"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

martes, 31 de enero de 2017

La Duda

¿Cuantas veces nos preguntamos en el día a día si es correcto esto, eso, aquello, lo otro o vicerversa…? Lo que sea.

Sinceramente, esa es  una pregunta que yo me hago con frecuencia.  Mi profesión me obliga. Tengo que ser todo oídos para captar el problema por el que acuden a mi consulta, luego hacer preguntas, realizar exploraciones físicas, interpretar pruebas médicas,  más tarde sacar conclusiones de todo lo anterior, emitir un diagnóstico y la mayoría de las veces poner un tratamiento y esperar unos resultados.  Lo normal y habitual.

Pero también mi profesión lleva implícito el deber de dar consejos, recomendaciones, confirmar sospechas y aclarar dudas (si soy capaz) respecto a diagnósticos o tratamientos. Afortunadamente la gran mayoría de las veces esto anterior concierne a enfermedades banales, menos graves o problemas que no conllevan grandes riesgos físicos, psíquicos ni económicos para el paciente.

Pero cuando llega el momento de enfrentarnos con la Vida y la Muerte, con el cara o cruz de la verdad cruda frente a la mentira piadosa, de dar el diagnostico desagradable y frio antes que aplicar confortables paños calientes, de optar por el tratamiento agresivo en vez del paliativo o al contrario, de aconsejar un especialista u otro, un hospital cercano o lejano que ocasionen un gasto económico extraordinario, de tener que activar una alarma de incendio como si ardiera el coloso en llamas o servir como extintor de candelas con espuma blanca y reconfortante… entonces me embarga La Duda.

De humanos es dudar señores míos. No se me apuren ante la duda. Duden ustedes todo lo que tengan que dudar y que se detenga el tiempo mientras dudemos. Pensar y repensar es justo y necesario y si no tenemos una opinión al respecto pues decirlo sin dar mas vueltas ni avergonzarnos. Es de sabios recapacitar. Meditar y rectificar es de genios. Y reconocer nuestras limitaciones es de humanos con los pies en el suelo. Como hay que ser.

“Mire usted no le puedo dar mi opinión porque necesito mas información, mas tiempo, mas estudios, mas pruebas… lo siento mucho.”

“Mire usted no le puedo servir de ayuda, no estoy suficientemente preparado, pero considero que debe usted confiar en Fulano o Mengano que saben de este asunto mucho más que yo… creame.”

“Mire usted, tengo dudas al respecto y prefiero no opinar para no confundirlo. Acuda a otra persona con más experiencia que yo, por favor.”

La duda se presenta como una confrontación entre dos opciones que creemos contradictorias: corteza o pulpa, musculo o cerebro, risa o llanto, alegría o pena, amor o desamor, dolor o placer, comodidad o esfuerzo, por lo liso o por los baches, de prisa o de paseo, arriba o debajo, muslo o pechuga, meyba o espido… cuestiones que no son baladíes ni para tomarlas a la ligera.

Yo dudo mas que parpadeo.

De hecho dudo mucho que esté expresándome con la suficiente claridad para que ustedes comprendan lo que estoy queriendo decir…

1 comentario:

  1. LA HOMOSEXUALIDAD Y TRANSEXUALIDAD.- La homosexualidad es tan antigua como el sexo y la practican muchos animales racionales e irracionales porque se los pide el cuerpo, la ha habido en todos los tiempos, eras y culturas, es una condición humana absolutamente normal y faltaría más, respetable de todas todas, porque no conocer esta condición del ser vivo pensante o no, es lo que no es normal para la evolución que parece que estamos llevando a cabo en el conocimiento biológico, psicológico, del pensamiento y la filosofía en una vida justa y libre de prejuicios. Ya reconocida la homosexualidad como una condición más del sexo y vista por mi parte con ojos de ser vivo que asume con naturalidad las particularidades y las diferencias que la vida tiene sin remedios, paso a decir que lo que no entiendo es la transexualidad. Que a una criatura le guste estar con alguien del mismo sexo no tiene nada que ver con querer convertirse en algo que genéticamente no se es. Eso ya es un disloque de la homosexualidad que no comprendo, un juego absurdo, un maquillaje, un corta y pega. Un ser vivo varón tiene unos cromosomas de varón, una hembra de hembra y no hay más, puede que alguna extraña condición de hermafroditismo que mi hermano como médico sabrá, a eso no me estoy refiriendo. Antes que existiera la cirugía avanzada los transexuales se limitaban a vestirse de mujer en un intento vano de serlo, una vez que la cirugía pudo poner donde no había y cortar lo cortable, se hizo pero sin dejar de ser un mero disfraz, un pintalabios, una peluca o unos tacones porque retocar las partes bajas no te hace ser genéticamente lo que no eres, es así de simple. Por eso creo que la homosexualidad debe vivirse plenamente, cada uno en su género, sin disfraces ni plumas, con toda la grandeza y dignidad que se merece. Recuerdo con cierto dolor un caso que ví en la televisión hace años y no se me olvida. Un profesor de universidad, el típico y ya viejo enseñante, rondaría los 65 años, calva generosa, hombros caídos, chaqueta algo casposa y unos ojos tristes detrás de las gafas. Acababa de "salir del armario" después de una vida entregada al saber y a llevar oculto con dolor su tendencia sexual; lo comentó en el plató y dijo que estaba cansado de tanto aguantar, que la operación de cambio de sexo en su edad era ya inviable (hace ya años) y que el no quería dejar pasar la oportunidad de ser una mujer los últimos años de su vida de jubilado. Salió del escenario televisivo para aparecer al rato un ser de estas carecterísticas: peluca a lo garsón con flequillo, gafas modernas, blusa de seda abotonada con unos pechos más falsos que la justicia humana, falda plisada por las pantorrilas y unas piernecitas canillas blancas y hechas al calcetín, en los pies enormes unas sandalias planas por las que asomaban unos dedos de profesor de universidad se pusiese como se pusiese, colgándole del hombro un bolso de cuero que no sabía como llevar. Me emocioné porque me di cuenta de lo patético de la situación, de la soledad el dolor y el silencio de este buen hombre que habían explotado sin orden ni concierto en ese amago de disfraz. Que pena me dió y como comprendí lo mal que había gestionado su sexualidad y el final tan innecesario al que esto le había llevado, las circunstancias de su vida le fueron adversas y se reflejaron en esa peluca resbaladiza, falda y blusa con pechos de foame y sandalias de desvarío. Jamás lo olvidaré, no fue necesario esto, ojalá encontrase la felicidad, mejor con su ropa de siempre, con la que sabía moverse por la vida, y quitársela en una cama, total, para estar desnudos..........

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