"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

jueves, 31 de agosto de 2023

La mujer de entre las sábanas del resturante gallego.

Este precioso relato que me manda mi sobrino Marco Soto Parejo es una delicia. No tengo más remedio que regalarlo -con su permiso- a los amigos de este blog.

EL BARRIO donde vivimos mis padres, mis hermanos y yo desde el once de septiembre de 2001 en la zona sur de Sevilla, fue construido en 1929 con idea de ofrecer un lugar de descanso a quienes trabajaron en la exposición iberoamericana en nuestra ciudad en ese mismo año. Consta de 390 chalets unifamiliares ajardinados que, por su forma alargada y sus tres o cuatro pisos de altura, según el tipo, casi recuerdan a un faro. Goza de dos exóticas plazas con aires latinos y suelos de albero donde el tiempo parece estar de descanso, aviadas con bonitos bancos de hierro negro, fuentes de agua potable y unas estructuras que a modo de porche, y después de ser engullidas por las voraces enredaderas, crean frescas sombras, tan necesarias en nuestros veranos. 
 El barrio está adornado con centenares de vivos naranjos, eminentes palmeras, arces, buganvillas, limoneros y robinias, e incluso alguna que otra familia de opulentos cactus mexicanos que recuerdan a personas sorprendidas con las manos en alto y sombrero de ranchero. 
 Es un barrio alegre y alberga gente colorida y pintoresca, a pandillas de gatos que a veces parecen estar meditando y otras jugando al escondite bajo los coches, a civilizaciones enteras de simpáticas hormigas silvestres, mirlos azabache, palomas que hacen de las ventanas mas altas sus pesebres, hermosas cucarachas de temporada, ratas invisibles, gorriones saltimbanquis y loros que cantan y visten plumas de un suave terciopelo verde. Tiene su vagabundo inmortal particular al que llamamos “el Langui” que nunca pide nada excepto algún cigarrillo que no se preocupa en encender demasiado pronto, tres colegios con profesores que beben juntos y en secreto el agua de la eterna juventud, un par de manicomios en desuso, un mercado, gimnasio, su propio equipo de futbol, que hace de las calles una fiesta cada dos domingos y, desde el año 1958 es oficial y coloquialmente llamado por todos “Heliopolis ” , lo que en griego quiere decir “la ciudad del sol”, y tiene mucho sentido pues todos gozamos de los beneficios que aporta su vitamina D, aunque este atributo pueda extenderse en realidad por todos los rincones de la ciudad. 
En este barrio se criaron mis padres, y a su vez los padres de ambos, y cuando los míos se casaron migraron al campo, donde pasamos la primera década de la infancia, cosa que ahora les agradezco, hasta que el famoso y traumático día de las torres gemelas volvieron con sus tres hijos al lugar donde se conocieron, se enamoraron y se hicieron uno. 

 LAS CASAS son casi todas blancas y están blindadas por una ley que les impide hacer reformas interiores o de estructura por lo que el barrio mantiene su aspecto original desde que se levantó, habiendo excepciones como en todas partes, claro. Los nombres de las calles que van de Norte a Sur son países de Sudamerica y las que van de Este a Oeste nombres de ríos españoles. Nosotros vivimos en el numero x de la calle Chile y nuestra casa hace esquina con la calle Ebro. De manera que, si vienes andando de sur a norte por la calle Chile y giras a la derecha de Oeste a Este por la calle Ebro solo encontraras dos casas en la acera mas cercana al Sur hasta que aparezcas en la calle Uruguay, la nuestra, y lo que hoy día es el restaurante Cambados, nombre que le fue asignado en recuerdo del pueblo pesquero gallego de donde son originarios los dueños. 

 EL RESTAURANTE Cambados es una casa como todas las demás en apariencia, solo que en sus patios hay veladores y en su salón una gran barra con taburetes, un murmullo que te hace sentir acompañado, tres o cuatro tiradores de cerveza gélida, elegantes camareros siempre en movimiento, pescados que da miedo verlos, patas de jamón ibérico curado colgantes que te hacen la boca agua, vinos rojo sangre de la tierra, whiskys y licores de todas partes del mundo, y una vitrina enorme a rebosar de marisco fresco, donde si quieres puedes dibujar tu nombre con el dedo debido al vapor que causa el cambio de temperatura de dentro afuera del cristal. Hay fotos enmarcadas en las paredes, tapando ya casi todo el mosaico de sus característicos azulejos cocidos y pintados a mano, inmortalizando las visitas de los diversos personajes que alguna vez comieron allí, príncipes e infantas, actores, futbolistas o artistas de renombre. El ambiente es marinero y el pomo de la puerta principal es un antiguo timón de madera del tamaño de un volante de coche corriente. Los dueños gallego-sevillanos y nosotros somos podría decirse “familia” después de tantos años conviviendo pared con pared. 

 HOY DÍA -siendo yo el mayor de los tres hermanos y el propietario de la idea de transformar a mi vuelta del extranjero el supuesto despacho de mi padre de la tercera planta en una habitación con idea de darle vida a ese espacio casi muerto- vivo en la penúltima planta y en la última de la casa que está habitada, compartiendo ratos, eso si, con la persona que sea que esté planchando en esos momentos, que nunca es mi padre ni nuestra hermana del medio ni el menor de nosotros ni yo, puesto que el cuarto de la lavadora también está en dicho nivel de la casa, quedando solo una planta por encima -con terraza incluida- que a falta de una idea mas interesante, se sigue utilizando como inservible cuarto de trastos (y como nadie haga algo pronto, no tardaré en convertirlo en un maravilloso spot para meditar u observar fenómenos en los cielos, y ya puestos habrá un tocadiscos, con música contemporánea polaca por ejemplo, perfecta la contemplación, algo de literatura rusa, un buen telescopio, un sillón y puede que hasta una pequeña nevera donde nunca falten cervezas internacionales, belgas, holandesas o alemanas ). 

 EN LA TERCERA PLANTA, donde solo vivo yo y de vez en cuando alguna familia de palomas a las que permito instalarse en la ventana que ellos prefieran hasta que los polluelos puedan volar, hay un cuarto de baño y es el de servicio, por lo que exclusivamente lo utilizo en momentos de extrema necesidad, y mi ropa y mis cosas de aseo las tengo en mi antiguo cuarto, en la segunda planta donde antes compartía ronquidos con mi hermano, que tras mi partida escaleras arriba se convirtió en el único habitante de dicha estancia; en cualquier caso, el espectáculo que me brindaba paseando sonámbulo por la casa gritando como loco de espanto debido a sus terrores nocturnos habían terminado años antes, por lo que aquella alcoba sencillamente dejó de tener interés para mi. 
 Aquí arriba, en la tercera planta hay dos grandes terrazas, una a la que se accede directamente desde mi habitación, donde a veces en verano saco un sofá, y otra a la que se ingresa desde el rellano de la escalera, donde se tiende la ropa, y en ambas paso largos ratos, hablo por teléfono, escucho música, practico yoga, trato de divisar sin éxito hasta el momento alguna nave extraterrestre además de intentar invocarlos, trabajo mi energía y mi salud con métodos ancestrales chinos que llevo a cabo y hago evolucionar a mi manera, doy gracias al universo por hacer su trabajo de forma tan precisa, hago respiraciones holotrópicas, y otras muchas cosas extravagantes que hacemos la gente futurista con nuestro tiempo libre. Siempre cosas buenas para el mundo -no se crean-, la gente futurista podremos parecer unos locos, y pueden pensar lo que quieran, pero es una locura sana, y para demostrarlo les digo que la gente futurista, la que es verdaderamente futurista, jamás querría autodenominarse futurista ni pertenecer a el grupo de los futuristas ni a ninguna comunidad en absoluto por que se sabe que eso son cosas que vienen del ego, y la gente futurista no quiere saber nada del ego, por eso yo no soy futurista, ni ningún futurista verdadero tampoco. 

 Dicho esto, y quedando al descubierto la magnitud de mi estupidez, y lo enredado de mi mundo interno, voy a contar lo que he venido a dejar escrito en este relato. 

 Lo que me ha impulsado a escribir estas líneas ha sido una simple creencia que ha brotado de pronto dentro de mí. 

Y es que, la mujer encargada de limpiar los manteles y en general todo el material que tenga que ser limpiado excepto el menaje del restaurante Cambados, pasa media vida conmigo, a la misma altura y a solo unos metros de distancia, puede que diez o quince, y aunque nunca hemos hablado ni una sola palabra de pronto pienso que ella debe ser una de las personas que mejor me conozca en el mundo, somos por completo desconocidos, pero pasamos muchísimo tiempo juntos, y, siendo yo una persona tan reservada, puede que incluso tímida a veces, no hago delante de nadie, las cosas extrañas que hago delante de ella, esas cosas futuristas que os contaba. 
En mi cabeza es como si, dentro de un enorme zoológico, hubieran puesto en jaulas contiguas a el abominable hombre de las nieves -tan difícil de divisar y de estudiar- y enfrente a una imponente Aguila Imperial espía, que solo observa y toma notas en silencio de forma inteligentísima. 
 Al principio, el abominable se escondía y sentía pudor por la imponente presencia del Aguila, pero poco a poco se fue acostumbrando a ella, se fue relajando, hasta que un día cualquiera, el menos pensado de todos, no le importó sentirse observado ni juzgado por su compañera a la que llamaba mentalmente “la reina del cielo”, y el abominable se acordó de las familias del norte de Europa con las que alguna vez había coincidido en alguna playa del Algarve en Portugal, que hacían su vida como dios los trajo al mundo, y se hermanó con ellos, y pensó que en el norte de Europa se nos llevaba cierta ventaja evolutiva. 
 Y llegado un momento, el abominable hombre de las nieves olvidó por completo estar acompañado y se sintió como se sienten los monstruos cuando están completamente solos, cuando no tienen que hacer ningún papel en el teatro de la vida, cuando no tienen que defenderse de nada ni nadie, ni asustar a las criaturas ingenuas de la tierra, y comenzó a cantar como si estuviera en la ducha, como si estuviese completamente solo en el mundo, y pensó mientras hacia cuidadosamente la cama: “ el día que aparezca alguien por aquí pienso darle un susto de muerte, la gente no sabe el peligro que supone encontrase con alguien que hace la cama todas las mañanas después del café, de verdad que no tienen ni idea de la afilada determinación que pueden tener estas almas, la gente debe tener mucho cuidado con ellas ” … 
Y esbozó una sonrisa, olvidando incluso lo que había estado pensando, y una enérgica sensación de alegría entró por la ventana en forma de aire fresco y lo invadió mientras escuchaba de fondo una exquisita sinfonía clásica que se escapaba del reproductor de música sin que nada ni nadie pudiera impedirlo. 
 FIN .

Titular y propietario: Marco Soto Parejo

domingo, 6 de agosto de 2023

Veraneo 2023

 Este año nuestro veraneo -de María José y mío- está siendo especial. Estrenamos apartamento y alargamos la estancia rompiera desde primeros de julio hasta final de agosto. Cosas de la edad y del merecido descanso (nos dicen los hijos...) Yo me lo creo y disfruto en tan buena compañía cada día de este largo y relajante veraneo.

El cambio de ubicación ha sido un éxito rotundo para nosotros los abuelos, ahora con mayor independencia y privacidad, unido a la vecindad con nuestros hijos Ana y David (yo le digo "mi compadre") Celso y Paloma, con los cinco niet@s, que a tiro de silbido yiuii, yiuii aparecen por todas partes como si surgieran de la lámpara maravillosa, siempre buscando a su guapa y joven abuela María José, sobre todo el pequeño Esteban, que parece que tiene un imán con su "Aba"...

Una piscina enorme a la que casi puedo saltar desde mi terraza y el chiringuito familiar "El Vertical", con helados botellines sanadores y reunidores de acólitos -tertulia de majaretas ya casi imprescindibles en mi día a día- como no puede ser de otra forma en este Rompido de mis entrañas...

Seguimos disfrutando en familia del Huevofrito para el baño diario en la Punta de la Barra, mágica playa con poderes terapéuticos salutíferos que aprovecho desde hace miles de años para practicar una mezcla de ejercicio aeróbico caminando mientras a la vez hago mindfulness, yoga, naturismo y búsqueda de tesoros preciosos que nos ofrece la naturaleza: sonidos relajantes, colores mágicos, conversaciones con las gaviotas, correlimos y charranes, baños en solitario o bien con mi santa, rodeado de niet@s que parecen peces que surgen de las olas por todas partes requiriendo atención en cada zambullida. 

Los paseos en bajamar nos permiten además explorar en familia los bajos arenosos de cien colores ocres parcheados de charcos y golas de albercas naturales donde mis nietos Celso y Esteban disfrutan "nadando" sin peligro mientras Celsa Leonor y Ana con sus tablas se están iniciando en el surf, son unas sirenas maravillosas... 

Si hay pleamar por las tardes, nos bañamos en la playita delante de La Pecera, las niñas sacan la tabla de padle-surf y reman navegando las olitas de los barcos, y yo aprovecho para darme mi baño arcano en las aguas salobres de la ría.

En las puestas de sol nos pueden ustedes encontrar a todos en el Paseo Marítimo, en el poyete ("el rebate" le llamamos) junto al Restaurante del mismo nombre, donde nuestro amigo Joaquin Ceada nos espera con su puro humeante y nos va surtiendo de copas de cerveza y mientras se va coloreando de naranja y rojo el cielo por poniente, allá por el faro, y El Rompido se va llenando de forasteros que buscan un asiento en los más de veinte restaurantes a pie de playa que se llenan cada día a estas horas.

Allí, en el Restaurante Paseo Marítimo, despedimos el día entre bromas y cervezas, a veces cenando toda la familia, donde las raciones de chocos o de acedías dura muy poco ante el apetito saludable de los nietos. Bendit@s sean.

Pero casi todas las noches disfrutamos la estupenda abuela y yo de una cena en la terraza a la luz del farolito con su vela tremulante y una copita de vino blanco helado.

Una buena película sí cuadra, y la obligada hora de lectura nocturna inductora de sueño y hasta mañana si Dios quiere señoras y señores.