Escrito originalmente sobre 1996-97 y actualizado el día de hoy 24/04/ 11
Los toreros se clasifican fundamentalmente en dos grandes grupos:
1. Curro Romero.
2. Todos los demás.
1. Grupo Curro Romero.
Este grupo esta compuesto casi en su totalidad por el maestro Curro Romero, aunque a el pertenece también el diestro Rafael de Paula por derecho propio. Morante de la Puebla es un serio aspirante en la actualidad a formar parte de este restringido elenco.
Se distinguen de todos los demás en eso, en que son completamente distintos. Se anuncian en los carteles cuando quieren y casi siempre, donde quieren.
Torean, cuando concurren una serie de circunstancias propicias ciertamente (difíciles de hacerlas coincidir): estado de gracia del torero, estado de gracia del toro, estado de “grasia” del publico… Cuando esto sucede se produce el milagro “divino” de convertir el toreo en la máxima expresión de Arte en movimiento, en una sinfonía de capote y muleta única e inigualable cuyos tiempos los va marcando el torero como le sale del alma: “lento”, lentísimo”, “apasionatto”, “adagio con finale tragico”… Matar al toro es harina de otro costal, a eso me refiero con “finale trágico” porque casi siempre a los toreros de este grupo les caen en suerte toros prácticamente inmortales. No es infrecuente que el toro vuelva vivo a los corrales, confirmando la peculiaridad que se les atribuye.
El público partidario de este grupo de toreros, se caracteriza por su fidelidad y perseverancia, teniendo particularidades específicas: aprecio por el Arte, paciencia para que llegue la inspiración, mucha atención para captar cualquier detalle si ocurriera, capacidad de emocionarse con una “pincelada”… cualidades que lo diferencian del público “corriente y moliente”.
Este público ha tenido la suerte de ser testigo en contadas ocasiones del “milagro” de la transfiguración del toro y del torero en pura música celestial visible al ojo humano, y eso no se olvida nunca.
De hecho este publico incondicional paga la entrada con el único objeto de ver hacerlos el paseíllo; si por misterios de la Naturaleza, les es regalado el placer de ver media verónica, un natural inigualable, un trincherazo inesperado, incluso un desplante primoroso, pues eso que tenemos ganado. (¡Perdón! ¿He dicho tenemos?)
2. Grupo todos los demás.
Formado a su vez por varios subgrupos:
· A. Toreros “de arte”
· B. Figuras del toreo.
· C. Toreros valientes.
· D. Toreros desconocidos.
A. Toreros “de arte”.
Llamados así por su especial concepción de lo que significa ser torero. Se caracterizan principalmente por tener un miedo atroz y por no poder disimularlo delante del público. Precisamente esta es su grandeza y lo que les hace merecedores del máximo respeto, pues durante la lidia tienen dos enemigos a cual peor, el toro y el pánico.
Son capaces de lo mejor y de lo peor, incluso durante la lidia del mismo toro, por lo que conviene prestarles mucha atención cuando están en el ruedo. Es casi imposible que les salga un toro desprovisto de defectos y que haga su lidia muy difícil: “ma mirao”, “sa parao”, “sa movio mucho”, “sa rajao”… sabias frases con las que califican con exactitud de viejo conocedor la inaptitud del toro.
Ahora sí, cuando un toro “colabora” y “mete la cara” sin hacer ni un solo amago de saber que detrás de la muleta está “el maestro”, se puede ver toreo de excelente calidad y pasmosa lentitud tanto con la capa como con la muleta. A la hora de matar no suelen tener suerte en encontrar el sitio adecuado para alojar la espada, por lo que no suelen darle ellos mismos mucha importancia al hecho de cortar orejas.
Este grupo se nutre de una gran cantera de “toreros sevillanos”, llamados así bien por ser naturales de la provincia de Sevilla, o bien por adecuarse su forma de torear a las características antes mencionadas.
Su máxima espiración como toreros es formar parte del Grupo Curro Romero.
Los partidarios de estos toreros están dotados de una gran capacidad de sufrimiento y resignación. Suelen ser seguidores desde que comenzaron como becerristas o novilleros y les profesan amistad y familiaridad, no siendo raro que se refieran a ellos por su nombre de Pila o apelativo cariñoso. Estos aficionados suelen gastar poco dinero en viajes para seguir a “su torero”.
B. Figuras del toreo.
Tal como su nombre indica, pertenecen a este grupo un puñado de toreros considerados así por los empresarios, la crítica y el público en su mayoría, los cuales han alcanzado un lugar de privilegio dentro del “escalafón” o clasificación oficiosa de los toreros, por haber demostrado durante gran número de temporadas su excelente oficio como lidiadores y matadores de toros, después de enfrentarse a las más difíciles ganaderías, en las principales plazas de toros y salir triunfadores por la Puerta Grande o del Príncipe o –Dios no lo quiera- heridos camino de la enfermería.
Está claro que me estoy refiriendo a los toreros del siglo pasado, cuando para ser “figura del toreo” tenian que cumplir todos los supuestos anteriores, supuestos que con el paso de los años han ido perdiendo vigencia hasta llegar a nuestros días, en los cuales, para ser “figura del toreo” basta con ir bien “apadrinados” ya por famosas “casas” de apoderamiento, ya por importantes “empresas” o por medios de comunicación que conducen los gustos de un público totalmente “aborregado”.
Se ha dado el caso de convertir a un torero en “figura” desde el mismo día de la alternativa y hacerlo torear ese mismo año cincuenta o sesenta corridas de toros en las principales ferias, estando verde tan verde todavía incluso para ser novillero de postín. Por eso es habitual en estos tiempos que perduren “figuras del toreo” que lleven años sin cortar una oreja de ley, incluso sin dar una vuelta al ruedo ganada a pulso en una plaza de primera, pero que se perpetúan en los carteles de las ferias más importantes, año tras año, en condiciones inmejorables.
Curiosamente estas “figuras del toreo” poseen características comunes que los definen:
- gustan de torear determinadas ganaderías, apuntandose cada “figura” a tal o cual “hierro”, incluso comprando camadas enteras, asombrosamente similares por provenir todos del mismo encaste.
- tienen muy mala suerte con los toros que les toca lidiar sobre todo en las plazas de primera, pues inexplicable y repetidamente les salen toros sin trapío, sin casta, sin fuerzas para mantenerse en pie y con escasos pitones, eso si “reglamentarios”.
- les gusta compartir cartel con otras “figuras” para “redondear el cartel”, creando expectación de rivalidad y emoción, asegurando el lleno de la plaza. En realidad les asusta mucho cualquier torero valiente y decidido que este buscando sitio a golpe de jugarse la vida, que una corrida de toros encastada y seria.
- siempre tienen buenas críticas en los medios de comunicación pues la culpa del fracaso de la corrida que tanto prometía es siempre de los ilidiables toros “que no han colaborado al triunfo de los toreros”… y así, hasta la próxima.
El público partidario de este grupo no suelen tener ni idea ni de toros ni de toreros, pero eso sí, son los que se gastan el dinero en abonos en las plazas de postín. Por ese motivo, por el dinero que se gastan, exigen que sus “figuras” sigan “mandando” en los carteles y contribuyen, con su desconocimiento, a arruinar “la fiesta”. Suelen tener cara de borregos y no paran de “balar” durante la lidia siempre buscando defectos al toro (en algunos sitios llevan pañuelos verdes para alardear de entendidos), o diciéndole al torero en voz alta lo que este debe hacer en cada momento: “¡crúzate!”, “¡dale sitio!”, “¡arrímate!”, exclamaciones que lejos de ayudar, importan un pito al torero y molestan sobremanera a los espectadores que no desean oír retransmitida la lidia por el entrometido “coñazo” y pesado.
C. Toreros valientes.
Logicamente debería sobrar el adjetivo por ser una redundancia, aunque en este caso y al contrario que en el grupo anterior, la valentía es totalmente cierta y demostrada una y mil veces en todas y cada una de las plazas donde son anunciados, muchas menos tardes de las que se merecen por su honradez y profesionalidad.
Es en este grupo de toreros donde reside la verdadera esencia y pureza de la fiesta de toros bravos de España. Luchan a la antigua usanza torera contra los toros y contra “los elementos” que zancadillean continuamente su carrera:
- empresarios que tienen una y mil vagas razones para no incluirlos en los buenos carteles, aunque tengan sobrados y demostrados méritos.
- “figuras del toreo” que, amparandose en vergonzosas excusas, no los quieren tener de compañeros en el ruedo.
- les toca fajarse una y otra vez con las ganaderías más peligrosas por la agresividad, casta y entereza de los pitones de sus toros, que por supuesto las “figuras” no quieren ni oír hablar de ellos.
- por razones incomprensibles son los que menos dineros cobran del escalafón, aunque dan la cara y se juegan la vida cada tarde que torean, no siendo raro que tengan el cuerpo cosido a cornadas e incluso alguno de ellos ha visto truncada su carrera después de enfrentarse a un “pavo” descomunal y por tres perras gordas.
- y, por último tiene que luchar contra un público amaestrado por las grandes empresas y medios de comunicación, que aunque reconoce su valor y méritos para estar en los mejores carteles, callan, tragan y se convierten en cómplices cuando los ignoran o los colocan otra vez ante corridones terroríficos… con los que no se atreven las “figuras del toreo”.
Los partidarios de estos valiente suelen ser grandes aficionados con solera de muchos años viendo toros y toreros, pero con muy poca “voz” en la actual “fiesta de los toros”. Espectadores silenciosos y cabales, asisten con el corazón en un puño como estos “gigantes”, (aunque algunos miden metro y medio) lidian y dan muerte a “alimañas” dejandose la piel a jirones por todos los ruedos de España. Una ovación o una humilde vuelta al ruedo de uno de estos toreros valientes tienen mucho más valor que muchos trofeos que se les conceden a los más favorecidos por los papanatas de siempre.
D. Toreros desconocidos.
Al contrario de lo que su nombre indica estos toreros son muy conocidos en sus respectivos pueblos e incluso en los pueblos de los alrededores. A veces llegan incluso a torear en la capital apoyados por la peña taurina que lleva su nombre añadido al de su lugar de origen, cuyo objetivo es encumbrar al torero lo antes posible.
Estos toreros no tienen aun muy definido su estilo pues suelen estar bastante “verdes” por hacer su andadura en plazas portátiles. Su objetivo es pertenecer lo antes posible a uno de los grupos anteriores, según sus cualidades:
- tremendistas o auténticos arriesgados. Suelen estar más tiempo en el aire que delante del toro.
- pega-pases según el modelo actual. Hacen lo que ven hacer a los “figuras del toreo” es decir, no hacen nada bien.
- artistas desconocidos, que existen contados con los dedos de una mano. Tiene afición, valor suficiente y gusto toreando. No tienen padrinos, ni dinero, ni nadie que los ayude. Se suelen aburrir e irse en silencio.
Sus partidarios son paisanos y vecinos que los aclaman como ídolos. Los siguen desde novilleros, los ayudan en lo que pueden, quieren auparlos lo antes posible a lo más alto… pero se suelen quedar “en el jamón”.
EPILOGO.
No es posible clasificar a los toreros porque no es posible clasificar el alma de cada uno de ellos. Todos pertenecen a ese mágico grupo de elegidos que con mayor o menor fortuna se juegan la vida cada dia haciendo lo que más les gusta: torear.
De todos ellos tengo la misma opinión: son una mezcla de artistas sublimes, tocados por una locura inexplicable por estar delante de un toro y pasión por torear.
Se que el toro puede traer la muerte en los pitones y yo, que soy médico se como se las gasta “la parca”. Ya he dicho que para mi la corrida de toros no es una fiesta, ni se debe ir con ese ánimo a la plaza.
Los toreros son inclasificables. Todos, absolutamente todos, tan solo por ponerse una y otra vez delante de un toro, un novillo, un becerro o vaquilla, merecen todo mi respeto, consideración y admiración.