"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.
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jueves, 31 de agosto de 2023

La mujer de entre las sábanas del resturante gallego.

Este precioso relato que me manda mi sobrino Marco Soto Parejo es una delicia. No tengo más remedio que regalarlo -con su permiso- a los amigos de este blog.

EL BARRIO donde vivimos mis padres, mis hermanos y yo desde el once de septiembre de 2001 en la zona sur de Sevilla, fue construido en 1929 con idea de ofrecer un lugar de descanso a quienes trabajaron en la exposición iberoamericana en nuestra ciudad en ese mismo año. Consta de 390 chalets unifamiliares ajardinados que, por su forma alargada y sus tres o cuatro pisos de altura, según el tipo, casi recuerdan a un faro. Goza de dos exóticas plazas con aires latinos y suelos de albero donde el tiempo parece estar de descanso, aviadas con bonitos bancos de hierro negro, fuentes de agua potable y unas estructuras que a modo de porche, y después de ser engullidas por las voraces enredaderas, crean frescas sombras, tan necesarias en nuestros veranos. 
 El barrio está adornado con centenares de vivos naranjos, eminentes palmeras, arces, buganvillas, limoneros y robinias, e incluso alguna que otra familia de opulentos cactus mexicanos que recuerdan a personas sorprendidas con las manos en alto y sombrero de ranchero. 
 Es un barrio alegre y alberga gente colorida y pintoresca, a pandillas de gatos que a veces parecen estar meditando y otras jugando al escondite bajo los coches, a civilizaciones enteras de simpáticas hormigas silvestres, mirlos azabache, palomas que hacen de las ventanas mas altas sus pesebres, hermosas cucarachas de temporada, ratas invisibles, gorriones saltimbanquis y loros que cantan y visten plumas de un suave terciopelo verde. Tiene su vagabundo inmortal particular al que llamamos “el Langui” que nunca pide nada excepto algún cigarrillo que no se preocupa en encender demasiado pronto, tres colegios con profesores que beben juntos y en secreto el agua de la eterna juventud, un par de manicomios en desuso, un mercado, gimnasio, su propio equipo de futbol, que hace de las calles una fiesta cada dos domingos y, desde el año 1958 es oficial y coloquialmente llamado por todos “Heliopolis ” , lo que en griego quiere decir “la ciudad del sol”, y tiene mucho sentido pues todos gozamos de los beneficios que aporta su vitamina D, aunque este atributo pueda extenderse en realidad por todos los rincones de la ciudad. 
En este barrio se criaron mis padres, y a su vez los padres de ambos, y cuando los míos se casaron migraron al campo, donde pasamos la primera década de la infancia, cosa que ahora les agradezco, hasta que el famoso y traumático día de las torres gemelas volvieron con sus tres hijos al lugar donde se conocieron, se enamoraron y se hicieron uno. 

 LAS CASAS son casi todas blancas y están blindadas por una ley que les impide hacer reformas interiores o de estructura por lo que el barrio mantiene su aspecto original desde que se levantó, habiendo excepciones como en todas partes, claro. Los nombres de las calles que van de Norte a Sur son países de Sudamerica y las que van de Este a Oeste nombres de ríos españoles. Nosotros vivimos en el numero x de la calle Chile y nuestra casa hace esquina con la calle Ebro. De manera que, si vienes andando de sur a norte por la calle Chile y giras a la derecha de Oeste a Este por la calle Ebro solo encontraras dos casas en la acera mas cercana al Sur hasta que aparezcas en la calle Uruguay, la nuestra, y lo que hoy día es el restaurante Cambados, nombre que le fue asignado en recuerdo del pueblo pesquero gallego de donde son originarios los dueños. 

 EL RESTAURANTE Cambados es una casa como todas las demás en apariencia, solo que en sus patios hay veladores y en su salón una gran barra con taburetes, un murmullo que te hace sentir acompañado, tres o cuatro tiradores de cerveza gélida, elegantes camareros siempre en movimiento, pescados que da miedo verlos, patas de jamón ibérico curado colgantes que te hacen la boca agua, vinos rojo sangre de la tierra, whiskys y licores de todas partes del mundo, y una vitrina enorme a rebosar de marisco fresco, donde si quieres puedes dibujar tu nombre con el dedo debido al vapor que causa el cambio de temperatura de dentro afuera del cristal. Hay fotos enmarcadas en las paredes, tapando ya casi todo el mosaico de sus característicos azulejos cocidos y pintados a mano, inmortalizando las visitas de los diversos personajes que alguna vez comieron allí, príncipes e infantas, actores, futbolistas o artistas de renombre. El ambiente es marinero y el pomo de la puerta principal es un antiguo timón de madera del tamaño de un volante de coche corriente. Los dueños gallego-sevillanos y nosotros somos podría decirse “familia” después de tantos años conviviendo pared con pared. 

 HOY DÍA -siendo yo el mayor de los tres hermanos y el propietario de la idea de transformar a mi vuelta del extranjero el supuesto despacho de mi padre de la tercera planta en una habitación con idea de darle vida a ese espacio casi muerto- vivo en la penúltima planta y en la última de la casa que está habitada, compartiendo ratos, eso si, con la persona que sea que esté planchando en esos momentos, que nunca es mi padre ni nuestra hermana del medio ni el menor de nosotros ni yo, puesto que el cuarto de la lavadora también está en dicho nivel de la casa, quedando solo una planta por encima -con terraza incluida- que a falta de una idea mas interesante, se sigue utilizando como inservible cuarto de trastos (y como nadie haga algo pronto, no tardaré en convertirlo en un maravilloso spot para meditar u observar fenómenos en los cielos, y ya puestos habrá un tocadiscos, con música contemporánea polaca por ejemplo, perfecta la contemplación, algo de literatura rusa, un buen telescopio, un sillón y puede que hasta una pequeña nevera donde nunca falten cervezas internacionales, belgas, holandesas o alemanas ). 

 EN LA TERCERA PLANTA, donde solo vivo yo y de vez en cuando alguna familia de palomas a las que permito instalarse en la ventana que ellos prefieran hasta que los polluelos puedan volar, hay un cuarto de baño y es el de servicio, por lo que exclusivamente lo utilizo en momentos de extrema necesidad, y mi ropa y mis cosas de aseo las tengo en mi antiguo cuarto, en la segunda planta donde antes compartía ronquidos con mi hermano, que tras mi partida escaleras arriba se convirtió en el único habitante de dicha estancia; en cualquier caso, el espectáculo que me brindaba paseando sonámbulo por la casa gritando como loco de espanto debido a sus terrores nocturnos habían terminado años antes, por lo que aquella alcoba sencillamente dejó de tener interés para mi. 
 Aquí arriba, en la tercera planta hay dos grandes terrazas, una a la que se accede directamente desde mi habitación, donde a veces en verano saco un sofá, y otra a la que se ingresa desde el rellano de la escalera, donde se tiende la ropa, y en ambas paso largos ratos, hablo por teléfono, escucho música, practico yoga, trato de divisar sin éxito hasta el momento alguna nave extraterrestre además de intentar invocarlos, trabajo mi energía y mi salud con métodos ancestrales chinos que llevo a cabo y hago evolucionar a mi manera, doy gracias al universo por hacer su trabajo de forma tan precisa, hago respiraciones holotrópicas, y otras muchas cosas extravagantes que hacemos la gente futurista con nuestro tiempo libre. Siempre cosas buenas para el mundo -no se crean-, la gente futurista podremos parecer unos locos, y pueden pensar lo que quieran, pero es una locura sana, y para demostrarlo les digo que la gente futurista, la que es verdaderamente futurista, jamás querría autodenominarse futurista ni pertenecer a el grupo de los futuristas ni a ninguna comunidad en absoluto por que se sabe que eso son cosas que vienen del ego, y la gente futurista no quiere saber nada del ego, por eso yo no soy futurista, ni ningún futurista verdadero tampoco. 

 Dicho esto, y quedando al descubierto la magnitud de mi estupidez, y lo enredado de mi mundo interno, voy a contar lo que he venido a dejar escrito en este relato. 

 Lo que me ha impulsado a escribir estas líneas ha sido una simple creencia que ha brotado de pronto dentro de mí. 

Y es que, la mujer encargada de limpiar los manteles y en general todo el material que tenga que ser limpiado excepto el menaje del restaurante Cambados, pasa media vida conmigo, a la misma altura y a solo unos metros de distancia, puede que diez o quince, y aunque nunca hemos hablado ni una sola palabra de pronto pienso que ella debe ser una de las personas que mejor me conozca en el mundo, somos por completo desconocidos, pero pasamos muchísimo tiempo juntos, y, siendo yo una persona tan reservada, puede que incluso tímida a veces, no hago delante de nadie, las cosas extrañas que hago delante de ella, esas cosas futuristas que os contaba. 
En mi cabeza es como si, dentro de un enorme zoológico, hubieran puesto en jaulas contiguas a el abominable hombre de las nieves -tan difícil de divisar y de estudiar- y enfrente a una imponente Aguila Imperial espía, que solo observa y toma notas en silencio de forma inteligentísima. 
 Al principio, el abominable se escondía y sentía pudor por la imponente presencia del Aguila, pero poco a poco se fue acostumbrando a ella, se fue relajando, hasta que un día cualquiera, el menos pensado de todos, no le importó sentirse observado ni juzgado por su compañera a la que llamaba mentalmente “la reina del cielo”, y el abominable se acordó de las familias del norte de Europa con las que alguna vez había coincidido en alguna playa del Algarve en Portugal, que hacían su vida como dios los trajo al mundo, y se hermanó con ellos, y pensó que en el norte de Europa se nos llevaba cierta ventaja evolutiva. 
 Y llegado un momento, el abominable hombre de las nieves olvidó por completo estar acompañado y se sintió como se sienten los monstruos cuando están completamente solos, cuando no tienen que hacer ningún papel en el teatro de la vida, cuando no tienen que defenderse de nada ni nadie, ni asustar a las criaturas ingenuas de la tierra, y comenzó a cantar como si estuviera en la ducha, como si estuviese completamente solo en el mundo, y pensó mientras hacia cuidadosamente la cama: “ el día que aparezca alguien por aquí pienso darle un susto de muerte, la gente no sabe el peligro que supone encontrase con alguien que hace la cama todas las mañanas después del café, de verdad que no tienen ni idea de la afilada determinación que pueden tener estas almas, la gente debe tener mucho cuidado con ellas ” … 
Y esbozó una sonrisa, olvidando incluso lo que había estado pensando, y una enérgica sensación de alegría entró por la ventana en forma de aire fresco y lo invadió mientras escuchaba de fondo una exquisita sinfonía clásica que se escapaba del reproductor de música sin que nada ni nadie pudiera impedirlo. 
 FIN .

Titular y propietario: Marco Soto Parejo

miércoles, 22 de marzo de 2023

En el silencio del campo

Escrito por mi hermano Jose María Pareja-Obregón Lopez-Pazo

Siempre fui un enamorado del campo y la naturaleza. Desde niño en los descampados que rodeaban el estadio del Sevilla FC -cuando Nervión era todavía una huerta entre el campo y la ciudad- ya miraba a los jilgueros y verdones revolotear en las matas de jaramagos. 

 Desde que nací, en verano nos íbamos a Cartaya a casa de mis abuelos y crecí gateando en un huerto con naranjos donde me distraía viendo cómo bebían los pájaros en los surcos que mi abuelo Pepe hacía para regar. Al mediodía, con el calor, las chicharras nos acompañaban la siesta y por la noche los grillos cantaban a la luna. En esos primeros años de mi vida, con mi primo Manuel Diego, aprendí todo sobre los pájaros, su canto, su vuelo, nidos, crías, etcétera. Allí fui feliz porque era lo que me gustaba. 

 En la infancia todos los fines de semana nos íbamos de cacería con mi padre, Lucas, Ricardo, mi hermano Celso y yo. Íbamos por la sierra, la campiña o la marisma, según dónde tocara la cacería. Celso y yo cobrábamos los zorzales y perdices que mi padre dejaba caer como lluvia de abril y siempre acabábamos exhaustos. 

Cuando ya fui más mayor empecé a cazar por mi cuenta. Con Manuel Diego cazábamos pajaritos con la red en la otra banda de El Rompido, cazaba conejos en Los Cerros con mi tío Joaquín, la perdiz con reclamo en el Puerto de la Virgen con mi primo Juan de Dios y mi hermano Jesús, los patos y los ánsares en la marisma de la Abundancia con mis amigos los Zapata, y aprendí la cetrería con Manuel Diego en los pinares de mi querida Cartaya. Los fines de semana siempre los pasaba en el campo y, como era dueño de mi negocio, en la época del reclamo salía todas las tardes a colgar el pájaro. En la sierra he visto bandadas de palomas torcaces que nublaban el cielo, en otoño los zorzales en las estacales al ir para la dormida pintaban el atardecer y en febrero los ánsares y las grullas volaban en flecha con sus cantos anunciando la primavera. 

 Empecé a estudiar ingeniero técnico agrónomo, pero por circunstancias, lo deje y me hice industrial, aunque nunca deje mi amor por el campo y la naturaleza. Me casé y me vine al Aljarafe pues nunca me gusto la ciudad. Vivo en el corazón del Aljarafe, en Villanueva del Ariscal, donde los olivos se mezclan con las viñas y los árboles frutales en primavera llenan de colorido el campo como si un cuadro de un pintor se tratara. Tengo el privilegio de vivir tan cerca del campo que me despiertan muchas veces los cantos de los gallos y los tordos, veo amanecer y atardecer todos los días caminando por los senderos y ese paseo me sirve para reconfortar el espíritu y el alma recordando emocionado viejos lances y anécdotas de tantos años de cacería. Soy cazador y, aunque ahora no ejerzo, siempre lo seré por que el cazador es como el torero que, aunque no toree, torero es siempre. 

Después de tantos años cazando y saliendo al campo ahora en mi madurez disfruto de largos paseos todas las mañanas con mi perrita “Chica”. También salgo con mis amigos galgueros por los barbechos de Salteras para ver la carrera de una liebre que busca su amparo en la besana o en la farda de un olivo. 

 Pero una cosa ensombrece mi alegría y es que el campo está en silencio, paseo todas las épocas del año, primavera, verano, otoño e invierno y se cómo cambia la naturaleza su vestido, ahora el verde de la yerba está desapareciendo, unas máquinas rocían un producto que lo vuelve todo amarillo, los herbicidas atacan al olivo en su raíz, las veras de los trigales las queman con productos que huelen desde kilómetros y los pesticidas inundan las huertas y eso esta acabando con el campo.

 Ya no se escuchan los chamarices en celo con su vuelo para atraer a las hembras, no veo bandos de jilgueros que teñían de amarillo los caminos, no se ven verdones ni jamaces en los higuerales ni rular las tórtolas en el verano, la tristeza me invade y siento rabia y desasosiego, nunca pensé que en una tierra tan bonita y tan rica estuviera tan yerma; es terrible el silencio en el campo, no hay trinos de pájaros, no se escucha la perdiz en celo, las liebres se están volviendo estériles, tan sólo algún canto lejano de alguna codorniz triste y palomas que vuelan buscando comida en los comederos del ganado es lo único que me da alegría… ¡con qué poco que me conformo! 

 Algunos políticos de pacotilla y naturalistas trasnochados achacan a los cazadores los problemas del campo y no saben que la caza ha existido siempre desde que existen los humanos, pero no dicen nada de los venenos de la nueva agricultura. 

No soy un experto en la materia y los que han estudiado eso sabrán mas que yo, pero si puedo asegurar que llevo más de medio siglo saliendo y viviendo en el campo y en contacto puro con la naturaleza y les puedo asegurar que no hay nada más triste que ver el campo en silencio. 

 Y, o le ponen remedio… o se habrá perdido toda la esencia de la naturaleza humana.

Villanueva del Ariscal, 21 de marzo de 2023.
Jose María Pareja-Obregón

sábado, 12 de diciembre de 2020

Mi padre y yo.

El día tenía que llegar. Mi padre murió con 64 años, 5 meses y 10 días… y ya tengo esa edad desde ayer. He dejado pasar un día, por aquello de decirlo con absoluta seguridad. Ya hace 26 años y pico, casi 27. 

Cuando una mañana del 23 de junio le reventó la arteria aorta y se murió de madrugada en un frio quirófano sin despertarse de la anestesia, donde buenos cirujanos intentaban recomponer lo descompuesto, yo sentí de nuevo la venida de la Muerte. 

La primera vez era un niño de 9 años cuando se murió mi hermanita Reyes, también sin avisar, muerte que aún me deja una huella imborrable. Muchas veces la imagino como estaría ahora, le hablo y le digo que la quiero, la echo de menos. 

Pero tal día como hace 27 años, cuando se llevaron a mi padre al quirófano, y me despedí de el con un beso y recibí una sonrisa de paz y serenidad, sabía que no volvería a verlo vivo. Me fui a mi casa, me tumbé en la cama y me quedé “congelado”. No sé si ustedes han tenido alguna vez esa sensación de sentimientos congelados, ni miedo, ni pena, ni angustia, ni ansiedad… tan solo esperar absolutamente aislado, inmóvil, frio, hierático, esa llamada de teléfono en medio de la noche que de sobra sabía que era para decirme que mi padre estaba muerto. Y seguí congelado mucho tiempo después. 

Mi padre era un hombre sano y deportista, yo creo que se murió de estrés por estirar demasiado la cuerda rígida-elástica que llevaba en su interior. Alguna vez antes de morir me dejó caer que le gustaría conocer Chile, que sabía que era un país de gente tranquila aficionada a la guitarra y con buen son, una costa llena de pesca y sierras de cacería abundante. 

Yo creo que no lloré a mi padre. En cierto modo y por circunstancias personales la muerte repentina de mi padre fue como la solución lógica de un jeroglífico enrevesado. Para mi, mi padre se había marchado a Chile y ya veríamos cuando volvería, pero de momento estaba bien adonde estaba. Esta sensación es la que sigo teniendo a día de hoy. Mi padre está bien. Igual ya se ha mudado de ubicación porque es un poco aventurero y está buscando, a la vejez, nuevos perdederos. Sé que descansa en paz. 

También sé que cuando se aparece en mis sueños para aconsejarme o reñirme esta igual o más joven que cuando lo dejé, con muy buen ánimo, siempre junto a mi madre, y siempre con esa sonrisa de sabio golfo y experto. Porque os puedo asegurar que 64 años en la vida de mi padre son como muchos muchos muchos más años en la vida de cualquiera, yo el primero. Nunca pude compararme con mi padre. Ya quisiera yo tener sus habilidades y vivir con esa intensidad. 

Muchas veces cuando me hablan de cacerías o de pesca, tengo que disimular y mirar para otro lado porque veo la cara de mi padre disfrutando en el campo tirando zorzales o en El Rompido llenando el barco de robalos o corvinas, y con la mirada me dice que no cuente nada, que me calle, que qué le importa a nadie lo que hemos vivido…

Está claro que me gustaría haberlo tenido con nosotros unos cuantos años mas para que hubiera conocido a todos sus bisnietos/tas – estaría contento de conocer a Celsa, a Celsito IV y a todos por supuesto- porque le encantaba educar a los niños pequeños para enseñarlos a ser valientes y a la vez sensatos, a ser libres y respetuosos, a remar contra corriente y llegar siempre a buen puerto, a ser personas de bien. 

Ojalá (Dios quiera) que cuando me reviente lo que me tenga que reventar, mi padre y todas las personas que quiero me estén esperando en ese cielo que sueño.

Te quiero padre.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Agniel de Fontfrede/Fonfrede


Como nunca he tenido claro cuales eran los apellidos naturales/biológicos de mi bisabuela Celsa, hace tiempo que vengo haciendo algunas investigaciones al respecto.

No cabe duda que en la partida de nacimiento en Ateca (Zaragoza) se lee:

Archivo Parroquial de Ateca. Libro de Nacimientos, año 1851. Trascripción de la partida de nacimiento de Doña CELSA Sofía Bernardina AGNIEL:

“En la Yglesia Parroquial de Santa María de la villa de Ateca, Provincia de Zaragoza, Obispado de Tarazona, a veintiún días del mes de Mayo del año mil ochocientos cincuenta y uno. Yo, el infrafirmado Regente bauticé solemnemente iusta ritum Santa Romana Eclesia una Niña que nació a las tres de la tarde anterior, calle del Río, casa cinco. Hija legítima de Don Casimiro Agniel de Fonfrede, natural de San Ambrosio en Francia, su profesión licorero y de Doña Eulalia Blázquez de Orihuela, en el Reyno de Murcia, cónyuges, vecinos de Ateca.
Abuelos paternos Monsieur Juan Agniel y Doña Juana ¿Malistre?, naturales de Fonfrede, en Francia. Los maternos Don Juan Blázquez, natural de Sierra Segura en Murcia y Doña María Teresa Arana, de Cartagena, en España. Se la puso por nombre Doña Celsa.
Padrinos fueron Don José Garcés y Doña Benita Garcés a quienes advertí el parentesco espiritual que contrageron y sus obligaciones. Testigos Ramón Muñoz y Agustín Perales.
(Firmado) Mossén Vicente Cristóbal, Beneficiado y Regente”.
Archivo Parroquial de Ateca. Libro de Bautismos de 1831 a 1852. Tomo 13, fol. 635.

WIKIPEDIA: Saint-Ambroix es una población y comuna francesa, situada en la región de Languedoc-Rosellóndepartamento de Gard, en el distrito de Alès. Es el chef-lieu y mayor población del cantón de Saint-Ambroix.

El apellido AGNIEL es muy frecuente en esta población como pueden comprobar en sus archivos de nacimientos y matrimonios:


Como se puede apreciar los franceses usan tan solo un apellido en las actas de nacimiento y matrimonio.

Existen Jean Agniel y Casimiro Agniel, pero no he encontrado el acta de matrimonio con Juana ¿Malistre?

En esta región además existía una industria de licores y vinos, lo que cuadra con la historia de los licoreros franceses que se instalaron en Ateca en el siglo XIX.

También Fonfréde es un apellido francés bastante usual. Se escribe sin la letra T, es decir el apellido no es Fontfrede, sino Fonfréde.

Fontfrede no existe como pueblo, es posible que fuera una aldea rural, ahora abandonada. En el pueblo de Ceret, también en la región de Languedoc-Rosellón, se encuentra el pico montañoso de Font-Frede (Fuente-Fria) de atractivo turístico.


¿Qué conclusiones saco de todo esto?

El primer apellido de mi bisabuela Celsa era sin duda alguna Agniel por parte de su padre. El segundo era Blazquez, por su madre.

Creo que Casimiro Agniel, el padre de Celsa, pudo nacer en la aldea de Fontfrede (Ceres) donde vivieron sus padres Jean y Juana, y que pertenecía al pueblo de Saint-Ambroix -donde se inscribían los nacimientos- región de Languedoc-Rosellón, tierra de licoreros y vinateros.

Casimiro vino a vivir a Ateca como licorero y se casó en España con Eulalia Blazquez, de Orihuela, y tuvieron una hija bautizada como Celsa.

Es posible que Monseur Casimiro al presentarse lo hiera como “Agniel de Fonfrede”… y de ahí provenga el “apellido” compuesto.

Celsa tomaría el Fontfrede/Fonfrede como nombre artístico al comenzar su andadura en Madrid con la Compañía Arderius.

Por supuesto esto es solo una teoría que puede ser modificada en vista de datos que yo no poseo.

Quedo a disposición de ustedes por si quieren aportar luz y taquígrafos a esta investigación y a estas reflexiones.

Muchas gracias.






domingo, 17 de septiembre de 2017

La Conjura de los Necios

Otro vez mas vuelvo a releer como si fuera la primera vez la vida sorprendente,  de mi héroe Ignatius J. Reilly buscando luz e inspiración entra tanta tiniebla que empaña mi visón global del mundo actual.
Sí, ya se que Ignatius es un obeso, dispéptico, pedorro, espeso, onanista y misógino con un ego elefantiásico, pero tiene fe en sus convicciones estrafalarias e intenta sacar partido de las grotescas situaciones a las que se ve abocado con  el firme propósito de cambiar el mundo que le ha tocado vivir, concretamente en el Nueva Orleans festivo, intolerante y decadente de los años sesenta del siglo pasado.
Lector de Boecio (480-526), - traductor de platón y Aristóteles al latín, el cual fue injustamente encarcelado, torturado y ejecutado por defender su filosofía, su lógica y su metafísica - principalmente de De Consolatione Philosophiae, Ignatius escribe: “El libro nos enseña a aceptar lo que no podemos cambiar. Describe el calvario de un hombre justo en una sociedad injusta”… y es así como se ve a si mismo el propio personaje.
También nos anuncia que es lector y fervoroso partidario de Rosvita (Hoswrita de Gandershein 935-1002), aristócrata que se hizo monja canonesa sin voto de pobreza, escritora y poeta que predica el ascetismo, la virtud y la educación cristiana, sin poder evitar un feminismo acendrado para su época.
Por eso Ignatius se guia preferentemente por conceptos medievales y concluye que la verdadera felicidad consiste en el desprecio de los bienes mundanos hasta conseguir un bien imperecedero, que debe ser consecuencia de la “providencia universal” ya que cree firmemente en los designios de la diosa Fortuna cuando hace girar su Rueda en ciclos que condicionan nuestra suerte, diosa a la que califica de “ciega” y de “prostituta viciosa” cuando sus designios no son de su agrado.
Ignatius  J. Reilly, con su rocambolesca filosofía medieval, es un revolucionario, un quijote, un idealista, un iluminado, un provocador de entuertos variados y un destartalado metafísico al que le gusta escribir sus delirantes teorías en cuadernos baratos que abandona en el suelo de su hermética alcoba, sin saber que hoy día las comparte con sus –cada vez más – lectores y seguidores en los cinco continentes.
Teología, Geometría, buen gusto y decencia son las claves de una vida placentera  para nuestro héroe, pero todo ello trufado de pesimismo o, mas bien, de una gran desconfianza ante el optimismo.
Critica con igual pasión al capitalismo, al comunismo, a la educación inepta, a la burguesía conformista de clase media, a los guardianes corruptos del orden establecido, pero sobre todas las cosas abomina del trabajo rutinario y mecánico realizado a cambio de un mísero sueldo, que el considera un modo de esclavitud moderna, un autentico calvario y una degradación personal.
No me cabe duda que John Kennedy Toole fue lector de Jonathan Swift y que se impresionó con esta frase: “Cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él”.
Tanto es así que Ignatius en uno de sus arrebatos contra los personajes que le rodean en sus delirantes aventuras nos confiesa: “La mayoría de los necios no entienden mi visión del mundo en absoluto”.
Y aquí es adonde yo quería llegar, a los necios.
Porque, ya sea que últimamente aparecen pocos genios, ahora da la impresión que es más difícil identificar a los necios. ¿Quienes son los necios que se conjuran contra la “teología, geometría, buen gusto y decencia” en estos momentos del siglo XXI?
Haberlos ahílos.
Quizá se encuentren entre los que creen que la libertad consiste en hacer lo que les pida el cuerpo, cuando y donde prefieran, tal como hacen esos bárbaros empapados de alcohol y drogas que en verano localizamos en todas las costas españolas.
O quizá sean los necios los que por tener algún puesto de representatividad social o política se les sube el cargo a la cabeza y dan muestras de su nula capacidad de gestión incapaces de ser representantes de nada ni de nadie, pero a costa de nuestros bolsillos.
O a lo mejor son esos sediciosos que amparándose en no se qué historias trucadas desean descomponer España en “naciones” arrastrando con ellos a toda una región de anonadados ciudadanos que corren como botarates detrás de una zanahoria envenenada.
O serán los necios esos políticos -mujeres y hombres- populistas que pregonan detergentes inverosímiles y baratísimos para todas las manchas habidas y por haber, pero que no los usan en sí mismo puesto que suelen ir con greñas y con las camisetas sudadas apestosas y sucias.
O quizá sean necios los capitalistas de tres al cuarto que medran alrededor de los partidos políticos para –como aves carroñeras- repartirse a bocados los trozos de carne y despojos que se derraman del carro de la mamandurria partidista.
O son los avispados banqueros que venden humo en forma de acciones y productos financieros, mientras se reparten comisiones estratosféricas y tarjetas mágicas que hacen salir dineros de cualquier cajero del mundo, sin comisiones.
O son necios los “artistas” del balompié, esos que en vez de dar ejemplo a los jóvenes de deportividad y de bonhomía lo que consiguen es dar es ejemplo de como eludir impuestos, eso sí con peinados estrafalarios y postureo hortera, casi descacharrante por exagerados y zafios.
O serán necios los que malgastan tiempo y energía en la causa “antitaurina” sin saber una palabra de ganaderías de toros bravos y atacando ferozmente a las personas que deciden ser toreros o a las que asisten a una plaza de toros.
Y con seguridad podamos encontrarlos entre los responsables de organizar la educación en España, que no son capaces de hacer un pacto para una educación uniforme y de calidad. Los escolares españolas están por debajo de la media europea y, lo que es peor, no tenemos Universidades valoradas entre las 200 primeras del Ranking de Shangai.
¿Es de necios o no?