Manuel Diego, aprendí todo sobre los pájaros, su canto, su vuelo, nidos, crías, etcétera. Allí fui feliz porque era lo que me gustaba. 

 En la infancia todos los fines de semana nos íbamos de cacería con mi padre, Lucas, Ricardo, mi hermano Celso y yo. Íbamos por la sierra, la campiña o la marisma, según dónde tocara la cacería. Celso y yo cobrábamos los zorzales y perdices que mi padre dejaba caer como lluvia de abril y siempre acabábamos exhaustos. 

Cuando ya fui más mayor empecé a cazar por mi cuenta. Con Manuel Diego cazábamos pajaritos con la red en la otra banda de El Rompido, cazaba conejos en Los Cerros con mi tío Joaquín, la perdiz con reclamo en el Puerto de la Virgen con mi primo Juan de Dios y mi hermano Jesús, los patos y los ánsares en la marisma de la Abundancia con mis amigos los Zapata, y aprendí la cetrería con Manuel Diego en los pinares de mi querida Cartaya. Los fines de semana siempre los pasaba en el campo y, como era dueño de mi negocio, en la época del reclamo salía todas las tardes a colgar el pájaro. En la sierra he visto bandadas de palomas torcaces que nublaban el cielo, en otoño los zorzales en las estacales al ir para la dormida pintaban el atardecer y en febrero los ánsares y las grullas volaban en flecha con sus cantos anunciando la primavera. 

 Empecé a estudiar ingeniero técnico agrónomo, pero por circunstancias, lo deje y me hice industrial, aunque nunca deje mi amor por el campo y la naturaleza. Me casé y me vine al Aljarafe pues nunca me gusto la ciudad. Vivo en el corazón del Aljarafe, en Villanueva del Ariscal, donde los olivos se mezclan con las viñas y los árboles frutales en primavera llenan de colorido el campo como si un cuadro de un pintor se tratara. Tengo el privilegio de vivir tan cerca del campo que me despiertan muchas veces los cantos de los gallos y los tordos, veo amanecer y atardecer todos los días caminando por los senderos y ese paseo me sirve para reconfortar el espíritu y el alma recordando emocionado viejos lances y anécdotas de tantos años de cacería. Soy cazador y, aunque ahora no ejerzo, siempre lo seré por que el cazador es como el torero que, aunque no toree, torero es siempre. 

Después de tantos años cazando y saliendo al campo ahora en mi madurez disfruto de largos paseos todas las mañanas con mi perrita “Chica”. También salgo con mis amigos galgueros por los barbechos de Salteras para ver la carrera de una liebre que busca su amparo en la besana o en la farda de un olivo. 

 Pero una cosa ensombrece mi alegría y es que el campo está en silencio, paseo todas las épocas del año, primavera, verano, otoño e invierno y se cómo cambia la naturaleza su vestido, ahora el verde de la yerba está desapareciendo, unas máquinas rocían un producto que lo vuelve todo amarillo, los herbicidas atacan al olivo en su raíz, las veras de los trigales las queman con productos que huelen desde kilómetros y los pesticidas inundan las huertas y eso esta acabando con el campo.

 Ya no se escuchan los chamarices en celo con su vuelo para atraer a las hembras, no veo bandos de jilgueros que teñían de amarillo los caminos, no se ven verdones ni jamaces en los higuerales ni rular las tórtolas en el verano, la tristeza me invade y siento rabia y desasosiego, nunca pensé que en una tierra tan bonita y tan rica estuviera tan yerma; es terrible el silencio en el campo, no hay trinos de pájaros, no se escucha la perdiz en celo, las liebres se están volviendo estériles, tan sólo algún canto lejano de alguna codorniz triste y palomas que vuelan buscando comida en los comederos del ganado es lo único que me da alegría… ¡con qué poco que me conformo! 

 Algunos políticos de pacotilla y naturalistas trasnochados achacan a los cazadores los problemas del campo y no saben que la caza ha existido siempre desde que existen los humanos, pero no dicen nada de los venenos de la nueva agricultura. 

No soy un experto en la materia y los que han estudiado eso sabrán mas que yo, pero si puedo asegurar que llevo más de medio siglo saliendo y viviendo en el campo y en contacto puro con la naturaleza y les puedo asegurar que no hay nada más triste que ver el campo en silencio. 

 Y, o le ponen remedio… o se habrá perdido toda la esencia de la naturaleza humana.

Villanueva del Ariscal, 21 de marzo de 2023.
Jose María Pareja-Obregón

martes, 24 de enero de 2023

Mis familias Orta y Balbontín.

La historia de la rama de la familia Orta, apellido que llevo en mis genes, comienza en Alosno, pueblo de la sierra del Andévalo en la provincia de Huelva. 
Manuel de Orta Limón (1765) casado con María Blanco de Orta en 1796 (en los pueblos era frecuente que se casaran los parientes…) tienen varios hijos. Uno de ellos, Juan José de Orta y Blanco nace en 1836 y es nuestro tatarabuelo, creo. 
 Siendo joven es enviado a Lisboa, donde había hecho fortuna un hermano mayor de su padre, su tío Antonio José de Orta y Limón (Alosno 1804), radicado en Portugal, banquero y financiero de la línea ferroviaria lusitana y al que el Rey de Portugal Pedro V había concedido el titulo de Vizconde de Orta en 1854. 
 Al parecer el sobrino Juan José quiso amores con una de sus primas portuguesas, por lo que su tío Vizconde Antonio lo despacha con viento fresco mandándolo a la sudamérica para que se buscara la vida lejos de sus queridas hijas. Consta confirmación de entrada en Montevideo el 8 de diciembre de 1862, como comerciante a la edad e 26 años. 
Desde Uruguay se desplaza a Argentina donde el intrépido Juan José hace uso de la experiencia comercial aprendida de su tío lusitano y pronto tiene éxito en los negocios convirtiéndose en un joven acaudalado que, por los buenos modales que trae de la corte portuguesa, es aceptado en la sociedad bonaerense. 
 En ese ambiente conoce a la que será su esposa, la aristócrata uruguaya Ana de Sousa-Martins Rocamora (padre portugués y madre española) con la que contrae matrimonio en 1867. En Argentina nacen los nueve primeros hijos de este matrimonio: Juan José, María Manuela, Manuel, Ana, María Dolores, Enrique, Eduardo, Elena y Emilia. Signo de su arraigo social y privilegiada situación económica, fue que el Presidente de la República de la Plata apadrinó a Eduardo, el menor de los varones. 
 A pesar de su éxitos, Juan José echa de menos a España y decide regresar a sus orígenes por lo que se embarca con destino a Huelva con toda la familia, enseres variados y un criado de la Patagonia de nombre Jerónimo y de rostro cobrizo. 
 Otro de sus hermanos alosneros Manuel de Orta y Limón, se había establecido en el pueblo costero de Cartaya donde formó familia al casarse con Isabel Morón. Seguramente por las noticias de este hermano alabando la bendita tierra cartayera, una vez que la familia desembarca en Cádiz, navega en velero de línea hasta Huelva/Aljaraque y desde allí se trasladan en carros hasta Cartaya -hacen una entrada muy recordada, sobre todo por el aspecto del indio Jerónimo- donde se afincan definitivamente. En Cartaya nacen Elisa y Roberto. 
 Al poco tiempo el hijo mayor Juan José, sintiéndose argentino, decide regresar a su país con gran pena de su madre Ana de Sousa-Martins que, recordando a su hijo, paseaba con su hija Ana hasta las afueras del pueblo subiendo al “cabezo colorao” desde donde podía ver el mar… 
 En pocos años Juan José de Orta y su esposa adquieren una casa en Sevilla en la Plaza de San Marín nº 6, allí nacen los dos hijos pequeños: Delia y Fernando. 

 Rama Balbontín de Orta

 Ana de Orta y Sousa-Martins, nacida en Buenos Aires en 1872, conoce en Sevilla a un joven industrial, huérfano de padre, llamado Enrique Balbontín Gil, con el que se casa en la Iglesia de San Martín en 1890, viviendo en la calle San Vicente de Sevilla. Fueron sus hijos: Ana María, Enrique, Juan José, Julio, María de la Salud, Aurora, Elena, Eduardo, Edmundo, Alberto, Roberto y Guillermo Balbontín de Orta. 
 Enrique es un gran industrial con afán de negocios e invierte en una gran fundición de acero entre las calles Goles y Torneo, donde construye una gran casa familiar a orillas del Guadalquivir. El negocio va viento en popa e incluso se expande a Savona (Italia) para construir una nueva fundición. Precisamente es en Savona donde fallece Enrique de infarto a la edad de 44 años. 
 Su hijo mayor Enrique Balbontín de Orta (1892), es quien queda al frente del negocio familiar en Sevilla con la ayuda de su hermano Julio que se traslada a Savona. Enrique Balbontin de Orta, casado con María Luisa Gorina Ramirez, fue Presidente de la Diputación de Sevilla, teniente de Alcalde del Ayuntamiento y tercer Presidente del Sevilla FC. Desgraciadamente la Segunda Guerra Mundial dio al traste con el negocio de la fundición tanto en Sevilla como en Sabona. 
 Otro hermano, Alberto Balbontín de Orta (Sevilla 1903-1972) casado con María Antonia Polledo, arquitecto eminente, fundador de la ETSAS, el cual junto a su compañero Antonio Delgado y Roig, construyen la nueva Ermita de la Vírgen del Rocío en Almonte, proyectan la reforma de la Real Fábrica de Tabacos y dirigen la construcción de la nueva la Basílica del Gran Poder en Sevilla, entre otros proyectos. 
 Ana de Orta Sousa-Martins, ya viuda de Enrique Balbóntin Gil, decide comprar los terrenos del “cerro colorao” cartayero (aquel a donde paseaba con su madre para mirar al mar), poniéndole el nombre de “Cerro de Buenos Aires” en recuerdo de su infancia y Villa Santa Ana a su casa en lo alto del cerro dando a la marisma y al mar, en honor de su querida madre. 
 A ese “cerro colorao” ya bautizado como “Buenos Aires” se van agregando chalets de todos los descendientes de esta gran familia Balbontin de Orta: mis tíos y primos Balbontín Noval, Balbontín Gorina, Balbontín Polledo, Valverde Balbontín, Royo Balbontín, Romero Balbontín, Zybikosvki Balbontín, Arreciado Balbontín… y toda su descendencia. 
Allí pasé con mis queridos primos los primeros veranos de mi vida. Llegué a Cartaya -ya bautizado- con 7 días de vida, al chalet de mis abuelos Pepe López-Pazo y Delia Noval de Orta en la subida al "cerro colorao". 
Allí aprendí a andar, a nadar, a montar en bici, a remar, a coger bocas, a subirme a los árboles, a jugar al futbol y a tirar piedras. 

 Rama Noval de Orta 

Delia de Orta Sousa-Martins era la más pequeña de las hijas de Juan José de Orta y Ana Sousa-Martins. Dicen que era una belleza. Se casó en Sevilla con un marino de guerra, Antonio Noval de Celis y tuvieron dos hijas: Delia y María Teresa Noval de Orta
 María Teresa se casó con su primo-hermano Guillermo Balbontín de Orta y tuvieron ocho hijos: Teresa, Guillermo, Mario, Delia, Juan Carlos, Julio, Roberto y Margarita. 

 Delia Noval de Orta se casó con José Antonio López-Pazo Ganzinotto y tuvieron cinco hijos: Pilar, Delia, Pepe, Carmen y Lucía. 

 Pilar López-Pazo Noval, se casó con Celso Pareja-Obregón García. Mis padres. Hijos: Concha, Lourdes, Celso, Jose María, Pilar, Fernando, Reyes (qepd) y Jesús Manuel.  
Yo soy Celso.

 Mas información en: 


 PD. Gracias a la labor de Manuel Suarez Romero (El Chacho), mi tía Delia Balbontín Noval; José Marina, Wikipedia y Google, he podido escribir esta historia.

domingo, 23 de octubre de 2022

El otoño

 Acostumbrados en esta tierra a que el otoño llegue en pleno verano, no empezamos a sentirnos otoñales hasta que llegan las primeras lluvias y vientos frescos, cuando uno se da cuenta que tiene que ponerse camisas en vez de camisetas frescas, pantalones largos y calcetines, pero sobre todo cuando nota que la luz de la tarde se sonroja antes de escaparse dejando un tenue y melancólico color en el horizonte. 

Los días amanecen transparentes y saludables, aire impregnado de olores de yerbas o de tierra húmeda; a veces van apareciendo nubes grises amenazadoras que nublan el cielo y caprichosamente descargan su energía de golpe y porrazo, nos coge desprevenidos sin impermeables ni paraguas y sentimos los goterones frescos como maná caído del cielo. La tierra de nuestra Andalucía necesita tanta agua como nosotros. Ojalá llueva a gusto de todos.

Yo he empezado el otoño con serenidad, confianza y esperanza de que todo se mantenga dentro de las leyes otoñales de mi edad biológica. 

Serenidad después de la muerte de mi madre el pasado septiembre. Acepto lo inevitable y no me hago daño buscando respuestas a lo que nadie me ha preguntado. De hecho no puedo negar que estoy más sereno y tranquilo después de morir mi madre. Como médico no lo he pasado bien, me ha costado mucho verla apagarse. Afortunadamente ha llevado una vida esplendorosa y excepcional durante noventa años y tan solo un par de meses de enfermedad. Menos mal que desde hace años mi hija Ana me ha ayudado ha tomar las decisiones médicas correctas que había que decidir en todo momento. Nunca podré agradecerle lo que ha hecho por su abuela y por su padre. 

Después del éxitus se han despejado muchas dudas que tenía sobre mí mismo y sobre la reacción sentimental de mis queridos hermanos. Que orgullos estoy de todos ellos, de sus hijos y de sus familias, que ejemplo de obediencia a la voluntad de nuestra madre, sin la mas mínima duda. Sobre mí, me noto relajado y tranquilo, va desapareciendo el estrés de los últimos meses y un muy pesado dolor de cabeza o cefalea tensional/tusígena que me ha tenido acobardado unos cuantos meses. Ya estoy mejorcito, gracias.

Quiero tener esperanza en que el otoño en el que estoy entrando a mis 66 años sea largo y beneficioso. Que llueva lo que tenga que llover, y no solo me refiero al agua que caiga del cielo, y que nosotros lo veamos. La naturaleza es caprichosa y Dios escribe con renglones torcidos dicen los que saben de esto. Yo, aunque agnóstico ciclotímico (tengo días, como el reloj de oro del gitano...), me pongo en manos de todos ustedes -pues en definitiva todos somos hijos de Dios, dice el catecismo- para que me corrijan mis errores y perdonen mis defectos.

Y tengo la total confianza de que voy a tener un otoño sereno pues con la familia que tengo no puede ser de otra manera. Tengo una mujer bellísima que me acompaña y me da ejemplo de cómo vivir cristianamente. No quiere que escriba sobre ella, pero os aseguro que soy el que soy ahora porque tuve la suerte de conocerla cuando éramos jóvenes y de enamorarme de ella siendo un niño de 20 años. Desde entonces solo he tenido en mi vida bendiciones -como dice la gente con mucha razón- pues mi hija Ana, mi hijo Celso, mis nietas Celsa, Leonor Ana, nietos Celso y Esteban,  -mi pandilla- con los que comparto todos los días que puedo de mi vida cuando no estoy trabajando es lo que me aporta felicidad infinita. Es lo que todos deberíamos hacer hacer en otoño.

Aunque ha sido una gran suerte ver crecer a mis hijos tan sanos, nobles, buenos y cariñosos (han tenido a la mejor educadora del mundo como madre), reconozco que entonces yo era un joven que pasaba tanto tiempo en un hospital y haciendo guardias de UCI (algunas infinitas...) que cuando tenía tiempo libre solo quería salir con amigos y pasarlo bien, a veces demasiado bien... Pido disculpas y agradezco la ayuda de entonces de las abuelas Ana y Pilar y mi tata Reme.

Ahora en el otoño es una delicia ver crecer a las nietas y nietos como si fueran briznas de hierba, tallos que crecen y flores que se van abriendo, cada cual con sus características y su olor, con su forma y su color, con su cadencia, sus movimientos, sus caracteres y sus sorpresas encerradas en almas tan inocentes y tan puras. Es lo que nos corresponde en esta estación de la vida y tenemos obligación de hacer.

Y doy gracias a Dios, a la Vida, a la Naturaleza, al Otoño, a mi madre, a mi familia, a mis hermanos, a mis amigos y a todos ustedes por formar parte de mis emociones y sentimientos. De mi vida. 

Gracias.

miércoles, 22 de junio de 2022

El Caminante

Desde hace muchos años cuando llegan los meses de primavera y verano el caminante repite el mismo paseo una y otra vez. Con el paso de los años se ha convertido mas que en un paseo, en un rito que reúne filosofía, ecología y práctica deportiva. 
El camino que recorre es siempre por el mismo lugar, la punta de la barra -que ahora llaman Nueva Umbría- donde termina la ría del Piedras formando una flecha que apunta a levante, y se abre a la playa solitaria bañada por la mar azul hasta el horizonte del sur. 
El caminante fondea el bote en aguas calmas, y comienza a caminar rodeando la punta de la flecha con rumbo hacia poniente, unos cuarenta minutos, los mismos que necesita para regresar casi por las mismas pisadas hacia levante. 
El caminante procura ir desnudo, tapado con un bañador del que se despoja en cuanto las circunstancias lo permiten. La desnudez provoca en el caminante un sentimiento añadido de comunión con el entorno, de paz, de naturalidad. 
Aunque el itinerario repite siempre los rumbos, el caminante sabe que cada paseo es completamente diferente. Las tempestades del invierno modelan cada año la forma de la barra añadiendo bajos de arena o recortando el perfil de la costa; los vientos locales hacen que la mar se mueva con distintas cadencias y oleajes que susurran arcanos mensajes al romper en la playa; las corrientes crean surcos de caños de agua sobre la arena mojada que ilustran las bajamares con acertijos ancestrales. 
Por eso el caminante cada año se asombra del milagro de la naturaleza y observa con detenimiento los cambios del paisaje y con eso se entretiene y relaja mientras camina absorto en el escenario. Cada día el paseo es único, diferente, incluso el caminante reconoce que no es él mismo. 
El caminante no puede evitar maldecir a los que han dejado basuras y plásticos en este paraíso y recoge todo lo que puede. 
El sol de la mañana es más pujante y ardiente que el da la tarde. La luz nunca es la misma y pinta en la lámina de agua reflejos diversos, inverosímiles, siempre maravillosos. Las olas que llegan a la orilla orquestan una sinfonía diferente en cada paseo. 
El caminante procura andar mojándose los pies hasta los tobillos sintiendo el masaje confortante de la marea y leyendo el libro de la espuma del mar escrito con letras de plata efímeras. 
El caminante se deja llevar por sus emociones hacia dentro de sí mismo, se conmueve con facilidad. Un reflejo dorado hace al caminante mirar de reojo la posición del sol y sonríe feliz de estar allí. Un bando de peces casi transparentes se desordena al paso del caminante, pero enseguida se agrupa con orden. Al caminante no le parece bien molestar y procura no hacer movimientos bruscos. Las amigas gaviotas de siempre mantienen una respetuosa distancia, su dignidad es correspondida y el caminante tan solo las saluda de reojo y sin aspavientos, con agradecimiento. Por delante, los charranes se tiran sin complejos desde un invisible trampolín haciendo un picado perfecto para hundirse durante un segundo en el mar y salir airosos a veces con su pesca en el pico. 
Mientras estas maravillas suceden, el caminante piensa en el paso de los años y en la vida que le queda por vivir que es el único patrimonio del que disfrutar. Siempre se emociona de felicidad al pensar en su familia, que suerte tan grande tiene con su mujer, sus hijos y nietos (Celsa, Leonor, Ana, Celso y Esteban) y entonces sus ojos se salan de alegría, como de agua de mar. 
Otras veces el caminante está triste y suele pensar en la muerte siempre compañera de viaje por su profesión, o recuerda a los muertos que tanto sigue queriendo como si estuvieran vivos y el caminante llora en silencio un buen rato. 
Pero el caminante no quiere pensar en su muerte, que cada vez la tiene más cerca y de momento la intenta esquivar con alguna pastilla procurando hacer vida sana.
Ultimamente el caminante piensa en su madre de noventa años, hasta hace unos día lúcida y coherente, una mujer dedicada a hacer feliz a sus ocho hijos y ahora atacada en su cerebro por el paso del tiempo. Ley de vida. 
El caminante gira 180 grados y camina ahora hacia levante. La luz cambia, el orden del mundo también. El retorno al punto de partida se ve interrumpido por un baño terapéutico dejándose llevar un rato por las olas que vienen de poniente. 
El caminante conoce estas aguas y estas corrientes y se siente seguro en esta mar aunque esté completamente solo. La desnudez del cuerpo ayuda a desnudar el alma y a ser honestos con nosotros. La soledad del baño es terapéutica. Agua, sal, sol, arena, viento, olas, algas, conchenas, tierra… un pez que te roza, un charrán que se asusta, una gaviota que te observa… 
El caminante piensa en el bienestar que obtiene de estos momentos tan sencillos y por un momento olvida aquello que le produce tristezas y estrés. 
Porque el caminante tiene estrés. Ya va a cumplir 66 años y sigue trabajando todos los días pasando consulta presencial, o con videos, telefónicas, por whatsApp, mensajes y hasta correos de ordenador… El caminante piensa que no sabe como, pero que tiene que parar ese ritmo de trabajo y ordenar su agenda para no angustiarse tanto, pues nunca ha dicho que no a nadie. 
Cuando le vienen estos pensamientos estresantes el caminante se agobia y le duele la cabeza y entonces tiene que darse otro baño de agua fresca y pensar en la suerte que tiene de estar vivo, desnudo, y dándose un baño esencial en una de las playas mejores del mundo. 
Así el caminante va recorriendo el camino de vuelta hasta su barco para volver a casa sintiendo el viento salutifero en la cara. 
Y resuelve que tiene que escribir acerca de estas emociones para que no se le olvide.

Publicado en ABC de Sevilla el 20 de junio de 2022

domingo, 17 de abril de 2022

Semana Santa rompiera, reflexiones.

Hoy domingo de Pascua de Resurrección. En Sevilla ha pasado una Semana Santa casi plena, exceptuando las lluvias del Lunes y Martes Santo que impidieron algunas procesiones previstas. El resto sin problemas, gracias a Dios y a su Santa Madre la Virgen Maria. Madrugada llena de devoción y de Pasión de Cristo. Amanecer esplendoroso de luz y de fervor. Toda Sevilla en la calle con sus Cofradías. Los turistas alucinados. Qué maravilla de Semana Santa en Sevilla. 

Yo en El Rompido desde el lunes. Es mi costumbre desde pequeño cuando desde el Viernes de Dolores nos montábamos en el Seat 1500 y regresábamos tal día como hoy. Entonces nos dedicábamos a pescar o a cazar, dependiendo del avenate de mi padre y de mi tío Manolo. En aquellos años 60, 70 y 80, El Rompido era "el paraíso"; una aldea desconocida, por donde no pasaba nadie que no tuviera que ir allí, a orillas de la ría del piedras, una naturaleza virgen espectacular con la configuración perfecta para la pesca por sus fondos llenos de vida, con orillas de marismas, humedales, fangales, playas desconocidas con miles de dunas, hasta la orilla llegaban los pinares de una forestal inmensa de cientos de hectáreas repletas de vida salvaje, zorros, perdices, conejos, avefrías, pitorras, becadas, patos, flamencos y cientos de aves limícolas y rapaces, un tesoro biológico por descubrir. Como he dicho a veces: era nuestro Macondo particular.

 Con nuestros padres y mis primos Manuel Diego, Joaquín, Carmen y Arturo, con todos mis hermanos, tanto en Navidad, como en Semana Santa, y en aquellos larguísimos veranos de tres meses, hemos disfrutado tanto y lo hemos pasado tan bien, jugando en la arena y en el fango, navegando, pescando, cazando, explorando y descubriendo aquella maravillosa perla oculta de Huelva, que estoy dispuesto a intentar escribir esos recuerdos...

Desde hace años todo es muy diferente. Los viejos pescadores fundadores de la flota de almadraba rompiera, tan familiares para mí, ya no están con nosotros. Sus descendientes fueron dejando las faenas de la mar con la llegada de los veraneantes, vendiendo sus recios lanchones -primero velachos y luego a motor- y fueron varando sus botes marineros del trasmallo o palangre, para apuntarse a la industria del turismo, salvo algunas familias originarias que persisten y conservan modernos barcos pesqueros manteniendo viva la tradición pesquera en El Rompido.

El Rompido de hoy día es un pueblo volcado en una gran industria hostelera. Muchas casas de pescadores se han reconvertido en restaurantes, bares, heladerías, discotecas, tiendas de moda y complementos, la mayoría propiedad de los hijos y nietos de los antiguos patrones de pesca y también de valientes empresarios que apostaron por este rincón bendito hace años cuando no era tan conocido. Hoteles, campos de golf, urbanizaciones de lujo, centro comercial, marinas nauticas y deportivas llenas de lanchas y yates, barcos de paseo y guías turísticos, la oferta lúdica y  gastronómica es espectacular y muy diversa, con sus luces y sus sombras, sus estrellas y sus nubarrones.

Yo intento sobrevivir a toda esta multitud de turistas y de forasteros que perturban mi día a día tranquilo y relajado. Busco mis perdederos y mis rincones tranquilos. Mis aguas calmas fuera del trajín de embarcaciones alocadas. Mis paseos bajo los pinos oliendo a salina o por la orilla del mar con la única compañía de las gaviotas amigas y de quien yo quiera. Unos hacen yoga y yo ando por la orilla del mar. Me baño en agua fresca y me dejo llevar por la corriente un buen rato, meditando. Si voy con mis nietas les voy enseñando a ser prudentes y responsables, a no meterse en los terrenos donde anidan los charranes, a conversar con las gaviotas con gestos pausados y sin mirarlas, a observar los bandos de peces transparentes de la orilla, a distinguir las algas, a evitar las aguamalas, hasta como se debe hacer caca en el agua sin tener problemas...

PD: El Domingo de Ramos vi la cofradía de la Paz por el parque con mi familia. El lunes me fui a la playa. Hoy domingo he ido a misa al Gran Poder. Después visita a la Esperanza de Triana y al paso del caballo, que le gustaba mucho a mi familia paterna.

Eso es lo que hecho esta Semana santa de 2022, gracias a Dios.

lunes, 28 de febrero de 2022

No a las guerras

Mi opinión sobre las armas es la misma que tengo sobres las heces. 

Nadie quiere la mierda en su casa, ninguno alardeamos de ellas, actuamos como si no existieran, pero son indispensables evacuarlas para sobrevivir cada día de nuestra vida de manera tranquila y saludable. 

 Aquí va mi explicación. 

 En el mundo hay seres pacíficos y sensatos – quiero creer que la mayoría- honrados y justos, personas que se guían por principios morales y éticos, que son solidarios, tolerantes, pacientes, autocríticos, respetuosos, que se esfuerzan en ser empáticos y cultivan la mente para adaptarse a convivir con quienes los he tocado en suerte, que aceptan y comprenden el bien común -es decir la democracia- a pesar de sus imperfecciones… personas pacíficas. Afortunadamente quiero creer que somos los más numerosos (perdón por el atrevimiento de incluirme en este grupo) y somos los que mantenemos a la sociedad en paz, gracias a nuestro esfuerzo diario, al ejemplo y a la educación que proporcionamos a nuestros descendientes. 

 Pero también existen los que no tienen tan claro lo de los principios morales y éticos, que no entienden bien lo que es la honradez y la justicia, que son intolerantes e insolidarios, engreídos, más bien egoístas, codiciosos, envidiosos, que prefieren intrigar, destruir y mentir para arrebatar bienes ajenos en su provecho, antes que construir y convivir en paz. Son personas que disfrutan haciendo infelices a los que los rodean -yo conozco a unos cuantos de estos, muchos con piel de corderitos de norit- y que van sembrando la cizaña del mal por donde pasan. 

 Pero los malos, malos, son aquellos que teniendo responsabilidades de alto rango en los gobiernos mundiales nos les importa crear las condiciones que hacen posibles las guerras, a veces incluso justificando la violencia mas depravada. En realidad, por muchos cargos y uniformes que tengan son ladrones, criminales y asesinos. 

 Esto es así desde el principio del mundo, desde Adán y Eva, Caín y Abel. Desde los albores de la civilización existe esta dualidad de comportamientos personales en todos los grupos humanos, en todas las razas, etnias, pueblos, naciones, continentes, en todos los recovecos ocultos del mundo mundial. Y sobre todo cuando entran en juego los intereses “legendarios”, ya sean históricos, territoriales, tribales, económicos o incluso tan solo egoísmos personales, e intervienen unos señores que llevan títulos tan grandilocuentes como reyes, virreyes, faraones, emperadores, césares, sultanes, califas, emires, marajás, zares, káiser, generales, generalísimos, caudillos, führer, intendentes, barones, tenientes, duces, papas, cardenales, embajadores, cónsules, duques, altezas, majestades, santidades, gobernadores, senadores, ministros primeros o penúltimos, consejeros, presidentes de repúblicas, de gobiernos, de regiones, de explotaciones bananeras, sátrapas y tiranos… Estos versos sueltos que propician el ambiente bélico, casi siempre para sus intereses personales, saben que con la guerra la muerte de inocentes al por mayor está asegurada, pero les da igual. 

 Por culpa de estos mierdas iluminados e inquisidores nos matamos entre hermanos tan solo por pensar de forma diferente, por creer en Dios, por no creer en Dios, por diferencias entre religiones trasnochadas, por los dioses que esperan en los paraísos, por rezar de rodillas o tumbados, por enseñar las piernas y la cara, por lucir colores diferentes de camisas o banderas, por disputar territorios absurdos, por reclamar fronteras ficticias e inexistentes, por ser orienta u occidental, comunista o fascista, de derecha o de izquierda, del norte o del sur, por decir viva un rey u otro, por pensar libremente, por escribir lo que se piensa, por tener la piel mas clara o mas oscura, por haber nacido en una región determinada, por tener drogas, por no tenerlas, por ser indio o comboy, vikingo o de secano, samurai o geisha, ninja o tortuga, capitán trueno o jabato, Roberto Alcázar o Pedrín… hasta por ser de equipos de fútbol distintos se ha llegado a matar… 

 Los muertos nunca son los familiares de los que inician las guerras. Los muertos son inocentes en un altísimo porcentaje. Inocentes, hombres mujeres y niños que pertenecen al grupo de los pacíficos, que no se olvide nunca. 

 Volvemos a las heces. 

 Desde que tengo mayoría de edad y siempre dentro de la legalidad he tenido escopetas en mi casa con su munición correspondiente porque he sido cazador en el pasado. Una noche, estando en el campo un primo mío y yo, aislados en la sierra -entonces no existían móviles ni teléfonos en el campo- fuimos despertados por unos ruidos que no eran los propios de los animalitos del entorno, mas bien eran ruidos producidos por personas que intentaban entrar a la fuerza en la casa. Me asomé sin encender luces por una ventana y vi dos sombras, una merodeaba por mi coche intentando abrirlo y otro parecía que intentaba forzar la puerta de la casa. Di una voz de ¡quien anda ahí! Las dos sombras se escondieron detrás un alcornoque a unos veinte metros de la casa. Éramos jóvenes y estábamos literalmente cagados (muy muy cagados). El instinto de supervivencia se impuso. Cargamos en silencio dos cartuchos en cada arma y esperamos vigilando por el ventanuco. A los pocos minutos salieron las sombras -eran tres- a la escasa luz de la luna y se acercaron de nuevo al caserón. Los dos primeros tiros les pasaron como a un metro de sus cabezas y arrancaron ramas y hojarasca abundante del árbol. Los vimos gritar y correr hacía un carril cercano donde tenían un todoterreno y salieron sin luces a todo lo de daban. Mi primo los despidió con dos tiros, por delante del coche barriendo el carril. No me cabe duda que estaban completamente cagados. Es decir, la mierda producida por los tiros les cambió las intenciones. 

 Es más, si en vez de mi primo, estuviera yo ahí y ahora con mi mujer, mis hijos, mis niet@s, y considerara que algunos con malas intenciones amenazaban la vida de mi sangre… mi repetidora hubiera escupido fuego hasta tener la absoluta certeza que los míos estaban fuera de peligro. Eso lo tengo tan claro como el agua clara. 

 No sé si me explico. 

 ¿Eso es la guerra?

sábado, 1 de enero de 2022

Feliz 2022

 Se terminó 2021, el año 2 d.C (después del Covid) y entramos en este 2022 con confianza y esperanza que sea mejor en todos los aspectos y sentidos que el pasado. Por lo menos eso espero yo. ¿Y qué voy a hacer para conseguirlo? Pues voy a intentar explicarme:

- Cuidar el envoltorio. Mi cuerpo cumplirá 66 en julio. Debo cuidar de el si quiero disfrutar de las opciones que me ofrece, pasear largo rato, montar en bici, nadar, navegar, jugar con mis niet@s, dar abrazos apretados, amar.. para eso es fundamental la vida sana y activa, dieta mediterránea, cuidar que el peso nunca marque más de 79 kilos,  no pasarme con la cerveza, el vino y con los chupitos traidores, vigilar la presión arterial y el colesterol, hacerme mis chequeos correspondientes, tomarme mis pastillas preventivas, vacunarme y tocar madera para que los malos rayos no me usen de toma de tierra...

- Cuidar mi mente. Evitar el estrés. El estrés a nuestra edad no sirve absolutamente de nada, solo trae nefastas consecuencias: sube la tensión arterial, aumento del riesgo de infartos e ictus, produce ansiedad, disconfort e insomnio. Para cuidar la mente yo necesito dormir a pierna suelta al menos 7 u 8 horas todos los días y un ratito de siesta cuando se pueda. Soñar me encanta. Es uno de mis placeres, encontrarme y charlar con mi padre, con mi tata, volver a mis antiguas casas, convivir con mis hermanos en la infancia maravillosa... Esa suerte tengo cuando sueño. A veces tengo pesadillas, pero son las menos. Necesito estar descansado y relajado para ser útil (para ser feliz).

- Ser médico y poder ejercer otro año más, que suerte tengo. El método científico me estimula la mente y el contacto humano con los que sufren me hace poner los pies en el suelo y ser consciente de lo que de verdad importa. El ejercicio de mi profesión me llena tanto que creo que nunca me voy a poder jubilar. Soy autónomo y dueño de mi agenda y mis horarios. Nunca falto a mi trabajo, hasta con lumbago sin poderme mover prefiero ir a la consulta que quedarme en casa, no puedo pensar en dejar desatendidos a mis pacientes. Eso sí, tengo horarios cómodos y no soporto las prisas de nadie, pero yo creo que mis pacientes lo saben de sobra.

- Ser curioso. Tengo dos momentos en el día que los dedico a "curiosear". Por las mañanas recién despierto leo las noticias del día en este Mac, -estoy suscrito a ABC por tradición familiar- y también de otros 3 o 4 diarios de Sevilla y nacionales incluso algunos panfletos del gobierno. Me salto todo lo relacionado con la política (desde hace años) y con el Covid (desde hace meses). Me gustan los columnistas con opiniones libres y valientes, los periodistas que se salen de lo politicamente correcto, los que usan un prisma diferente, los poetas de la actualidad, los que van a contracorriente, los irreverentes consigo mismo, los que me hacen meditar y reflexionar. Así me gusta empezar el día. El otro momento mágico de mi día a día es cuando, después de ver algún capitulo de una serie (aún sigo en Los Soprano) o algún partido de futbol (sevillista seré hasta la muerte) y con permiso de la autoridad competente, me meto en mi cama, flexo encendido y libro en la mano, y me sumerjo en cualquier aventura novelesca o en cualquier relato filosófico o científico que me quiera contar el autor. Yo me dejo convencer por las letras y participo activamente de lo que voy leyendo hasta que se me nubla la vista y ya no se si estoy despierto o dormido o acarajotado... entonces me pongo el bozal antironquidos y me dejo caer por el precipicio oscuro del ensueño. Una delicia diaria.

- No caer en la trampa de los políticos. Pasar de ellos. Ignorarlos. A todos. De izquierdas y de derechas, de centro, de arriba, de abajo, de oriente y de occidente, de delante y de detrás, de frente y de perfil, de rojo de azul, de verde y de gris. Creo que fui de los primeros que se atrevió a llamar psicópata al Psicópata nefasto que tenemos en el vértice de la pirámide de caca pestosa que tenemos gobernando España y ocupando sitio en el Parlamento. Me tapo la nariz cuando los veo y miro para otro lado. No creo que vuelva a votar en mi vida. Ni falta que hace.

- Disfrutar de mi familia, que es maravillosa, empezando por mi guapísima esposa María José que es mi luz y mi guía (cursilada, pero cierto) y sin ella no hubiera sido quien soy ahora. Disfrutar de mi hija Ana, mi médico, mi regalo del cielo, mi niña bonita, madre (gracias a David) de mis tres nietas Celsa, Leonor y Ana, tres ángeles regalos del cielo; disfrutar de mi hijo Celso, un tío hecho y derecho, un ejemplo de vida para mí, coherente, recto, sensible, bueno buenísimo, padre (gracias a la bendita Paloma) de Celsito IV, que me tiene embobado y futuros padres (sDq) en las próximas horas de otro varón que no se todavía como se va a titular en el Registro Civil...  Incluyo en esta felicidad y disfrute a mis hermanas Concha, Lourdes y Pilar, y hermanos José María, Fernando y Jesus, sin olvidar a Reyes que luce en el cielo con su brillo eterno. De todos mi sobrinos queridos y de mis primos que algunos son como hermanos y ellos lo saben.

- Y mi madre... que va a cumplir 90 años con su cabeza lúcida y ordenada y su cuerpo maltrecho y desvencijado, pero con una capacidad para asumir su destino y una resiliencia como nunca he conocido a nadie ni conoceré. Mi madre es un ejemplo de fortaleza mental y adaptación a las circunstancias, según ella, desde que estuvo interna en las Irlandesas de Castilleja de la Cuesta desde los 14 a los 18 años. ¿Pa comersela o no?

- Disfruto muchísimo de mis amigos y los conservo como oro en paño. Mis amigos son parte de mi familia. La amistad para mí es tan importante que la valoro como premios diarios cada vez que me encuentro con alguno. Amigos de la infancia, del colegio, amigos de la adolescencia y juventud, de la carrera, de la playa, del trabajo, del padel -cuando me atrevía a jugar- ... todos son un puñado de buenas gentes con los que puedo disfrutar, desahogarme, reir, llorar, cantar y hacer siempre planes disfrutones sin pedir explicaciones juzgarnos los unos a los otros. La amistad es lo contrario de lo que hacen los políticos, para que nos vayamos entendiendo.

- Me pongo manos a la obra.

- FELIZ 2022 PARA TODOS USTEDES y muchas gracias por leer este Cuaderno.

jueves, 4 de marzo de 2021

Ánsares de "La Abundancia"

Este recuerdo precioso me manda mi hermano Jose María: 

 En esta tarde entre gris y sol de primeros de marzo he salido a pasear como todos los días con mi perrita “Chica “por los campos cercanos a mi casa. 

Vivo en un lugar privilegiado, Aljarafe profundo, donde las viñas en este tiempo podadas empiezan a asomar sus nuevos brotes que en el verano darán sombra a los racimos de esa uva que en septiembre se recoge para dar el maravilloso mosto santo y seña de esta tierra. 

 En las estácales los olivos se están desmarojando para dejarlos limpios y que en octubre den esas aceitunas de verdeo únicas de esta zona; los arados mueven la tierra para quitar la yerba que después de un invierno lluvioso y con los rayos de sol ha invadido los cercados; los frutales están floridos de blanco y rosa llenando de colorido las veras de los caminos; las codornices están en pleno celo y alegran con su canto el paseo del caminante; las perdices ya acolleradas buscan sitio para su nido y los verdones, jilgueros, chamarices y cogujadas revolotean celosas por las ramas de los árboles. 

Al caer la tarde ya volviendo de regreso escuché en el cielo el canto de los ánsares que tapados por las nubes, me los imagine volando en V para pasar la primavera y el verano en las tierras del norte después de haber estado el invierno en los humedales de esa maravillosa marisma arrocera. 

 Al escucharlos y sentirlos me vino a la memoria un recuerdo imborrable de cuando era un niño e iba con mi padre a “La Abundancia” histórico cortijo de la marisma en el que pastaban los toros de Concha y Sierra -la tía Concha-, tierra llana y calma donde la vista se perdía en el firmamento, allí las yeguas y los potros corrían libres retozando juntándose con las vacas de vientre y los becerros bravos; los toros sardos y berrendos reburdeaban oliendo a las lejanas hembras mientras se afilaban los pitones en los bordes de los lucios haciendo que gallaretos y polluelas volaran asustados sobre el agua buscando el aguardo de los juncos. 

Íbamos en un Seat 800, como un 600 de cuatro puertas, mi padre conduciendo, mi hermano Celso al lado porque se mareaba y detrás Lourdes, Concha y yo. Parábamos en la venta del cruce donde mi padre compraba pan y dulces y nos adentrábamos en la marisma. 

Al llegar al cortijo los galgos salían a recibirnos y corrían parejos a las ruedas del coche, en el patio había siempre una jaca alazana aparejada por si algún vaquero tenía que salir corriendo a resolver alguna urgencia con el ganado. Al momento salían Pepe “la vaquera” y Diego el conocedor y nos daban un beso, mi padre subía a la casa con mis hermanos, yo me quedaba en el patio jugando con un perrito y mirando al caballo tranquilo que movía la corta cola y las orejas para espantar los mosquitos que allí había por millones. 

 Un vaquero salió y me dijo que no me arrimara a las patas de la jaca y entonces me cogió como si fuera una pluma y me montó en el caballo, mis piernas desnudas apenas salían de la azalea de la montura y el olor a cuero engrasado me pareció maravilloso. 

Era un hombre muy moreno con traje gris de campo con remiendo en las rodilleras, fuerte, rudo y bondadoso, cogió a Concha y la subió también, me dio las riendas y él, llevándolo desde abajo, nos dio vueltas por el patio donde el caballo perfectamente domado seguía sus indicaciones. Fui el niño más feliz del mundo y ese hombre que en ese momento me pareció Dios, era el Gran Curro Morón, maestro garrochista y caballista antiguo, genio de la Puebla del Rio. 

En el cercado detrás de la casa había una bandada de ánsares encerrados que tranquilos masticaban las malvas y los cantuesos y un macho de avutarda domesticado que eran utilizados por mis tíos y mi padre como reclamos en las cacerías. Yo estaba tan tranquilo mirándolos cuando de pronto se formó una algarabía y los ánsares empezaron a reclamar fuerte y a mover las alas como queriendo salir volando con el cuello arriba. Fijé la vista en el cielo, una bandada de ánsares silvestres pasaron a la altura de la veleta del tejado y dieron varias vueltas al cortijo. 

Mi padre salió corriendo de la casa con los hombres y dijo:” ya están aquí los ánsares hay que preparar los puestos”, yo los miraba absorto y su sonido me pareció maravilloso, era el mes de noviembre y la bruma de la marisma empezó a rodearnos… 

 Cuando volvíamos en el coche yo miraba por los cristales, todo el conjunto de toros, caballos, galgos, bueyes y sobre todo los ánsares se me quedaron grabados en la retina para siempre, por eso, cuando hoy escuché ese canto inconfundible, estos recuerdos afloraron a mi memoria y retome la ilusión que tuve aquel día frio de noviembre con los ánsares de “La Abundancia”. 

Jose Maria Pareja Obregon 

 Villanueva del Ariscal 4 de marzo de 2021.
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Ahora escribo yo, Celso:

Jose, yo tengo recuerdos muy parecidos de la Abundancia y de aquellos años.
También montado a caballo con Curro Morón, yo delante de él agarrado a la perilla y andando entre los toros. 
Un mulo o un becerro que se quedó enredado en una alambrada y fue papá con los vaqueros a zafarlo.
Yo intentando guiar un tractor ruidoso sentado en las piernas de papá y haciendo eses.
El cuarto de mecánica, lleno de repuestos y motores, de neumáticos y cámaras, de enorme tornillos y tuercas por el suelo.
La tia Concha sentada en su sillón con andas, en el mirador de la plaza de tientas tomando notas en un cuadernito.
El tio Joaquin parando los becerros a caballo.
Toros berrendos, enormes, amenazadores.
Yeguas preciosas.
Papá siempre pegando tiros y yo cobrando pájaros...
Ricardo, Lucas, Luís...

Benditos recuerdos.

Muchas gracias hermano.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Mi padre y yo.

El día tenía que llegar. Mi padre murió con 64 años, 5 meses y 10 días… y ya tengo esa edad desde ayer. He dejado pasar un día, por aquello de decirlo con absoluta seguridad. Ya hace 26 años y pico, casi 27. 

Cuando una mañana del 23 de junio le reventó la arteria aorta y se murió de madrugada en un frio quirófano sin despertarse de la anestesia, donde buenos cirujanos intentaban recomponer lo descompuesto, yo sentí de nuevo la venida de la Muerte. 

La primera vez era un niño de 9 años cuando se murió mi hermanita Reyes, también sin avisar, muerte que aún me deja una huella imborrable. Muchas veces la imagino como estaría ahora, le hablo y le digo que la quiero, la echo de menos. 

Pero tal día como hace 27 años, cuando se llevaron a mi padre al quirófano, y me despedí de el con un beso y recibí una sonrisa de paz y serenidad, sabía que no volvería a verlo vivo. Me fui a mi casa, me tumbé en la cama y me quedé “congelado”. No sé si ustedes han tenido alguna vez esa sensación de sentimientos congelados, ni miedo, ni pena, ni angustia, ni ansiedad… tan solo esperar absolutamente aislado, inmóvil, frio, hierático, esa llamada de teléfono en medio de la noche que de sobra sabía que era para decirme que mi padre estaba muerto. Y seguí congelado mucho tiempo después. 

Mi padre era un hombre sano y deportista, yo creo que se murió de estrés por estirar demasiado la cuerda rígida-elástica que llevaba en su interior. Alguna vez antes de morir me dejó caer que le gustaría conocer Chile, que sabía que era un país de gente tranquila aficionada a la guitarra y con buen son, una costa llena de pesca y sierras de cacería abundante. 

Yo creo que no lloré a mi padre. En cierto modo y por circunstancias personales la muerte repentina de mi padre fue como la solución lógica de un jeroglífico enrevesado. Para mi, mi padre se había marchado a Chile y ya veríamos cuando volvería, pero de momento estaba bien adonde estaba. Esta sensación es la que sigo teniendo a día de hoy. Mi padre está bien. Igual ya se ha mudado de ubicación porque es un poco aventurero y está buscando, a la vejez, nuevos perdederos. Sé que descansa en paz. 

También sé que cuando se aparece en mis sueños para aconsejarme o reñirme esta igual o más joven que cuando lo dejé, con muy buen ánimo, siempre junto a mi madre, y siempre con esa sonrisa de sabio golfo y experto. Porque os puedo asegurar que 64 años en la vida de mi padre son como muchos muchos muchos más años en la vida de cualquiera, yo el primero. Nunca pude compararme con mi padre. Ya quisiera yo tener sus habilidades y vivir con esa intensidad. 

Muchas veces cuando me hablan de cacerías o de pesca, tengo que disimular y mirar para otro lado porque veo la cara de mi padre disfrutando en el campo tirando zorzales o en El Rompido llenando el barco de robalos o corvinas, y con la mirada me dice que no cuente nada, que me calle, que qué le importa a nadie lo que hemos vivido…

Está claro que me gustaría haberlo tenido con nosotros unos cuantos años mas para que hubiera conocido a todos sus bisnietos/tas – estaría contento de conocer a Celsa, a Celsito IV y a todos por supuesto- porque le encantaba educar a los niños pequeños para enseñarlos a ser valientes y a la vez sensatos, a ser libres y respetuosos, a remar contra corriente y llegar siempre a buen puerto, a ser personas de bien. 

Ojalá (Dios quiera) que cuando me reviente lo que me tenga que reventar, mi padre y todas las personas que quiero me estén esperando en ese cielo que sueño.

Te quiero padre.

sábado, 17 de octubre de 2020

De Cacerias...

Comienza una nueva temporada de caza y a mis 64 años, cuando llevo ya más de 5 años sin pegar un tiro, me pregunto: ¿he sido cazador? 
La verdad es que no lo se. Quizá nunca me he sentido cazador como observo se sienten hoy día muchos de los que están desenfundando las armas y preparándose para ojeos, batidas y monterías variadas. A todos les deseo un año lleno de éxitos y sin percances. Yo no recuerdo tener tanta afición como veo en los cazadores de hoy. 
Hablando de recuerdos, la verdad es que no sé bien cuando comencé a cazar. Dice mi madre que como era el mayor de los varones y no fui al colegio hasta los seis años, mi padre me llevaba desde muy pequeño al campo. El campo y escopetas eran más o menos lo mismo en mi casa. 
En mis primeros recuerdos relacionados con la caza, me veo agazapado tras una mata viendo a mi padre tirar zorzales, siempre esperando una señal para salir a cobrar los pájaros caídos alrededor del puesto. Iba haciendo montones. Me gustaba perseguir a los alicortados entre trochas y regajos hasta encontrarlos y recibir la sonrisa de asentimiento de mi padre al verme volver con la pieza cobrada. A la caída de la tarde, casi sin luz, la cacería al saco (¿cuántos? muchos…), la escopeta a la funda y calentito en el coche para casa. 
Colijo que mis primeros tiros, ya con siete u ocho años, fueron con la escopetilla de 12 mm, con esos cartuchos finos y largos que sonaban de maravilla. Terreras, cogujadas, alguna perdiz de peón o algún gazapo despistado fueron mis primeros trofeos cinegéticos cobrados en las lindes de los carriles. 
Al poco ya estaba tirando con el 20, dejando volar los pájaros y correr a los conejos. 
Tuve una mala experiencia por esos años, sobre 196… y tantos. Era verano y fuimos a un descaste de conejos en la finca Las Manchorras, creo que en Villanueva de los Castillejos, Huelva. Salimos desde El Rompido muy temprano. La mancha estaba muy metida en el monte, dejamos los coches y fuimos en burros. La cacería muy abundante, y yo siempre junto a mi padre, a su izquierda, tirando con el 20 los conejos que quedaban renqueantes o los que mi padre me avisaba en los claros. A última hora de la mañana, ya de recogida, decidieron rodear un manchón y meter los perros. Mi padre me dejó por precaución sentado debajo de una encina. De pronto escuché un ruido raro, como una explosión diferente, y vi un brazo en alto sangrando. El cañón izquierdo de la escopeta de mi padre reventó por la cara lateral y le destrozó la mano. La hemorragia era abundante. Recuerdo el torniquete en el brazo, mi padre pálido mirándome sin quejarse, contento de que yo no hubiera estado a su lado en ese momento, el regreso eterno en burro hasta los coches, el traslado a Huelva en un Renault 4L lleno de sangre. Después de unos meses de curas y sacar muchos plomos del brazo, estábamos de vuelta en el campo, de nuevo cazando y yo a su lado, sin miedo. 
He tirado zorzales con mi padre por muchos pueblos de la campiña y la sierra de Huelva y Sevilla; en algunos sitios, he visto a otros tiradores dejar la escopeta para ver el espectáculo de mi padre haciendo dobletes y una lluvia de zorzales cayendo. Eran otros tiempos. 
Nunca me gustó levantarme de noche y pronto fui relevado como escudero de mi padre por mi hermano José María, mucho mejor tirador y con mucha más afición que yo. 
Desde joven aprendí a recargar cartuchos en las vainas que mi padre traía del Tiro de Pichón. En un pequeño buró teníamos las herramientas y las prensas, la pólvora, los tacos, los plomos de distinto calibre y los mixtos. En una tarde recargábamos doscientos cartuchos que mi padre metía en bidones de lata pintados de verde. Todavía tengo alguno. 
Mis años más felices de cazador fueron a partir de los 15 años que empecé a cazar por mi cuenta. Los fines de semana íbamos a la dehesa de Los Cerros donde vivía mi tío Joaquín con mis primos. Yo mangaba cartuchos recargados. La cacería se convirtió en una diversión. Jugábamos a cazar. Salir con los perros al campo, jalearnos conejos, zorzales y perdices (prohibido tirarlas, solo para el reclamo, que aburrido…) o cobrar alguna liebre despistada que buscaba carroña por los llanos de La Tiesa. 
Otra diversión maravillosa era escaparnos por las noches en el Land Rover o en mi 2CV sin capota para tirar conejos con la luz de los faros, rodeados de perros ladrando; nunca vi mejor tirador en estos lances que mi primo Joaquín (DEP), tiraba a una sombra y cobraba un conejo. Con una pequeña navaja y de un par de tajos destripaba (las tripas eran un manjar para los perros) y desollaba un conejo en menos de un minuto, todavía con la carne caliente y palpitante. En la chimenea asábamos algunos antes de acostarnos. 
Recuerdo un día que salí solo a dar una vuelta con una superpuesta del 20 que estaba probando. Al atravesar una umbría se levanto de largo un pájaro que no era una perdiz y lo bajé del primer tiro. Me quedé quieto, recargando, y al momento voló casi de mis pies la collera, la dejé volar y aseguré el tiro. Dos becadas “pitorras” que me colgué mas contento que qué. Al llegar al cortijo mi tío Joaquín no se lo creía. Por supuesto les sacó las tripas con una ramita y las colgó del pico en su cuarto… ¡que homenaje se pegaría a los pocos días! 
A veces teníamos que quitar zorros, pues no dejaban a las perdices criar. Los puestos -seis o siete- se montaban sobre tablas en encinas y chaparros porque el monte era apretado y los tiraderos peligrosos. Los jaleadores a caballo, el primero tío Joaquín con sus zahones su trabuco y su escopeta, dando palos a las matas y jaleando a los perros: ¡Pongo, Terrible, allí va, allí va…! Revuelo de pájaros, conejos, los zorros dorados que van cayendo y algún gato rubio que se entremete donde no debe y sale en la foto. 
Otras -menos- veces tirábamos en La Abundancia gachonas o polluelas, pero cuando había era un tiroteo y un remolino de perros pasados por agua. Alguna vez me puse a los ánsares, pero no me gustó eso de meterme en el fango antes de que amaneciera. Tampoco los patos eran santo de mi devoción por el frío y la humedad de los puestos. 
Se me daba mejor el pelo que la pluma, o a lo mejor es que disfrutaba mas cazando con los perros que inmóvil en un puesto porque soy inquieto y prefería buscar la cacería andando por el monte, a esperar estático y sin moverme. Bueno, cuando entraban los pájaros y uno tenía el día bueno, era una delicia, la verdad. 
Por eso nunca he cazado con el reclamo de perdiz (colgar el pájaro se llama), una de las aficiones preferidas de mi padre. En mi casa siempre hubo pájaros perdices en jaulones terreros y jaulas, y mi padre llevaba los libros de cacerías de cada pájaro año tras año. 
Mis primeras monterías fueron en El Puerto de la Virgen, en Zufre, con mi tío Juan de Dios, allí maté mi primer cochino con 17 años, allí hice los primeros aguardos con mi primo Juande (no me gustaron nunca) y allí me quemé las manos tirando palomas torcaces. En esa finca lo pasamos también estupendamente, era muy buena de conejos y perdices (también para el dichoso reclamo…), y tenía muchos cochinos; no era difícil tirar un zorro con un poco de paciencia. Las fiestas después de las cacerías eran otro aliciente de esa magnifica finca serrana. 
Desde joven también he tenido la gran suerte de acompañar a mi primo Manuel Diego en la caza con halcones, azores y con águila de Harris; la cetrería es un espectáculo ancestral digno de reyes, respetuoso con el medio ambiente y absolutamente magistral. Ver un lance de un halcón en picado o el vuelo vertiginoso de un azor entre los árboles hasta agarrar a su presa es ver la naturaleza primitiva, el origen de la cacería. 
Aunque parezca mentira hemos cazado también en El Rompido, pues la forestal de Cartaya era nuestro coto privado de caza durante todo otoño e invierno. Cazábamos con las rapaces conejos y perdices en el monte bajo, las codornices en los trigos para disfrute de los perros, inviernos de avefrías y palomas en la laguna de El Portil, entonces un paraíso… hasta la “otra banda” de dunas de arena blanca a la orilla del mar estaba cuajada de conejos y pájaros… si, eran otros tiempos.
 Con el paso de los años y tras la muerte de mi padre y sus hermanos, poco a poco me fui desligando de la cacería. 
Me apunté en varios cotos de zorzales, conejos y algunos de caza mayor -siempre muy económicos porque nunca tuve jurdores-, pero nunca repetí. 
También he participado en numerosas cacerías de “bote” de faisanes, palomas, patos y perdices donde he disfrutado mucho más de la camaradería, de la amistad y de la gastronomía que de la “cacería”. 
Hace unos 10 años que sufro una sordera galopante -tantos tiros en mis oídos desde niño- que me obligó a tirar unos años con cascos, hasta que lo dejé por completo por falta de oído… y de afición. 
En realidad, siempre he sabido que no tengo cualidades ni espíritu de cazador. 
Pero a lo hecho… ¡pecho!