¿Que sabemos de la Verdad? No mucho en mi opinión,
aunque muchos botarates dicen estar en posesión de ella como si fuera un trofeo
que lucir y otros pelagatos la nombran continuamente sobre todo como inicio de
sus frases mentirosas y pedantes.
Yo opino que el conocimiento de la Verdad como
concepto es el motivo de la filosofía, el origen del pensamiento científico y
el arcano oculto -principio y final- de las religiones.
La Verdad no se puede definir, no es cuantificable ni
tiene intensidad, no brilla ni reluce. La Verdad es transparente.
La Verdad no tiene género, no es una coincidencia ni
una afirmación, no es una teoría ni una hipótesis. Si acaso conocemos alguna
otra característica de la Verdad es su dualidad objetiva-relativa. Igual que el
espacio-tiempo puede verse modificado por la velocidad de la luz, la Verdad
puede ser percibida de maneras diferentes dependiendo de el punto de vista del
observador. Un suceso cualquiera que sea relatado por dos o más personas nos
dará a conocer diferentes verdades sobre lo sucedido. Y no todas coincidirán
absolutamente sin ser ninguna falsa.
Existe una Verdad lógica (epistemológica) o científica
que se define como un concepto matemático, más cercano a las leyes de la física
y la química que a cualquier otra ciencia. A nivel atómico los científicos la persiguen
con enormes aceleradores de partículas. A nivel cosmológico la intentan vislumbrar
con enormes catalejos y amplificadores de ecos ancestrales. Buscamos con
métodos científicos –razón, entendimiento y experiencia- La Verdad original.
En Medicina sabemos muy bien que la Verdad es esquiva
y difícil de atrapar la mayoría de las veces. Aprendí pronto que en mi
profesión dos más dos no tiene por que ser cuatro. No hay dos pacientes por muy
similares que sean, que sufran de la misma manera una misma enfermedad. Pero
sin duda el dolor y el sufrimiento nos acerca siempre a la Verdad porque todos
somos iguales ante la muerte. Eso es Verdad.
“Yo soy el Camino, y La Verdad y La Vida” leía yo en
el altar de mi Iglesia. Me gusta esta frase que pronunció Jesucristo
respondiendo a Tomas. Me imagino que lo que quiso explicar a sus discípulos es
que el camino a seguir es el de Verdad, el de la Vida, en contraposición a
perdernos confundidos en el sendero tortuoso de la mentira y de la muerte. Esta
Verdad es común a todas las confesiones religiosas.
Hace poco he visto un película francesa llamada “El
Juez” en el que el Presidente del Tribunal explicaba a los jurados que su
obligación era ser honestos consigo mismo a la hora de decidir sobre los hechos
juzgados, nunca intentar conocer “la verdad” de lo sucedido, ya que eso
comprometería su correcta decisión. Creo que por eso a la Justicia se la
representa como a una señora con los ojos vendados precisamente para no tener
que ver como manipulamos los humanos a la Verdad.
Curiosamente quienes más hablan de “la Verdad”
gratuitamente son nuestros entrañables políticos y sucedáneos. No se les cae la
palabra de la boca, todos creen que están “en posesión” de la verdad y acusan
de “faltar a la verdad” a los que no están de acuerdo con ellos.
Deberíamos prohibirles de alguna manera que
mancillarán una palabra tan bonita y de tanta belleza sonora como “Verdad”,
porque está claro que no conocen su significado ni la seriedad que merece su
uso. Me atrevería a decir que ni uno solo de nuestros “honrados gobernantes” le
tiene respeto a la Verdad. En estos meses que llevamos desde la últimas
elecciones hemos sido testigos de una farsa disparatada donde ninguno de los
actores ha sido respetuoso con la verdad. Sinceramente creo que todos mienten y
nos van a seguir mintiendo con promesas electorales del tebeo, hablando de
coaliciones variadas según convenga, de nuevas libertades y progresismo
reformista como si estuvieran descubriendo la democracia, de imposibles bajadas
de impuestos, de falso estado del bienestar y de otras frases totalmente vacías
de contenido real.
La verdad es que es muy difícil conciliar la vida
política con La Verdad.
¿Verdad?