Escrito por mi hermano Jose María:
El otro día paseando por el centro de Sevilla como sin darme cuenta llegue hasta un pasaje que une las calles ODonnell con San Eloy. Aquí se ubicaba la antigua casa palacio de Concha y Sierra, residencia de la familia ganadera, desde donde salían los coches de caballo que iban para la” Abundancia”, la “Alegría”, “Carcahueso”, El Juncal”, fincas donde pastaban las vacas y los toros de esta histórica divisa.
Como iba sin prisa me detuve observando -desde lo que fue el antiguo patio- el viejo marco de piedra que lo separaba de los salones y miles de recuerdos de mi infancia se me vinieron a la mente.
D. Fernando de la Concha y Sierra dueño de la ganadería y personaje importante en la Sevilla de la época, se caso con Dª Celsa Fontfrede y tuvieron dos hijos, Fernando y Concepción.
Al morir don Fernando le hereda su viuda Dª Celsa y la ganadería pasa a ser conocida como la de la “Viuda”. Tiempo después fallece joven su hijo Fernando y se queda Dª Celsa sola con su hija Concepción, llevando ella el mando de la ganadería, siempre asesoradas por gente del mundo taurino. Una de las personas que más ayudó fue el diestro Manuel García “El Espartero”, ídolo ya de la Sevilla taurina, llegando a tener una relación personal con Dª Celsa.
De esa relación nació mi abuela Pilar García Fontfrede que se crio siempre a la sombra de su hermana Concepción, e incluso al casarse, se fue a vivir a la calle ODonnell para estar cerca de ella.
Al morir Dª Celsa la hereda su hija Concepción, La tía Concha, que fue para mí la abuela paterna que no conocí.
Recuerdos los domingos cuando nos llevaba mi padre a mis hermanos y a mí a visitarla: el patio con las cabezas de toros donde mi padre nos asustaba subiéndose en una silla y haciendo el mugido por la oreja del toro disecado, la escalera de mármol donde subíamos para ir a la salita donde estaba la tía Concha para darle el beso, sentada en la camilla y con las dos mujeres que la cuidaban Pepa Sánchez y Carmen Palacios.
Abajo las cuadras donde me pasaba las horas muertas con Pepe el mayoral y los mozos de cuadra viendo los caballos como daban con sus cascos en los adoquines, siempre preparados por si en algún momento la Señora tenía que salir por la puerta que daba a la calle San Eloy.
Era una casa que nunca debió de derribarse pues era la arquitectura típica sevillana -de patios con flores rodeado por columnas de mármol, escaleras, salones arriba y abajo, cuadras- que representaba una forma de vida en el centro de esa Sevilla que marcó una época y de la que muchos escritores la tomaron para dar forma a sus novelas.
Los recuerdos con el tiempo se van haciendo más borrosos pero los de la primera infancia se quedan como mas grabados y yo el otro día al pararme enfrente del viejo marco cerré los ojos y por un momento sentí el agua, el aroma de las flores, el ruido de los caballos y busque la mano de mi padre asustado ante el mugido ficticio de aquel lejano toro de mis sueños ...
Ole
ResponderEliminar