Escrito por mi hermano José María
En esta tarde de invierno sevillano cuando la bruma se impone al tímido sol y el frio poco a poco se va metiendo por las rendijas de nuestras casas me he ido a dar un paseo por los recuerdos de mi infancia en un barrio de las afueras donde nací, el barrio de Nervión y la Huerta del Rey, prolongación del torero barrio de San Bernardo donde nacieron toreros de las dinastías de los Vázquez, Pepe Luis y Manolo, Diego Puerta y tanta gente torera que se criaron jugando con las reses que iban para el matadero.
Siendo un niño jugaba en los descampados de la antigua basílica del colegio Portacoeli, de los Padres Jesuitas y dueños de una gran extensión de terrenos en lo que es ahora la avenida de Eduardo Dato. En mis paseos por dicha avenida antes de subir el puente de San Bernardo me fijaba que había una solitaria portada cerrada a cal y canto y siempre me pregunte que a quien pertenecería aquel bello y triste marco de piedra abandonado, yo me imaginaba una casa solariega y campesina absorbida por el crecimiento de la ciudad hasta que un día un profesor de historia de mi colegio me dijo que allí hubo una plaza de toros; los antiguos aficionados a los toros lo sabían pero para las nuevas generaciones al no ser un monumento típico de Sevilla fue quedando en el olvido.
Sevilla, ciudad dual en casi todas sus costumbres, Vírgenes: Macarena y Trianera; Cristos: El Cachorro y Gran Poder; toreros: Belmonte y Joselito. En cuanto a su plaza de toros solo tenía el templo de la Maestranza en el Arenal de Sevilla, cuna del Toreo y puerta de embarque pegaito a la torre del Oro. En este amarillo albero traído de Alcalá de Guadaira venían a jugarse la vida los chavales que con tan poca de esperanza de encontrar un medio donde ganarse la vida soñaban con salir por la Puerta del Príncipe y si no por la que olía a hule y formol por que como dijo uno de esos torerillos del que tengo el honor de llevar la sangre que corre por mis venas, Manuel García Cuesta “EL ESPARTERO”: “mas cornás da el hambre”.
Esta plaza de la Maestranza pertenecía a la Real Orden de caballería, noble y regia institución presidida por la más alta aristocracia sevillana, círculo cerrado y excluyente donde los apellidos marcaban la posición social y donde había que rendir pleitesía. Pero una de las grandes figuras del toreo sevillano: Joselito “El Gallo “quiso que el toreo pudiera llegar a todos los estratos sociales y fundó la Plaza Monumental de Sevilla en pleno barrio de Nervión.
En el año 1918 se inauguro la nueva plaza de toros para -como dijo Joselito- que el pueblo obrero y llano pudiera disfrutar de las corridas. Desde el principio se encontró con muchas dificultades por parte de las autoridades para su construcción pero el gran Maestro de Gelves siguió con su sueño hasta que se inauguró.
Este sueño duró como un suspiro, poco más de un año y sus ilusiones se toparon con la fuerza del poder dominante que ejercía la clase alta en esta ciudad tan vehemente.
Problemas de construcción y seguridad acabaron con la historia de esta plaza Monumental que más que un coso taurino tuvo un significado social y de reclamación del cambio que este genial Maestro hizo como suyo.
José Mª Pareja-Obregón