Hace un par de días se ha muerto mi amigo Talo Perez. Don Pablo Pérez de Guzmán y Osborne, en su DNI decía que tenía solo 58 años. Lo ha matado el cáncer.
A Talo y a mi nos unían muchas cosas. Sevilla y Huelva en nuestras sangres, Punta Umbría y El Rompido, donde nuestros abuelos ya fueron amigos.
Era tres años mayor que yo. En los años setenta y pocos apareció por El Rompido y montó con otros amigos un chiringuito estupendo en un cortijo: “El Castillo”. Allí nos llevamos unos cuantos meses congeniando, escuchando a Bob Marley and the Wailers mientras crecía la yerba a nuestro alrededor, charlando y tomando copas. Nos hicimos amigos entonces, hasta compartimos aquel verano amigas intimas, o ellas nos compartieron a nosotros…
Eran aquellos veranos de dormir toda la mañana, de tardes de barcos y baños hasta mas allá de la puesta de sol y luego largas noches de música y copas.
Gran aficionado y profesional del cine y sus entresijos… podíamos hablar de películas antiguas horas y horas. Trabajó con Elias Querejeta en varias películas. Después se especializó en cine publicitario y filmo varios cortos de gran calidad. El Arte y La Cultura eran sus grandes pasiones.
Sobre el años 2000 se le ocurrió abrir un estudio de pintura en el Porvenir, y me dijo que le gustaría contar conmigo. Alquilamos un bajo muy luminoso en la calle Diego de la Barrera, cuatro amigos: Sole Terry, Ana Maria Abaurre, Talo Perez y un servidor. Le llamamos el MoMa 2.
Allí pasábamos horas y horas dandole a los pinceles y escuchando muy buena música. Una pequeña nevera siempre con litronas frescas o tintorro, a veces una botella de guisqui o ginebra… y lo que cada cual quisiera aportar, hacían las tardes demasiado cortas para todo lo que queríamos hacer. Los fines de semana era punto de encuentro de muchos amigos y terminábamos haciendo botellonas mientras enseñábamos los cuadros pintados durante la semana.
Talo era un genio. Pintaba enormes cuadros con una fe y una decisión asombrosa, llenaba los lienzos o las maderas de colores agresivos que parecían un rompecabezas enigmático con muñecos y sombras y peces de colores y bares y soles y lunas y cuadros dentro de otros cuadros.
A veces, cuando nos quedábamos sin pinturas, comprábamos botes de tintes industriales y emplastes y plásticos de paredes o cementos y todo lo que pillábamos en una droguería cercana. Talo orquestaba con todos esos materiales unas maravillosas locuras que nos dejaba a los demás con la boca abierta. Almacenaba los cuadros unos encima de los otros y no era raro que los pintara por ambas caras. Cambiaba sus cuadros por cajas de vino o botellas de licor que compartía con la comunidad. Nunca tuvo afán de propiedad, era desprendido en grado máximo y capaz de regalarte cualquier cosa, era todo generosidad.
Ahora lo recuerdo con su bata blanca muy manchada de mil colores, en su rincón, rodeado de botes y de pinceles, fuma que te fuma, la cerveza fresquita y la sonrisa franca. De vez en cuando miraba lo que yo hacía y me decía: “déjalo ya… no te lo cargues…” y yo le hacía caso. Nos cambiábamos cuadros entre nosotros. Pintamos algunos cuadros entre los cuatro, recuerdo uno de una bruja en una bicicleta que era genial.
Un día, hace unos tres años, me contó que le pasaba algo pero él no le dio mucha importancia. Le hice unas pruebas y era un cáncer de colon. Se operó y aguantó sin inmutarse el postoperatorio y la quimioterapia. Cuando estaba casi curado apareció otro puñetero cáncer, esta vez linfático. No dijo ni pio, se enfrentó a las sesiones de quimio y radioterapia con dos cojones y con la fuerza de los indomables. El animaba a sus amigos cuando iban a verlo al hospital.
Una jodida recidiva del cangrejo asesino, complicada con infecciones se lo ha llevado antes de tiempo. Hasta el último día de su vida ha sido un tío con dos cojones. Un indomable señor andaluz. Sin quejarse ni poner mala cara. Siempre positivo y siempre con ganas de agradar a las visitas.
El último día que lo visité en el hospital, estaba lleno de cables y de tubos, me escuchó toser y me dijo que me fuera a mi casa a descansar y que no me preocupara por el, que estaba muy bien atendido…
Mariví, su esposa, Talo y Manuel, se que estáis muy orgullosos de vuestro padre. Yo estoy muy orgulloso de haber sido su amigo.
Cuadro de Talo.
Cuadro de Talo.