Quiero hablar de dos mujeres muy importantes en la vida de las familias Pareja-Obregón, tanto para los Pol como para los López-Pazo. Se trata de las dos primas hermanas Delia Tornero de Orta y Delia Noval de Orta, que se criaron juntas como hermanas en la Sevilla de los años…..
Para iniciar la historia nos remontamos al Alosno donde Manuel de Orta Limón se casa con su prima María Blanco de Orta y tienen un hijo, Juan José de Orta Blanco, un alosnero nacido en 1836, que emigró a Argentina en 1862 supongo que a buscarse la vida. Allí conoció y se casó con una dama que se llamaba Ana Sousa-Martins Rocamora, hija de Antonio Sousa-Martins Branco de Hasedo, portugués y de María Dolores Rocamora y Cruz, uruguaya de Montevideo.
El alosnero Juan José de Orta Blanco y la argentina Ana Sousa-Martins eran aficionados a la coyunda pues tuvieron trece hijos: Juan José, María Manuela, Ana, Dolores, Manuel, Emilia, Elena, Eduardo, Elisa, Roberto, Delia, Fernando y Enrique de Orta y Sousa-Martins. Los ocho primeros nacidos en la Argentina y los siguientes en España.
Según me cuenta mi madre, el bisabuelo Juan José al llegar a España se instaló en Sevilla y compró una casa esplendida en la Plaza de San Martín, que se conserva ahora igual que entonces. Veraneaban largas temporadas en Cartaya, donde se casaron y quedaron a vivir algunos de sus hijos e hijas.
María Manuela de Orta y Sousa-Martins, nace en Buenos Aires en 1869. Al llegar de niña a Sevilla vive en la Plaza de San Martin. Se casó con Juan Tornero Toresano, y tienen tres hijos: Fernado, María Luisa y Maria Delia Tornero de Orta.
Delia de Orta y Sousa-Martins nació en Sevilla en 1883 en la casa de sus padres. Se casó en Sevilla con Antonio Noval de Celis, que vivía muy cerca en la calle Cervantes, era militar y marino mercante igual que todos sus hermanos. Tuvieron dos hijas María Teresa y Delia Noval de Orta que también nació en la casa de sus abuelos en la Plaza de San Marín.
El marino Antonio Noval se olvido de volver de uno de sus viajes, creo que a Argentina, por lo que mi bisabuela Delia su tuvo que ir a vivir con su hermana María Manuela, de tal manera que las primas se criaron juntas en la misma casa como hermanas.
Bueno pues ya tenemos ubicadas en Sevilla a las dos primas hermanas Delia Tornero Orta y Delia Noval Orta.
Delia Tornero Orta se casó con Ramón Pol Carbonell y tuvieron dos preciosas hijas, Maria Luisa Pol, casada con Francisco Nuñez Naranjo y Delia Pol Tornero, casada con Juán de Dios Pareja-Obregón Garcia.
Delia Noval Orta (Chichí) se casó con mi abuelo José López-Pazo Ganzinotto y tuvieron cinco hijos: Delia (Jaime de Toro), Pepe (María Isabel Terrades), Carmen (Juan Peña) y Lucia (Jaime Gastalver) y Pilar Lopez-Pazo Noval, casada con Celso Pareja-Obregón García, que la pongo al última pero es la mayor de los hermanos.
Ahora escribe mi prima Rocio Pareja-Obregón Pol:
Eran primas hermanas, hijas de María y Delia Orta Sousa-Martíns, nuestras bisabuelas. No sé si sabéis que eran argentinas (de ahí nuestra pasión por el tango). Miembros de una familia numerosísima. Todavía en Sevilla se cuentan sus historias.
Vivían en la Plaza San Martín, en una preciosa casa sevillana que todavía existe. Todas las noches, hacían una representación de teatro en su salón, el balcón abierto y lo escuchaban todos los vecinos. Se disfrazaban, declamaban a voz en grito, cantaban y al final saludaban ante el aplauso de los espectadores figurados. Gratis sesión de tarde. Cuentan, que por la tarde las niñas, se disfrazaban de pueblerinas, con delantal, pañuelo en la cabeza y canasto en brazo y se iban a dar paseos por delante de los coches de caballo y se llevaban mil piropos de los cocheros. Se rellenaban con cojines, para estar de más buen ver a la moda del tiempo. De Emilia, otra prima, se enamoró un espectador, que se declaraba perdidamente enamorado de su trenza rubia que le llegaba a la cintura. La realidad es que tenía tres pelos, y se ponía una peluca, por lo que nunca bajó del balcón y se limitó a pelar la pava desde arriba para que no descubriera su engaño. Tiraban una cuerda para que los admiradores treparan y a mitad de camino lo dejaban caer. Ninguno llegó al balcón.
La bisabuela María, era muy coqueta. Ya muy viejecita, cruzaba las piernas y le decía a mi madre que admirara la blancura y la finura de su piel. Vamos, que sentía una admiración por si misma tremenda. Cuando nuestras bisabuelas enviudaron, se fueron a vivir juntas a una misma casa con todos sus hijos. Y allí los criaron en una casa sevillana todos juntos. Y es allí, donde se crían las dos Delia. Eran más hermanas-primas que primas-hermanas. Todo lo hacían juntas. Una noche, salieron del teatro las dos muy nerviosas porque un pollo pera guapísimo, ojos azules, metro noventa, elegante y con un porte que daba miedo, las había estado mirando desde "el gallinero" toda la noche a ellas, abajo en butaca.
Se dieron cuenta que las seguía y Delia (Tornero), le dijo a Chichí (Delia Noval): Se ha enamorado de ti seguro… porque la admiración que sentía por su prima y su belleza le daba a ella por pensar que aquel hombretón no podría mirarla a ella, porque iban a parecer "la una y media".
Se equivocó. Ramón Pol Carbonell, se fue a una cerillera y le pidió el nombre de esa dama. Al día siguiente, le envió una carta por debajo de la puerta del zaguán que empezaba "Adorada Dalia:..." Y continuaba una preciosa carta de amor a primera vista y le pedía permiso para pasear su calle. Después vino lo de hablar por la ventana. Después noviazgo y boda. Y amor eterno, que es lo que sintieron el uno por el otro. Sin una sola pelea, ni una mala frase, ni una discusión. ¡Que maravilla para mi recuerdo¡. Eso me enseñó lo que debe ser un matrimonio.
Después se casó Chichí con José López-Pazo Ganzinotto, otro hombre guapo y bueno donde los haya. Se llevaba a la gente de calle por su simpatía. Por su trabajo es por donde se separan las primas, pues se van a vivir a Huelva.
En Cartaya, era donde nuestras abuelas pasaban veranos y temporadas con ella (de ahí nuestro amor por esa tierra).
Y los dos matrimonios, tuvieron la suerte de tener las hijas mas guapas de Sevilla. Que no es presumir, es que lo eran y punto. Carteles de feria, carteles de Semana Santa, postales de Sevilla, ahí, las caras de nuestras madres con mantilla, blanca o negra, vestidas de flamenca, en los toros. Un espectáculo. Por como están educadas y formadas nuestras madres, es de dónde yo aprendí como se deben educar a los hijos.
Las dos dedicaron su vida entera a lo mismo. A querer a su marido, a educar y adorar a sus hijos, a mimar a sus nietos, a disfrutar de sus biznietos.
Eran sabias. Servían para las labores más difícil de la vida. Sabían escuchar, acompañar, aconsejar, divertir, charlar, opinar, querer, enseñar, apoyar. Y es que eran buenas, tolerantes, flexibles, divertidas, enfermeras, jardineras, cocineras, amantes y amadas, con una elegancia sencilla y natural por encima de cualquier moda. No necesitaban más. No había un atisbo de sofisticación en sus vidas. Siempre una sonrisa, una mano amiga a tu lado. Una ayuda para todo el que lo necesitaba. Nos dejaron por herencia ser recordadas y lloradas por una multitud de personas a las que ayudaron sin que nadie lo supiera porque les hacía falta. Y allí estaban ellas, unas ONG andantes que daban más de lo que tenían y podían. En sus entierros caras anónimas llorando en la puerta de la iglesia. Consideradas SEÑORAS, a palo seco, con mayúsculas, por ellas mismas.
Gracias a ellas, aprendí, que no hay nada como educar con el ejemplo.
¿Qué haría mi abuela? me pregunto en los momentos difíciles. Solo tengo que recordarla para saber la respuesta.
No sólo es la sangre Pareja la que nos une. Nos unen las dos Delia, grandes donde las haya, merecedoras de unas cuantas páginas del blog de Celso.
Sigue escribiendo Rocio:
Mi padre (Juan de Dios), apareció en Cervantes, de manos del tuyo (Celso), que era ya novio de tu madre (¡que favor le hizo). Mi abuelo Ramón lo caló, y no lo quería ni en pintura, pero tuvo una aliada, la bisabuela María, que se volvió loca de como tocaba a la guitarra "El emigrante", debía ser que eran familias de emigrantes, y todos los días le pedía a tu padre, que llevara a Juanito a tocar la guitarra. Mi abuelo tragando el pobre. Y ella, la abuela, le decía a mi madre: A quién le tiene que gustar es a tí, tu no hagas caso de tu padre.
En Feria, tu madre se venía a Cervantes con la mía. Para mis abuelos, era una diosa, por su belleza y además la adoraban. Así que como eran tan guapas, la calle Cervantes se llenaba de caballistas desde muy temprano. Hacían cola para poder llevarlas a la grupa. Esto es cierto y me lo han contado ellos mismos. Mi abuelo, cuidando de ellas, escogía a los mas seriecitos y formales para tu madre y la mía y te digo, que los conozco y eran feos y pardillos pa reventá.
Los guapos peligrosos, los mejores, se ocupaba mi abuela de que montara a amigas que se juntaban allí porque no tenían pretendientes y las iban colocando a todas encima de una grupa. Tu madre y la mía a buen recaudo, con mi abuelo mangoneando en su caseta, negras de los esperpentos elegidos, y las otras, encantadas aprovechando las mejores sobras del festín. ¡Que arte¡.
(Tengo una revista antíquisima llena de fotos de las dos, te la voy a copiar y enviar "Carmen de España 1952" esa es la exclusiva de la revista. Pa morí.
Primo, ¿Qué hay de extraño en que tengamos nosotros a Ana y Triana? Yo siempre pienso, tan guapas como sus abuelas…
PD: Yo, Celso, suscribo todas y cada una de las palabras de mi queridisma prima-hermana hermana-prima Rocio