"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

sábado, 26 de marzo de 2016

Yo Cazador


Mi amigo Cesar Cadaval hace tres años estuvo de viaje por Africa y se hizo fotos en una reserva cinegética con algunas de las piezas cazadas por cazadores profesionales. Esas fotos han sido publicadas en las redes sociales Twiter y Facebook, al parecer con malas intenciones, puesto que desde entonces le han llamado de todo menos bonito, asesino, criminal, le desean la muerte y la ruina económica, insultan a su mujer y a sus hijos, lo amenazan constantemente… y todo en nombre de la “defensa de los animales” y de una supuesta “ecología” esgrimida por unos bestias que no tienen la menor idea de lo que hablan porque no se preocupan de informarse, tan solo disfrutan del insulto soez y de rebuznar consignas estrafalarias. Ellos mismos se convierten en depredadores feroces, en alimañas sedientas de sangre humana, en zombis cazadores de personas que buscan su minuto de gloria en 140 caracteres llenos de mierda y fetidez.

Estos insultadores mediáticos se retratan a sí mismos destilando odio y violencia, pero no aportan ni una sola razón que justifique su postura. Insultar está de moda y si es a un famoso pues mejor. Y si además me gano unos cuantos seguidores en las redes mejor aún. ¿Qué chuli, eh?

Pienso yo: ¿defienden con el mismo ahínco la vida humana que la de los leopardos?

Yo sí se de lo que hablo. Me declaro cazador desde que mi padre me enseñó siendo un niño.  Gracias a mi padre y a su afición desmedida por la caza he disfrutado del campo y de la naturaleza durante los años más importantes de la vida de una persona, la infancia, la adolescencia y la juventud. Lo recomiendo como parte de la educación social pues la caza enseña a disfrutar del campo abierto, de sus colores y olores, de sus sonidos de vida, de sus luces, sus sombras, sus solanas y sus umbrías, pero sobre todo a conocer las costumbres de los animales en libertad.

Aprendí del mejor cazador el uso y disfrute de las armas de fuego que me han acompañado desde entonces. He cazado zorzales, palomas, tórtolas, perdices, patos, conejos, liebres, zorros, jabalíes, ciervos… Gracias a la cacería hoy soy un amante de los animales, les tengo un gran respeto y soy su mayor defensor.

Los cotos de caza son explotaciones cinegéticas absolutamente legales y con unos rígidos controles de calidad en la conservación del equilibrio medio-ambiental. Los cazadores regulamos el número de especies para mantener el equilibrio correcto de aves, de conejos, de reses, para que no haya sobrecrecimiento potencialmente peligroso para la fauna de una región.

Y si esto es así en Andalucía, en Africa los controles son mucho más estrictos, los animales están protegidos en grandes áreas vigiladas constantemente, tan solo se permite la caza regulada de machos adultos de especies no amenazadas. Los permisos de caza se dan con cuentagotas. La caza furtiva e ilegal se paga con la cárcel, a veces con la vida del cazador furtivo si se enfrenta a los policías custodios de las reservas de caza.

Y porque mi amigo Cesar Cadaval, que es cazador legal y con todos los permisos en regla, se hace unas fotos con unos animales recién cazados, le estáis llamando asesino y deseándole la muerte a él y los que lo defendemos.

Son ustedes unos cobardes. Unos necios. Incultos voceros de los manejadores de masas aborregadas. Se os está poniendo cara de carceleros de campos de concentración, con tanta mala baba que destiláis. Nazis.

Y ya os digo que no voy a perder ni un solo segundo en defenderme de vuestros insultos y amenazas por una razón muy simple: No os tengo miedo.


Soy cazador.

viernes, 25 de marzo de 2016

La actualidad de Umberto Eco

“Los hombres de antes eran grandes y hermosos (ahora son niños y enanos), pero ésta es sólo una de las muchas pruebas del estado lamentable en que se encuentra este mundo caduco. La juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está en decadencia, el mundo marcha patas arriba, los ciegos guían a otros ciegos y los despeñan en los abismos, los pájaros se arrojan antes de haber echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes bailan, María ya no ama la vida contemplativa y Marta ya no ama la vida activa, Lea es estéril, Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los lupanares, Lucrecio se convierte en mujer. Todo está descarriado. Demos gracias a Dios de que en aquella época mi maestro supiera infundirme el deseo de aprender y el sentido de la recta vía, que no se pierde por tortuoso que sea el sendero.”

Este fragmento de “El nombre de la rosa” escrito por Umberto Eco en 1980 parece que lo escribió pensando en la actualidad de la España de principios de 2016.

Porque si bien es verdad que desde hace años estamos viviendo y padeciendo la decadencia social e institucional en forma de corrupción generalizada: políticos de todos los colores, empresarios, gestores, funcionarios, banqueros, jueces y hasta familias al completo de supuestos prohombres de estado con ínfulas independentistas que se comportan como aves de rapiña, la actual situación que vivimos con esta camada de jóvenes parlamentarios recién estrenados que han llegado a la política aduciendo “nuevos tiempos y nuevas formas” es para echarse a llorar.  Creen que el dialogo consiste en acusar al contrario abundando en insultos y reproches torticeros dando muestras de una gran falta de educación intelectual y a veces personal que desgraciadamente está contagiando como un virus zika al Parlamento al completo y a la parte de la sociedad que los contempla como abducidos.

Discursos vacíos de contenido, incoherentes y sin estudios basados en la evidencia, manufacturados a conciencia para adoctrinar a jóvenes y menos jóvenes con escasa formación intelectual que desean poner el mundo patas arriba sin saber ni el como ni el porqué, que desprecian a la ciencia porque no tienen experiencia y así se dejan guiar ciegamente camino de los despeñaderos por otros que están más ciegos que ellos porque están obnubilados por el ansia desmesurada de poder que les perturba la visión real de las necesidades de los ciudadanos corrientes y molientes.

Y además -para mas inri- estos noveles se encuentran al llegar a políticos caducos aferrados a las ramas seguras de los árboles del pan, que no quieren –ni ya pueden- levantar el vuelo para elevarse y tener otra perspectiva de la realidad, incluso ascender más y más para gozar de la placidez del vuelo de altanería y dejarse llevar por las térmicas hasta otros bosques, otras voces, otros ámbitos… donde no escuchen al asno tocar la lira y puedan ver el obsceno espectáculo de los bueyes bailando.

Estos recién llegados, algunos con muy escaso bagaje de votos, quieren cambiar la historia de España (y del mundo) a su antojo y conveniencia sin tener en cuenta la inmutabilidad del pasado, de igual manera que Lea y Raquel -esposas de Jacob- o las hermanas de Lázaro Marta y María, han pasado a la historia por sus actos que ya nunca podrán ser modificados; y por eso Catón seguirá siendo siempre sobrio y estoico y Lucrecio hedonista y epicúreo. 

Estos indignados contra la historia reciente de nuestra nación -e indignados igualmente con todos los que no piensen como ellos-  pretenden cambiar el pasado a golpes de falsedades repetidas, de desprestigios personales a sus predecesores en el gobierno de España, de acusaciones infundadas, de insultos groseros, de reiterar mantras hipnotizadores en las redes sociales y en las televisiones predispuestas para adocenar electoralmente a los mas insatisfechos con promesas incumplibles al mas puro estilo de los caudillos bolivarianos, esos que han llevado a la ruina a sus propios países en pocos años.

 “Todo está descarriado” afirma Adso, quien agradece haber tenido un maestro que le infundió el deseo de conocer La Verdad “y el sentido de la recta vía, que no se pierde por tortuoso que sea el sendero.”

En estos tiempos poco importa la verdad y la rectitud en la vida y mucho menos en la esfera política. Están la mayoría de los responsables de los partidos (las excepciones son extraordinarias) tan pendientes de ellos mismos, tan metidos en su rígido papel maché de figurones cual ninots parlanchines que peroran con la misma sinceridad que lo hacen los muñecos de los ventrílocuos: cada día mueven la quijada guiados por una mano distinta que les hace decir el discurso según convenga.

Da vergüenza ajena observar como estos servidores públicos se creen poco menos que elegidos para la gloria y al momento de pisar el Parlamento han comenzado una grotesca interpretación de peleas de gallos donde el arbitraje no existe y gana el gallo que revienta al oponente.

Es bochornosa la actitud altiva y prepotente de algunos líderes de partidos políticos sin experiencia democrática que deambulan rapiñando ministerios, pero más desoladora es la borreguil condescendencia de los representantes de los partidos que han sido mayoritarios durante muchos años que se pliegan cobardemente y se arrugan sobre si mismos sin tener el coraje de superar desavenencias personales para sacar a España del atolladero, desoyendo el mensaje de las urnas que no es sino el mensaje de los votantes, una enorme mayoría de votantes, que cada día nos sentimos mas decepcionados con lo que estamos viendo.  

Me temo que al final no nos quedará otra que asistir impávidos a ver nuestro mundo patas arriba dirigido por ciegos que conducen a una gran mayoría de ciegos a ver bailar a los bueyes y a escuchar tocar la lira a los asnos.

“Tal vez el mayor peligro para el totalitarismo sea la persona que toma su ideología literalmente” Slavoj Zizek (1992)

Así no va…

miércoles, 23 de marzo de 2016

Poetas

Un poeta nunca se autoedita. Eso no es poesía, es traición a uno mismo. Es apuñalarse por la espalda. Ser infiel consigo mismo. En definitiva: mentir.

¡Que necesidad de tocar el cielo antes de morir tiene algunos! Es que no saben esperar a estar muertos para ver impresa su necrológica. Escriben incluso su propia autobiografía en la solapa de los libros que autoeditan y luego regalan en las promociones organizadas por ellos mismos.

Automiserables. Egoismo pagado con dinero absurdo.

Hablan de arte con mayúsculas sin saber. No lo han mamado.
              
Porque el Arte se mama sin tener conciencia de ello. El Arte es magia que se introduce en la mente con cada molécula de experiencia. Es la cualidad insospechada. La ocasión perdida y reencontrada. La naturaleza muerta que revive. El Arte desprende emoción. Y yo creo que duele.

No por tener tiempo, ni dinero, ni recursos, ni fama, ni voz, ni votos se convierte una persona en Poeta, tan solo se convierte en una caricatura de sí mismo.

Dejad que los versos se acerquen a mi.

Somos un contrasentido lógico: los lectores que nos gusta leer con la los ojos cerrados, los que miramos cuadros sin ir a una exposición, los que oímos canciones con la radio apagada, los que escuchamos música para camaleones, los que caminamos por la playa aunque esté lloviendo, los que conducimos con las ventanillas abiertas al mundo, los que aspiramos el humo y el polen, los que nos exponemos a las flechas de los indios, los que bebemos agua de pozo, los que probamos los licores prohibidos, los rebeldes con o sin causa, los que hacemos preguntas una y otra vez a pesar de saber las respuestas, nosotros los tontos de capirote, somos los que atribuimos el glorioso adjetivo de “artista” a unos o a otros.

Si eres un Poeta lo digo yo, no tu. Si eres un Artista lo creo yo, no tu. Yo te otorgo el premio. Yo te bendigo.

El Arte es un secreto a voces que no grita nadie. Un desconocido que va pasando anónimo sin presentarse pero que su huella es imborrable. Perdurable. Un perfume que cada vez huele mejor.

Aroma. Música. Letra. Sangre.


No seas bobo, hombre.






Publicado en XYZ


sábado, 19 de marzo de 2016

Personas Tóxicas

Declaro claramente que no me gustan las personas tóxicas. Me he dado cuenta que soy alérgico a ellas. Su cercanía me produce una reacción que me perturba el ánimo y me aturde las entendederas del sentido. Tengo que hacer un esfuerzo para no salir corriendo cuando me topo con uno o -si me atrapan y debo sufrirlos- para no mandarlos directamente a la venta del nabo.

A veces soy yo el que los busca inocentemente pensando que han cambiado y que me van a transmitir buen rollo, alegría, positividad y amistad, pero lo que me encuentro otra vez es falsedad, mala educación, egoísmo…

Por eso quiero declarar mi absoluta falta de empatía con estas personas que van por la vida sembrando incomodidades por donde pasan, no solo ya a las personas de su entorno cercano con las que conviven (rayando a veces en el maltrato psicológico) sino también a sus propios hermanos y a sus amigos cercanos. Y me refiero a incomodidades que no aportan nada positivo, no constructivas, no ejemplares, me refiero a la mala baba, a la guasa, a la soberbia, a la vanidad, a los celos injustificados, a la envidia insana… No me gustan, no.

Me gustan las personas claras de mirada limpia, no atravesada, los que abrazan con cariño no con desdén, los que miran a los ojos mientras ofrecen la mano abierta como señal de paz y tranquilidad, los que un saludo lo convierten en una demostración de educación, de respeto, de cariño, no en un gesto obligado y desangelado, como si estuvieran haciendo un esfuerzo.

Me gustan los que saben escuchar y no los que les gusta escucharse, me gustan las personas que aportan serenidad con su presencia no las que disfrutan con la intranquilidad de los demás, me gustan los hablan con sensatez aunque digan pocas palabras al día, no los parlanchines vacíos de contenido que dan un discurso por cojones cada vez que pueden. No me gustan los falsos profetas de la modernidad, prefiero la letra de un fandango cabal que una retahíla de versos sin final.

Me caen bien los que tienen cara de inocentes, los desconocidos que se cruzan conmigo por la calle y van absortos en sus cosas, los que se toman la vida con filosofía, los confiados, los alegres, los educados, los limpios aunque tengan mal aspecto, los soñadores, los ilusos, los jóvenes, los viejos, los medianos de edad, los altos y los bajos, los perdedores sin ira, los que saben ganar sin humillar ni humillarse, los poetas desconocidos, los que leen para aprender no para epatar, los que saben escuchar, los que no saben cantar pero cantan sin parar por el gusto de cantar, los que saben cantar y lo dan a los demás, los estrafalarios, los que se fuman un cigarrito al sol sin molestar a nadie, los que se conforman con un botellín aunque no esté helado, los que prefieren las tapas a las raciones, los bares a los tres tenedores, los que duermen la siesta a pierna suelta, los que sueñan dormidos y despiertos, los que usan esquijama, los que van con sus hijos al futbol todos los domingos, los béticos y los sevillistas antiguos que -como a mi- les importa un pito Cristiano, Messi y otros franquiciados.

Me gustan los que van al cine todas las semanas a ver películas malas, los que leen solitarios en los parques, los que salen a caminar por prescripción facultativa con chaqueta, corbata y zapatos cómodos, los que se toman su copita a la una, los antiguos, los albañiles de los andamios que dicen piropos con gracia, los que tienen age, los tímidos, los que de vez en cuando me llaman para decirme que me quieren…

Me gustan los abuelos que juegan con sus nietos y nietas.

Me gusta como son mis hijos Ana y Celso, con ellos me encuentro seguro y feliz.

Me gusta mi mujer. ¿Qué más se puede pedir?


Por eso escribo esto.

miércoles, 9 de marzo de 2016

La Casa de Concha y Sierra






 Escrito por mi hermano Jose María:


El otro día paseando por el centro de Sevilla como sin darme cuenta llegue hasta un pasaje que une las calles ODonnell con San Eloy. Aquí se ubicaba la antigua casa palacio de Concha y Sierra, residencia de la familia ganadera, desde donde salían los coches de caballo que iban para la” Abundancia”, la “Alegría”, “Carcahueso”, El Juncal”, fincas donde pastaban las vacas y los toros de esta histórica divisa.

Como iba sin prisa me detuve observando -desde lo que fue el antiguo patio- el viejo marco de piedra que lo separaba de los salones y miles de recuerdos de mi infancia se me vinieron a la mente. D. Fernando de la Concha y Sierra dueño de la ganadería y personaje importante en la Sevilla de la época, se caso con Dª Celsa Fontfrede y tuvieron dos hijos, Fernando y Concepción. 

Al morir don Fernando le hereda su viuda Dª Celsa y la ganadería pasa a ser conocida como la de la “Viuda”. Tiempo después fallece joven su hijo Fernando y se queda Dª Celsa sola con su hija Concepción, llevando ella el mando de la ganadería, siempre asesoradas por gente del mundo taurino. Una de las personas que más ayudó fue el diestro Manuel García “El Espartero”, ídolo ya de la Sevilla taurina, llegando a tener una relación personal con Dª Celsa. 

De esa relación nació mi abuela Pilar García Fontfrede que se crio siempre a la sombra de su hermana Concepción, e incluso al casarse, se fue a vivir a la calle ODonnell para estar cerca de ella. 

Al morir Dª Celsa la hereda su hija Concepción, La tía Concha, que fue para mí la abuela paterna que no conocí. 

Recuerdos los domingos cuando nos llevaba mi padre a mis hermanos y a mí a visitarla: el patio con las cabezas de toros donde mi padre nos asustaba subiéndose en una silla y haciendo el mugido por la oreja del toro disecado, la escalera de mármol donde subíamos para ir a la salita donde estaba la tía Concha para darle el beso, sentada en la camilla y con las dos mujeres que la cuidaban Pepa Sánchez y Carmen Palacios.

Abajo las cuadras donde me pasaba las horas muertas con Pepe el mayoral y los mozos de cuadra viendo los caballos como daban con sus cascos en los adoquines, siempre preparados por si en algún momento la Señora tenía que salir por la puerta que daba a la calle San Eloy. 

Era una casa que nunca debió de derribarse pues era la arquitectura típica sevillana -de patios con flores rodeado por columnas de mármol, escaleras, salones arriba y abajo, cuadras- que representaba una forma de vida en el centro de esa Sevilla que marcó una época y de la que muchos escritores la tomaron para dar forma a sus novelas. 

Los recuerdos con el tiempo se van haciendo más borrosos pero los de la primera infancia se quedan como mas grabados y yo el otro día al pararme enfrente del viejo marco cerré los ojos y por un momento sentí el agua, el aroma de las flores, el ruido de los caballos y busque la mano de mi padre asustado ante el mugido ficticio de aquel lejano toro de mis sueños ...

 José Mª Pareja-Obregón           Sevilla 8 de Marzo de 2016


sábado, 5 de marzo de 2016

La muerte inesperada

Escribo tras la muerte de Fernando Carrasco:

La muerte inesperada parece mas muerte. Nos aturde y atemoriza la certeza brutal de la muerte súbita del amigo, del conocido, del vecino, del niño, del joven o del adulto sano como si recibiéramos un mazazo inesperado en el cráneo. Nuestra mente acomodaticia se niega a aceptar a esa muerte que se presenta sin argumentos convincentes para nuestras entendederas. Irrevocable. Sobre todo la muerte traicionera y fulminante de quien no está previsto que se muera. El horror.

Queremos creer que la muerte debe ser el final de un proceso coherente y entendible -un desenlace lógico- sin que nos perturbe nuestra inteligencia. Deseamos y rezamos por tener esa suerte en la vida con nuestros mayores. Para que nuestros hijos tengan la misma buena suerte con nosotros: que los hijos entierren a los padres a su debido tiempo. La cronología biológica debe cumplir el rito fúnebre ancestral, los más viejos primero. Y a ser posible con la cabeza lúcida, sin grandes sufrimientos y sin dar la lata (yo por lo menos lo quiero así).

Pero cuando La Parca realidad trastoca nuestros planes, cuando la guadaña nos cercena un miembro de nuestra familia o somos testigos cercanos y en directo del sufrimiento ajeno ante una muerte inesperada e imprevista, entonces tomamos conciencia de la realidad trágica de La Muerte.


Y cada uno de nosotros –cristianos- debemos aceptar la muerte como Jesucristo la aceptó. Sin rencor. Con Esperanza.