"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

lunes, 28 de febrero de 2022

No a las guerras

Mi opinión sobre las armas es la misma que tengo sobres las heces. 

Nadie quiere la mierda en su casa, ninguno alardeamos de ellas, actuamos como si no existieran, pero son indispensables evacuarlas para sobrevivir cada día de nuestra vida de manera tranquila y saludable. 

 Aquí va mi explicación. 

 En el mundo hay seres pacíficos y sensatos – quiero creer que la mayoría- honrados y justos, personas que se guían por principios morales y éticos, que son solidarios, tolerantes, pacientes, autocríticos, respetuosos, que se esfuerzan en ser empáticos y cultivan la mente para adaptarse a convivir con quienes los he tocado en suerte, que aceptan y comprenden el bien común -es decir la democracia- a pesar de sus imperfecciones… personas pacíficas. Afortunadamente quiero creer que somos los más numerosos (perdón por el atrevimiento de incluirme en este grupo) y somos los que mantenemos a la sociedad en paz, gracias a nuestro esfuerzo diario, al ejemplo y a la educación que proporcionamos a nuestros descendientes. 

 Pero también existen los que no tienen tan claro lo de los principios morales y éticos, que no entienden bien lo que es la honradez y la justicia, que son intolerantes e insolidarios, engreídos, más bien egoístas, codiciosos, envidiosos, que prefieren intrigar, destruir y mentir para arrebatar bienes ajenos en su provecho, antes que construir y convivir en paz. Son personas que disfrutan haciendo infelices a los que los rodean -yo conozco a unos cuantos de estos, muchos con piel de corderitos de norit- y que van sembrando la cizaña del mal por donde pasan. 

 Pero los malos, malos, son aquellos que teniendo responsabilidades de alto rango en los gobiernos mundiales nos les importa crear las condiciones que hacen posibles las guerras, a veces incluso justificando la violencia mas depravada. En realidad, por muchos cargos y uniformes que tengan son ladrones, criminales y asesinos. 

 Esto es así desde el principio del mundo, desde Adán y Eva, Caín y Abel. Desde los albores de la civilización existe esta dualidad de comportamientos personales en todos los grupos humanos, en todas las razas, etnias, pueblos, naciones, continentes, en todos los recovecos ocultos del mundo mundial. Y sobre todo cuando entran en juego los intereses “legendarios”, ya sean históricos, territoriales, tribales, económicos o incluso tan solo egoísmos personales, e intervienen unos señores que llevan títulos tan grandilocuentes como reyes, virreyes, faraones, emperadores, césares, sultanes, califas, emires, marajás, zares, káiser, generales, generalísimos, caudillos, führer, intendentes, barones, tenientes, duces, papas, cardenales, embajadores, cónsules, duques, altezas, majestades, santidades, gobernadores, senadores, ministros primeros o penúltimos, consejeros, presidentes de repúblicas, de gobiernos, de regiones, de explotaciones bananeras, sátrapas y tiranos… Estos versos sueltos que propician el ambiente bélico, casi siempre para sus intereses personales, saben que con la guerra la muerte de inocentes al por mayor está asegurada, pero les da igual. 

 Por culpa de estos mierdas iluminados e inquisidores nos matamos entre hermanos tan solo por pensar de forma diferente, por creer en Dios, por no creer en Dios, por diferencias entre religiones trasnochadas, por los dioses que esperan en los paraísos, por rezar de rodillas o tumbados, por enseñar las piernas y la cara, por lucir colores diferentes de camisas o banderas, por disputar territorios absurdos, por reclamar fronteras ficticias e inexistentes, por ser orienta u occidental, comunista o fascista, de derecha o de izquierda, del norte o del sur, por decir viva un rey u otro, por pensar libremente, por escribir lo que se piensa, por tener la piel mas clara o mas oscura, por haber nacido en una región determinada, por tener drogas, por no tenerlas, por ser indio o comboy, vikingo o de secano, samurai o geisha, ninja o tortuga, capitán trueno o jabato, Roberto Alcázar o Pedrín… hasta por ser de equipos de fútbol distintos se ha llegado a matar… 

 Los muertos nunca son los familiares de los que inician las guerras. Los muertos son inocentes en un altísimo porcentaje. Inocentes, hombres mujeres y niños que pertenecen al grupo de los pacíficos, que no se olvide nunca. 

 Volvemos a las heces. 

 Desde que tengo mayoría de edad y siempre dentro de la legalidad he tenido escopetas en mi casa con su munición correspondiente porque he sido cazador en el pasado. Una noche, estando en el campo un primo mío y yo, aislados en la sierra -entonces no existían móviles ni teléfonos en el campo- fuimos despertados por unos ruidos que no eran los propios de los animalitos del entorno, mas bien eran ruidos producidos por personas que intentaban entrar a la fuerza en la casa. Me asomé sin encender luces por una ventana y vi dos sombras, una merodeaba por mi coche intentando abrirlo y otro parecía que intentaba forzar la puerta de la casa. Di una voz de ¡quien anda ahí! Las dos sombras se escondieron detrás un alcornoque a unos veinte metros de la casa. Éramos jóvenes y estábamos literalmente cagados (muy muy cagados). El instinto de supervivencia se impuso. Cargamos en silencio dos cartuchos en cada arma y esperamos vigilando por el ventanuco. A los pocos minutos salieron las sombras -eran tres- a la escasa luz de la luna y se acercaron de nuevo al caserón. Los dos primeros tiros les pasaron como a un metro de sus cabezas y arrancaron ramas y hojarasca abundante del árbol. Los vimos gritar y correr hacía un carril cercano donde tenían un todoterreno y salieron sin luces a todo lo de daban. Mi primo los despidió con dos tiros, por delante del coche barriendo el carril. No me cabe duda que estaban completamente cagados. Es decir, la mierda producida por los tiros les cambió las intenciones. 

 Es más, si en vez de mi primo, estuviera yo ahí y ahora con mi mujer, mis hijos, mis niet@s, y considerara que algunos con malas intenciones amenazaban la vida de mi sangre… mi repetidora hubiera escupido fuego hasta tener la absoluta certeza que los míos estaban fuera de peligro. Eso lo tengo tan claro como el agua clara. 

 No sé si me explico. 

 ¿Eso es la guerra?

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