"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

martes, 19 de mayo de 2015

Manuel Molina

Se ha muerto esta madrugada un poeta, Manuel Molina.

Menos de tres meses hace cuando vino a contarme que tenía una molestia en la espalda y una tosesita que no le dejada cantar a gusto. Bastaron unas radiografías para ver la “guasa” maldita que se lo estaba comiendo por dentro. El quiso que le hablara claro y directo y le conté lo que le tenía que contar, le expliqué como estaban las cosas dentro de su elegante cuerpo y las alternativas que tenía de tratamiento. 

Manuel me miró con esos ojos escrutadores que te traspasaban el alma cuando te miraba, que te acariciaban por dentro con la serenidad de los que han vivido tanto y tan a gusto que no les da miedo lo que les quede de vida. “Yo lo que quiero es seguir igual que siempre, estar tranquilo, escribir cada día mis cositas, tocar la guitarra y cantar, fumarme un cigarrito, dar un paseo, estar con mi gente y mi familia en mi casa… lo que tenga que ser, será…” Eso me dijo sonriendo con voz de santón y con brillo en los ojos, con su aspecto de patriarca de libro de religión, de porte elegante y sereno como el señor que siempre fue, elegante, discreto, sabio en sus silencios, mágico en sus estrofas, con una garganta prodigiosa que rasgaba el alba cada mañana dejando una grieta por donde se escapa la poesía de sus labios.

Manuel Molina ha vivido estos últimos meses de su vida trabajando en su casa rodeado de su familia, con su inseparable Lola a su lado, escribiendo su libro de poemas divinos y cantando en un escenario con su hija Alba hasta pocos días antes de su muerte.

Y ha muerto digno y cabal como mueren los hombres de verdad. Descanse en Paz.


Ya he visto morir a un poeta.

martes, 12 de mayo de 2015

La niña que fui...


Escribe mi hermana Lourdes:

No se porqué, cuando he sido abuela y quiero de esa forma tan sobrehumana a mi nieto y he visto a los nietos/as de mis hermanos, es cuando tengo más clara la realidad de la niña que fui. 

Escribir sobre el pasado y más concretamente sobre las infancias perdidas, además de ser fácil porque la melancolía es fuente de inspiración, es poco creativo. Son sucesos sabidos, analizados ya y normalmente superados, el presente es incierto y el futuro está por venir, pero tampoco pretendo quebrarme la cabeza ni tengo la inspiración en buena forma ni ganas, solo me pide el cuerpo escribir algo y me acurruco en mi niñez.

Nací con mi hermana gemela y siempre estábamos juntas, la adoro, tengo otra hermana, Pilar ¡ayyy! mi artista, y cuatro hermanos como cuatro soles, cuanto los quiero, pero hoy hablo de mi porque lo necesito, en realidad necesito escribir pero no doy para mucho y lo que tengo más a mano soy yo misma.

Fuí muy inquieta, rápida de cuerpo y de mente, lo sé porque era niña ágil en correr y saltar y porque antes de pensar una cosa ya la había hecho. Mis ojos estaban abiertos a todo y me daba cuenta de mucho pero no decía nada porque no me quería tomar la molestia de hacerlo. Me horrorizaba la disciplina impuesta y me revelé conscientemente contra ella desde muy pequeña, hasta que ya pude escoger algo en mi vida y tomar decisiones, allá por los dieciocho o veinte años.

Me enfadaba a veces con la humanidad entera (me sigue pasando) y mis rabietas las tenía, aunque muchas me las comía porque por aquellos tiempo a los niños se nos daba una educación muy rígida, y cuando digo me las comía es porque entonces hacía algo que se llama "loquemedalagana" sin dar explicaciones; también me escondía en el hueco más oculto del jardín del colegio y chupaba los cabitos de los jazmines azules que eran dulces.

Pero lo que más me tranquilizaba era crearme una vida de fantasía. Me imaginaba cada día mil cosas. Hoy voy a ser como esta niña que es tan buena. Había una chiquilla en el colegio muy limpita y arregladita siempre, a la que decían que se le había aparecido la virgen por ser tan buena y aplicada. Una mañana me propuse ser como ella para tener el privilegio de la aparición. Fui todo lo buena que una persona humana de siete años puede llegar a ser: Me levanté y ordené mis cosas más a fondo que nunca, fui al colegio atravesando el campo de El Sevilla F.C. sin tirarme en la hierba fresca, andando derechita, en clase no hablé con mi amiga Carmencita nada de nada, en el recreo no pedí bocaitos a los bocadillos, estuve todo lo atenta que pude… en el recreo de después de comer jugué al teje sin hacer trampa y sin enfadarme por perder, uff, y en la misa de las seis cerré tanto los ojos pensando en la aparición Mariana que creo me trasvelé y cuando desperté me entró un pánico súbito de tener que ser siempre tan buenísima, llevar ese sacrificio de vida tan imponente para que luego, en cualquier momento tuviera una aparición inesperada.

Me asusté de tal manera que decidí en ese momento ser malísima y que la virgen se olvidara de mi y me dejara vivir a mi aire sin aparecerse, así que le conté un chiste a mi amiga Mamen y nos tiramos de risa en la iglesia. Me castigaron a quedarme sin recreo al día siguiente, pero volví a ser feliz.

En las noches de insomnio que eran pocas, me gustaba la tranquilidad de mi casa oscurita y con respiraciones tranquilas, sábanas y mantas envolviendo los sueños de mis herman@s padres y tatas. Inventé que en el patio interior de los pisos había unos hombres malos que vigilaban con un aparato especial a los niños y niñas despiertos, daban un barrido por todos los pisos y el niño que no durmiera se lo llevaban, yo cerraba los ojos y respiraba pausada para que no me fueran a pillar, la mañana siguiente llegaba sin darme cuenta.

Un día podía ser bailarina o gimnasta o cantante, en la realidad me movía con casi doce horas seguidas de colegio entre ida vuelta y comedor, era demasiado, lo bueno es que yo era perfectamente consciente que esto era una válvula de escape a la rutina, la disciplina férrea y a las ordenes sin ton ni son. 

Las vacaciones eran otra cosa… pero eso es otro cantar, ahí era todo felicidad y libertad. Fui una niña feliz y hoy me acuerdo del hueco oscuro del ascensor de la puerta de mi casa, a veces me gustaría ir, pero no, nunca volveré porque sería demasiado doloroso.


 Que alegría de mi casa, menos mal que me queda ese hueco de ascensor y la puerta de enfrente que me lleva a mi infancia perdida.-

domingo, 3 de mayo de 2015

El Cansancio

Articulo publicado en el diario ABC de Sevilla en Tribuna Abierta el viernes 1 de mayo de 2015. Día del Trabajo...

Desde hace años “cansancio” es la palabra mas frecuente pronunciada por los pacientes en mi anamnesis. Es el síntoma que casi nunca falta sea cual sea el motivo de la consulta. Cansancio exagerado desde por la mañana y a lo largo del día, cansancio crónico desde meses o años atrás, cansancio agotador y extenuante o cansancio traicionero en los momentos mas inesperados, cansancio físico y cansancio psíquico.

Los médicos a veces al cansancio lo llamamos de diversas formas -astenia, fatiga, disnea a esfuerzos, abulia- dependiendo de las características y de otros signos acompañantes que nos ayudarán a diagnosticar diferentes patologías que con el tratamiento adecuado hacen que se disipe y desaparezcan los síntomas.

Pero el “cansancio” al que me refiero es aquel al que no podemos encuadrar en ninguna enfermedad habitual. Es el cansancio de los/las pacientes que partiendo de su Médico de Familia van de un especialista a otro buscando un remedio para aliviar ese cansancio que sufren y les preocupa tanto.

Esta introducción viene al caso para explicar un problema con el que me estoy encontrando cada día con mas frecuencia en la practica de mi especialidad Medicina Interna. Son pacientes, la mayoría mujeres, que acuden e verme con un amplio historial médico tras su paso por las consultas de Cardiología, Reumatología, Respiratorio y otras. Aportan pruebas complementarias diversas, algunas muy caras y específicas, análisis completos de sangre, orina y fluidos corporales todo dentro de lo normal. Y siguen encontrandose cansadas. 

Después de un largo interrogatorio enfocado al cansancio, de revisar y repasar o repetir análisis y pruebas si hace falta muchas veces llego a la conclusión es decir al Diagnóstico de que se trata de un problema Psicosomático. Y ahí empieza el problema. La palabra “psicosomático” no les hace ninguna gracia: “¡que dice usted! ¿que me lo estoy inventando?” o “¿que pasa, que estoy loca?” o frases similares poniendo en duda mi Juicio Clínico y mi Diagnostico.

Vivimos en un país donde no le damos importancia a las patologías psicosomáticas por la sencilla razón de que no tenemos ni la mas mínima idea de su existencia y de la importancia que tienen en la vida de cada persona. No podemos –ni debemos- curarlo todo con una pastilla extraída de un bistre o de un bote de plástico.

El sistema nervioso central, el cerebro y la médula espinal, fabrican constantemente gran número de sustancias químicas que se comportan como mediadores de impulsos excitadores o inhibidores, un mínimo desequilibrio en esta producción ya sea por estrés crónico laboral o personal, por falta de descanso y horas de sueño, por depresiones y por trastornos de ansiedad larvados, por medicamentos o drogas de uso cotidiano, produce sensaciones que las vivimos como síntomas de cansancio diario y agotamiento que a veces es mas psíquico que físico.

El ritmo de vida actual tan desordenado y alejado de la naturaleza y la serenidad personal así como los problemas económicos de las familias agravados en los últimos años por culpa de los actos antisociales de los políticos y de la banca privada, el problema del desempleo en los jóvenes que hace mas difícil la relación entre padres e hijos, el paro contumaz de los mayores de cincuenta años que sospechan que nunca volverán a trabajar y para colmo los medios de comunicación con la ingente cantidad de información negativa que nos remachan a diario las neuronas contra la dura realidad fomentan este tipo de trastornos en muchas y muchos ciudadanos que se ven afectados por este tipo de síntomas.


La Medicina Psicosomática aporta soluciones reales y eficaces a estos problemas y la Psicoterapia es necesaria en la mayoría de los casos para resolver y tratar estos síntomas tan molestos. Y por supuesto aceptar esta realidad tan sencilla es el primer paso para mejorar y curarse del “cansancio”.