Escribe mi hermana Lourdes
Esto que
paso a copiar lo he escrito a vuela-pluma sin corregir, a mi me gusta así. Es
una conversación tenida y mantenida en este fin de semana Santo entre mi madre
y yo. Ella me habla, yo callo intentando escribir rápida, solo le pregunto por
sus sensaciones y tecleo sin parar para cogerle el alma a sus palabras, a sus
vivencias, sensaciones y recuerdos:
En la
antigua casa de la c/O'Donell 24, ya desaparecida, conocida como la casa de
Concha y Sierra o de la viuda, en pleno centro de Sevilla, iba mi madre de
novia de mi padre y vivía allí unas escenas que me cuenta y a mi me parecen
salidas de un cuadro costumbrista, de un carácter sevillanísimo y andaluz, da
gusto escucharla.
En la
casona grande, con estancia abajo para el verano alrededor del patio de mármol
y pilastras, la parte de arriba para el invierno, pura celosía, vivió grandes
cosas para ella -me cuenta- y me da algunas pinceladas.
La sala grande que se
decía, era la sala "elegante" de la casa, estaba siempre cerrada y
tenía un piano maravilloso. En las muchísimas tardes que se reunía mi madre con
su novio-marido (mi padre) y con mi tío Manolo, su cuñado, los dos hermanos se iban
derechos al piano de la sala grande, pero la historia estriba que en ésa sala
había una muñeca grande de porcelana antigua y el pelo natural y lleno de
tirabuzones, sentada en un sofá Isabelino y mirando fija a todo el que entraba
en el salón con unos ojos de cristal. Me cuenta mi madre mientras escribo a vuela
pluma, que los dos hermanos le tenía verdadero terror a la muñeca de
tirabuzones y ojos de cristal, no podían entrar hasta que no llegaba Pepa
Sánchez, su tata, y se llevaba la muñeca. Una vez despejado el salón de muñecas
tenebrosas, entraban y se pasaban las horas tocando el piano y cantando
canciones propias de sus estilos; mi madre me cuenta que en dos tardes compuso
mi tío Manolo un pasodoble que se tituló "Peina y Mantilla", empezaba
así: "Peina y mantilla luce Triana cuando a los toros alegre va, peina y
mantilla prenda española…” Ella entraba y salía paciente de la sala mientras
los dos hermanos cantaban pasodobles soñados y sevillanas antiguas. La casa
típica andaluza y mis ancestros cantando alegrías y tristezas…
Me
cuenta mi madre que cuando conoció a mi padre y entró en su familia, la
impresión que tuvo fue como entrar dentro de un cuadro costumbrista de la vida
más tópica y no por eso menos verdadera de la vieja andalucía, la vida que
conoció y que a ella le asombraba, transcurría ante sus ojos azules como en un
sueño vivido…
Dice mi
madre que la casa era fascinante en sus vivencias, en sus modos y costumbres,
pero ellos no se daban cuenta, vivían el arte, la bohemia, el campo, los
caballos, la música y los toros como si fuese la cosa más natural del mundo,
ahí no existía, -me cuenta mi madre- ningún tipo de presunción de cara a la
galería ni nada forzado, hacían cosas extraordinarias con la mayor naturalidad
y como vida cotidiana.
Ella me está diciendo en éstos momentos que fue muy
feliz, que se acostumbró enseguida y fue viviendo ésa vida con la misma
naturalidad que lo hacía su marido. Tuvieron ochos hijos, fueron dos almas
gemelas que crearon una familia muy grande, somos muchos. Mi padre murió
después de una vida muy rápida y muy intensa, fue un gran deportista y un
maravilloso cazador, no había quién lo igualara con la escopeta, ojo de lince,
andaluz bravío, inquieto, buen padre.
Dice mi
madre que para una vez que la conversación que tantas veces las dos mantenemos
a solas, ésta vez que la va a leer más gente y reprime su pudor, quiere que
conste con razón que ella empezó pariendo dos hijas de una sola vez, después
uno por uno, así hasta ocho gracias a Dios, que adora a sus hijos, nietos y
biznietos, con el que Dios mediante traiga mi hija Lourdes al mundo, tendrá el
quinto biznieto y su descendencia junto con el hombre guapo del piano, del
caballo y de la guitarra, es tan larga como el número 24 de descendientes.
Me dice
que adora por igual sus dos vidas, la de casada esposa fiel y madre entregada y
la de su niñez y juventud en Huelva, ciudad que adora y que guarda como un
tesoro en su corazón de niña y adolescente feliz. Escribo palabra por palabra y
me dice que tiene verdadero amor por ésa Huelva lejana y rosa, que al andar por
sus calles de niñez tiene que contener las lágrimas, el olor de ésa ría, sus
calles, sus iglesias… y por la Virgen chiquetita que está en el Conquero en el
Humilladero de La Cinta, enfrente justo de la marisma y del río Odiel que se
muere por La Punta del Sebo.
Esta es
mi madre de 81 años de vida plena con sus penas y alegrías: ¡Óle mi madre y
todas las hembras de su generación, mujeres valientes y fuertes que supieron
dar lo que hoy somos, aguantar con firmeza y construir mucho más de lo que se
les ha reconocido...!¡Bravo por ellas, bravo por las mujeres que levantaron un
país oscuro y dieron luz a la vida y al progreso…!
Todo mi
amor y mi reconocimiento, y mi agradecimiento, y mi aprendizaje, ahora que si
Dios quiere y todo va bien, voy a ser abuela, pienso en ella-ellas y me empapo
de su fuerza y de su entrega bien entendida…
¡Ólee y
ole!