Hace
exactamente cinco años que no paro de viajar, quién me lo iba a decir a mi,
mujer de mi barrio de Nervión sevillano y de pueblo. Hace cinco años que
afortunadamente terminan este verano en el que ya estarán todos mis amores en
España, hace cinco años que tuvieron que emigrar con una mano delante y otra
detrás, dos maletas y un título universitario para buscarse la vida en la
lluviosa Inglaterra que conozco menos pero si lo suficiente como para contar en
otro momento mis impresiones, y la civilizada Francia a la que cada dos meses
aproximadamente vuelvo para pasar una buena temporada con mi nieto y sus
padres. Mis hijos vuelven con unos muy buenos trabajos y un idioma que no es
cualquier cosa, pero habréis de saber criaturas de Dios que su esfuerzo,
soledades, miedos y afán de superación les ha costado.
Acabo de llegar de pasar otro quince días en la france, tierra de nacimiento de mi nieto y que se que el jamás olvidará porque con solo tres años le veo unos aires de gabacho y una felicidad en esa tierra que sus padres y su misma naturaleza se van a encargar de recordarle siempre, aunque también se que el va a ser más feliz aquí, si. En Francia no hay semana santa, ni feria, ni rocío, ni fallas, tampoco verbenas ni moros ni cristianos, no hay tamborradas estruendosas ni comilonas ni gritos ni carcajadas a reventar, en Francia hay poco ruido, muy poco ruido, un murmullo amable que a veces me saca de quicio, unas contestaciones siempre contenidas y seguidas de "oui madame", "merci madame", siempre madame, que curioso, aquí usamos esa palabra que oigo a todas horas un poquiiiiito peyorativamente. Todo el mundo está delgado en la france, los niños los primeros, los frances@s visten muy bien y no van nada repeinados, el pelo limpio y a su aire, zapatos planos y un estilismo cómodo y chic que parece muy fácil pero no lo es. Hay trabajo y se nota y todas las personas que trabajan en todos sitios porque me he dado cuenta que allí no se le caen los anillos a nadie, se ve educado y elegante, la cajera del carrefour parecía una intelectual con esas gafitas redondas y un pañuelo negro anudado a una colita, muy rubia, alta y esbelta terminó por conocerme y me dijo que me haría una lista en español de los productos más básicos para pedir porque he estado con mi santo y mi nieto sola en ese país del silencio cuando mi hija y su marido han ido de viaje. Trabajan en bares que suelen cerrar temprano, en restaurantes donde el murmullo sabe a burdeos y a queso de oveja, en oficinas y negocios, nou nou son casi todas las madres, es decir, casi todas trabajan y se turnan para el día que una no pueda estar con los niños se queda la otra con todos, se turnan por un precio razonable y que les es muy rentable, lo hacen sin trabajo sin gritos y sin agobios, no lo puedo comprender, se sale de mis entendederas, he llegado a ver en un parque a una amiga de mi hija muy francesa con su niño de tres años y dos mellizos de nou nou, osea, trabajando doblemente mientras tiene cuidado de su hijo.
Acabo de llegar de pasar otro quince días en la france, tierra de nacimiento de mi nieto y que se que el jamás olvidará porque con solo tres años le veo unos aires de gabacho y una felicidad en esa tierra que sus padres y su misma naturaleza se van a encargar de recordarle siempre, aunque también se que el va a ser más feliz aquí, si. En Francia no hay semana santa, ni feria, ni rocío, ni fallas, tampoco verbenas ni moros ni cristianos, no hay tamborradas estruendosas ni comilonas ni gritos ni carcajadas a reventar, en Francia hay poco ruido, muy poco ruido, un murmullo amable que a veces me saca de quicio, unas contestaciones siempre contenidas y seguidas de "oui madame", "merci madame", siempre madame, que curioso, aquí usamos esa palabra que oigo a todas horas un poquiiiiito peyorativamente. Todo el mundo está delgado en la france, los niños los primeros, los frances@s visten muy bien y no van nada repeinados, el pelo limpio y a su aire, zapatos planos y un estilismo cómodo y chic que parece muy fácil pero no lo es. Hay trabajo y se nota y todas las personas que trabajan en todos sitios porque me he dado cuenta que allí no se le caen los anillos a nadie, se ve educado y elegante, la cajera del carrefour parecía una intelectual con esas gafitas redondas y un pañuelo negro anudado a una colita, muy rubia, alta y esbelta terminó por conocerme y me dijo que me haría una lista en español de los productos más básicos para pedir porque he estado con mi santo y mi nieto sola en ese país del silencio cuando mi hija y su marido han ido de viaje. Trabajan en bares que suelen cerrar temprano, en restaurantes donde el murmullo sabe a burdeos y a queso de oveja, en oficinas y negocios, nou nou son casi todas las madres, es decir, casi todas trabajan y se turnan para el día que una no pueda estar con los niños se queda la otra con todos, se turnan por un precio razonable y que les es muy rentable, lo hacen sin trabajo sin gritos y sin agobios, no lo puedo comprender, se sale de mis entendederas, he llegado a ver en un parque a una amiga de mi hija muy francesa con su niño de tres años y dos mellizos de nou nou, osea, trabajando doblemente mientras tiene cuidado de su hijo.
Cierto día por poco no reviento, yo sentada en
un banco con más frío que pescando y Juan que es mi nieto abrigado hasta los
ojos jugando en los columpios, llega una mamá, esta era mamá recién parida, el
bebe pequeño no tendría más allá de una semana y cogido de su falda otro niño
como de dos años, podría hacer cinco grados; se sentó en un banco a mi lado
cogió al recién nacido y se lo puso en el pecho, mientras el de dos años se
estrellaba de barbilla al caerse del tobogán bajito, yo pegué un salto con un
ahh contenido, ella ni me miró y pronunció serenamente un nombre raro para que
viniera el chiquillo enmorecío, ni un músculo de su cara se inmutó, esperó que
rompiera a llorar y juntó su cabeza con la de el herido transmitiéndole una
ternura que no por más contenida fue menos tierna. Yo había visto a Dios
directamente, no me lo podía creer, terminó de darle el pecho al lactante
diminuto y se fue a jugar con su hijo mayor no sin antes limpiarle la herida
con un klinex y sacar una tirita de la patrulla canina, aaaaahhhhhh, que final,
de traca. Me levanté y llamé a Juan muy bajito, J u a n, vamos a casa que hace
frío, al mío le salió la vena española y dijo que pa casa me fuera yo, total
que me montó un pollo que me hizo sudar para cogerlo, todo muy suavemente,
queriéndome hacer la francesa, hasta que ya no pude más y lo trinqué en brazos
al grito de "la mare que te parió", porque el silencio hay que
mamarlo y no se puede remediar.
El centro de la ciudad es precioso divertido/contenido y elegante, mucho cine de autor, titiriteros tristes por las calles y una vida en el corazón de Europa que late muuuy acompasadamente. Francia es una república independiente silenciosa y lo que más vacío me producía y me produce, sin gritos sin Dios ni Santa María.
El centro de la ciudad es precioso divertido/contenido y elegante, mucho cine de autor, titiriteros tristes por las calles y una vida en el corazón de Europa que late muuuy acompasadamente. Francia es una república independiente silenciosa y lo que más vacío me producía y me produce, sin gritos sin Dios ni Santa María.