Publicado hoy 24 de abril en el suplemento especial de ABC Andalucía "Sevilla en Primavera"
Una vez recogido el último paso de Semana Santa, Sevilla se
desprende de repente de los vestigios del invierno para adelantarnos al
cuarenta de mayo predispuestos a estrenar mental y físicamente una primavera de
sentidos exaltados. Y en una quincena nos encontramos de frente con La Feria de
Sevilla. “Sevilla tiene una cosa… que
solo tiene Sevilla…”
Y como galeno que llevo cincuenta y tantas Ferias en
mi cuerpo serrano pretendo resumir para todos aquellos de ustedes que no
conocen en profundidad esta Feria de Sevilla, qué es lo que sucede en nuestro organigrama sensorial y como podemos
y pueden ustedes disfrutar y aprovechar al máximo nuestros sentidos durante estos
seis o siete días tan bien contados de la semana más jubilosa del año
sevillano.
Desde aquellas Ferias de mi infancia y primera
juventud en El Prado de San Sebastian, que traen a mi memoria mañanas soleadas con
tatas de uniforme y barullos de caballos en las puertas de las casetas, fiambreras
con el almuerzo y la merienda, una Fanta con la bola de azúcar de algodón, la
visita diaria a los tan esperados “cacharritos” en la Calle del Infierno, por
la tarde función de payasos en el Circulo de Labradores y antes que anocheciera
de vuelta a casa y a dormir, hasta estas últimas ferias en Los Remedios, tan electrificadas,
sonoras y nocturnas, creo que me he formado una opinión que puede ayudar a
quienes se acerquen de visita a esta bendita ciudad para participar de la “Feria de Sevilla” durante estos días
tan señalaitos.
Sevilla en primavera es una bendición de Dios, de la
Naturaleza y hasta del “Sursumcorda”. Si puede, vengase usted a Sevilla unos
días antes del inicio de la feria a disfrutar de esta maravillosa ciudad, a “cogerle
el aire”, como decimos por aquí. ¿Esta usted ya instalado? Bienvenido querido
amigo. Para empezar regálese un buen paseo por la mañana entre monumentos
históricos y piérdase sin prisas por las callejuelas del barrio de Santa Cruz o
del barrio que prefiera, siéntese en una
plaza llena de colores a aspirar el suave aroma que dejan las flores, oiga
el rumor del agua y de la brisa en sus parques que seguro que le susurrarán al
oído narraciones extraordinarias, busque
a los poetas y pintores que deambulan felices entre nosotros porque saben que
no han muerto del todo mientras los recordemos y pasean confundidos con los
sevillanos, escuche como en el cielo cantan alegres las golondrinas y los
vencejos, párese a observar la mágica luz que se cuela por entre las ramas de
los naranjos y adivine los mensajes secretos que escribe sobre las paredes
encaladas, huela el azahar hasta comprenderlo, observe el color especial y disfrute del ambiente festivo de los barrios
sevillanos a la caída de la tarde, participe de la agradable y animosa vida en
la calle, pida una copita de vino y tómese unas tapas en cualquier bar o taberna, imprégnese del perfume del
jazmín y busque la dama de noche en cualquier arriate de cualquier callejuela
tranquila mientras la luna del cielo andaluz ilumina tanta plata moruna que nos
regala en forma de flores olorosas. Déjese llevar por nuestra ciudad y será su
ciudad para siempre.
Aprovechese y no se pierda una tarde de toros en La
Plaza de Toros de Sevilla, la más bonita del mundo. La Real Maestranza de
Caballería cuida su plaza como si fuera oro en paño y es un privilegio de todos
los sevillanos contar con este verdadero monumento de la tauromaquia como es
nuestra “Maestranza”. Y como se “ven” los toros en esta Plaza no se ven en
ningún otro sitio por muy grande que sea. Vayase con tiempo a disfrutar el
ambiente que rodea el anillo exterior de la Plaza. La Sevilla del XVII en su
más pura esencia cervantina con todos sus personajes se dan cita cualquier
tarde en sus alrededores y, si se fija con atención, no sería raro que se
topara con el mismo Sancho Panza
buscando a su rocín. El Licenciado
Vidriera no se pierde una. Tenga cuidado con los pícaros Rinconete y Cortadillo que han venido
desde la Huerta del Rey al olor de la sardina. A El Quijote hace tiempo que no lo vemos pero aparece de tarde en
tarde y se sienta, ya curado de espantos, en una grada de sol donde esta
tranquilo y calentito…
Y llegando el momento, vámonos a la Feria. Señora:
no tenga reparos de vestirse de flamenca con su traje de gitana, sus flores en
la cabeza y un mantoncillo bordao sobre los hombros, pendientes, peinetas y
peinecillos de colores, zapatos de tacones, garbo y elegancia al caminar, una
sonrisa de felicidad… ¡y a disfrutar! (Consejo: no invente nada que ya está
todo inventado, si tiene dudas lo mejor es que pida consejo a cualquier amiga
sevillana). ¡Esta usted guapísima señora! ¿No nota usted como la miran? Comportese
con naturalidad, los sevillanos somos muy de piropos y requiebros, pero bien educados,
se lo aseguro. Muy Señor mío: usted pongase guapo y elegante: “Maqueao”. Nunca
se disfrace de “flamenco” o algo similar si no va a ir usted a caballo o de
“cochero” en un coche de caballos. Los sevillanos solo nos vestimos “de corto” -es
decir con traje campero antiguo- para montar a caballo. Nunca para ir a la
Feria a pasear. Un clavel en la solapa de la chaqueta basta y sobra como
adorno. Y como lujo, una guapa mujer de su brazo vestida de flamenca. ¡Ole!
Para disfrutar de la mañana lo mejor es llegar hasta
Los Remedios caminado tranquilamente. Ustedes serán testigos como desde todos
los barrios, Triana, el Centro, El Porvenir, Nervión, etcétera se van creando
afluentes de personas a pie o en coche de caballos que toman la misma dirección
y casi todos confluyen en uno de los puentes que tenemos que cruzar para llegar
a La Feria. “Rio Guadalquivir de orilla a
orilla….” Atravesar de orilla a orilla el río Guadalquivir por el Puente
del Patrocinio (de El Cachorro), de Triana, de San Temo o de Las Delicias es una
experiencia para recordar y un regalo para la vista. No dude en asomarse al
espejo de la lámina de agua que refleja el cielo y el firmamento entero… si se
fija bien es posible que distinga aun la estela plateada que dejaron tantos y
tantos navíos que llegaban al puerto del Arenal cargados de los Tesoros de Las
Indias o salían navegando desde Sevilla a descubrir mundos nuevos. Yo la he
visto…
En cuanto cruzamos el río el aire ya huele a Feria. Olor a Feria. Este es
un olor ancestral mezcla de arcanos elementos que trasminan de la tierra
mojada, del río centenario, de los caballos y sus cagajones, de la fragante
agua de Colonia de las flamencas, de los puestos de claveles, de las copas de fino
o a manzanilla fresca recién escanciada… un olor que no deja indiferente por su
rotundidad, olor animal y a la vez terrenal que desata pasiones, olor de
feromonas, afrodisíaco y excitante que alegra los corazones mas frios, olor a
Feria de Sevilla… De hecho yo creo que casi todos los jóvenes sevillanos nos
hemos enamorado alguna vez durante estos días de feria en esas tardes tan
largas y noches tan luminosas, me consta que grandes historias de amor han
surgido a la grupa de un caballo, o bailando una sevillana mirandose a los ojos…
“quisiera decirte cantando bajito muy
cerca al oido: te quiero… “
Para entrar con buen pie en “El Real de la Feria” debe
hacerse por debajo de la Portada que cada año es distinta pero siempre una obra
de arte de buen gusto e ingenieria provisional. Cuando se entra a la Feria por
primera vez todos los sentidos se desbordan. No se sabe bien adonde mirar para
no perderse tanta belleza, no sabemos que escuchar de tan bonito que suena a
cada paso que damos el soniquete de los adentros de las acogedoras casetas, suena
música por sevillanas que se van mezclando a compás con el sonido de los cascos
de las cabalgaduras que parecen bailar sobre los adoquines y con la rodadura y
el cascabeleo de los coches de caballos. No dude y detengase a mirar y admire
el Paseo de Caballos, extraordinaria maravilla del Arte Ecuestre de la Doma Vaquera
en exhibición continua con los mejores maestros, familias enteras de ganaderos
donde abuelos, padres, hijos, nietos o cualquier aficionado a la doma y al
enganche muestran sus mejores cabalgaduras y sus mas cuidados y valiosos coches
de época magníficamente enjaezados. Cada día podemos admirar un repertorio
excepcional de los mejores caballistas y caballos que conmemoran y recuerdan
anualmente de esta inigualable manera el origen exclusivamente ganadero de la
Feria de Sevilla.
Sigamos el paseo y extasiémonos durante la fragante
mañana con tantos colores: preste atención al azul del cielo -“tus ojos azules… como el color del cielo cuando
no hay nubes”- cómo ilumina el albero de Alcalá y este presta su pátina
anaranjada a todos los demás, al rojo, al verde al azul y al blanco de los
toldos y los farolillos, también a los majestuosos colores de los trajes de flamenca
que son sinfonías de arco iris en movimiento, y esas caras tan guapas de las
mujeres de mi tierra esas gitanas que venden claveles que parece que se han
escapado de un cuadro de Baldomero Romero Ressendi, ese resol de las primeras
horas de la tarde, tan generoso, que incluso permite el curioso color del colorado que nos va arrebolando la cara sin
darnos cuenta.
Cuando va cayendo la tarde “…la tarde cayendo está”, el sol se esconde por los cerros de El
Aljarafe teñido de albero sonriendo y satisfecho de haber iluminado un día más
tanta alegría y felicidad. Es el momento de dejarnos abrazar por la cintura
bailando unas sevillanas con quien nos saque a bailar. “Voy a sacar a bailar a la del vestio grana…” ¡Ole como baila esa
gitana de bien! Entre baile y baile, cuatro sillas y una mesa, una copa de vino
español muy fresca o una helada cerveza, aceitunas, una tapa de jamón, marinos
crustáceos, fritura sevillana, tortilla de papas…
Llega la noche pasito a paso y pronto se encenderán las
luces mágicas que nos transportan otra vez a nuestra niñez de magia y de
ilusión al ver los farolillos prendidos. Luces cenitales coloreadas que
iluminarán nuestro deambular por las calles ya regadas y limpias, sintiendo ese
vapor que asciende del asfalto y nos invita a pasear sin prisas admirando la
singularidad de esta Feria inigualable.
Cuando se apagan los farolillos y comienza a caer el
relente que perla nuestra cara, es hora de regresar “a Sevilla”, acaso de
cruzar de nuevo el puente sin tener miedo al reflejo de la luna en el río, -“por el reflejo del río tuvo miedo mi serrana
y la luna sintió frío al ver su cara en el río reflejada en la ventana” es
hora de pasos cansados, de cuerpos felices y satisfechos, horas de disfrutar el
recuerdo del día quizá tomando una taza de chocolate caliente y churros en los
muchos puestos que encontraremos abiertos hasta el amanecer.
Yo no se porqué estoy deseando ahora mismo llegar a
mi casa y quitarme los zapatos.
Muy buenas noches.
!