Cada año me vengo antes a veranear a El Rompido huyendo de las calores y del agobio veraniego de la capital. Es un premio que me impongo como autónomo currante de sesenta y nueve tacos (01/07/1956) sufridor de diez meses de trabajo a destajo yendo de una a otra consulta con mis motos eléctricas de alquiler haga calor o haga frio, llueve o diluvie, para ver a mis queridos pacientes o visitarlos en el Hospital si están ingresados.
Este año me vine a la playa a finales de junio y aquí sigo felizmente prisionero de esta cautivadora luz choquera, de este sol veraniego, del fresco foreño cuando salta, preso del vaivén de las mareas de la ría purificadora, del fango de mi infancia y de los días largos como mangas de jerséis dados de sí.
El mes de Julio ha transcurrido plácidamente. Pocos veraneantes entre semana, lo que hace de este bendito rincón de Huelva un paraíso de paz y tranquilidad ideal para dar largos paseos por la marisma y entre los pinares de la forestal, o bien detrás de una pelotita por los campos de césped bien cuidados.
Yo soy más de caminar por la playa solitaria, saludando y pegando la hebra con las gaviotas confidentes que me cuentan como han pasado el invierno, insultado por charranes pendencieros y chillones, jugando al esconder con los correlimos y -como Alfonsina- metiéndome en el agua y dejándome llevar por el oleaje hasta que el cuerpo se me arruga y se me salan las meninges.
Para tranquilizar mi conciencia “laboral”, he despachado consultas médicas por las mañanas durante dos o tres horas de lunes a jueves, bien por video, teléfono, correos, haciendo informes de pruebas pendientes y recetas, resolviendo dudas, explicando diagnósticos y aconsejando tratamientos, actos médicos que se puedan realizar sin consulta presencial. Esto me mantiene activo y me obliga a mantener mi disciplina profesional (y me aporta sustento suficiente para convidar a mi familia cada vez que me salga del alma, que mi alma es espléndida por cierto…).
Mis nietos Celso (5) y Esteban (3) cuando se despiertan les encanta venirse cada mañana a casa (sus padres teletrabajan también) y me amenizan las consultas con sus preguntas casi imposibles de contestar mientras se comen sus melocotones o paraguayos y a la vez pintan acuarelas en un cuaderno o la guapa abuela les enseña a jugar al dominó y luego les cuenta un cuento de piratas y tiburones.
A media mañana o por las tardes el afamado Huevofrito nos lleva navegante al baño diario a la otra banda, paraíso familiar donde mis hijos y mis nietas Celsa (14); Leonor (12) y Ana (10) no paran de tirarse cabeza desde la borda mientras el paseante solitario se va a reflexionar de lo divino y humano, es decir: a esperar ansioso que llegue la hora de la cerveza que espera helada en la nevera del barco.
Antes del sol alto y gordo regresamos al pantalán buscando sombra, baño en la piscina (yo me quedo con la sal) y cervezas con “ratita” en El Vertical.
Tristemente desde mediados de julio el motor del Huevofrito decidió pararse y está en el dique seco esperando diagnostico. Algo electrónico dicen. Si alguien entiende de fueraborda Evinrude 90 cv E-TEC de 2 tiempos, se agradecen consejos.
Leo mucho a diario: periódicos varios, artículos que busco, un par de libros en la mesilla de noche, dudas raras que pregunto a chatGPT; pierdo mucho tiempo viendo bobadas en YouTube; veo o reveo alguna película interesante en la tele; escribo poco, no se si por pereza o por falta de imaginación, creo que estoy perdiendo esa facultad escritora, si alguna vez la tuve.
Por las tardes, después de una buena siesta y un baño reparador en la ría (el Gin Tonic de la Pezera es insuperable), me acerco al Restaurante Paseo Marítimo de mi amigo Joaquin Ceada -hombre de pocas palabras, malajoso- y me siento a su lado con una cerveza por delante a curiosear como se pone el sol y admirar como se tiñe el lubrican de colorines pastelosos que se reflejan en la ría pintando un cuadro distinto cada día.
Cuando llega la noche y salen las estrellas y se encienden las luminarias de los restaurantes freidores y planchadores de pescados y mariscos, este que está aquí se va derechito a su casa -ya tomado el fresco de birras barrigonas- y se sienta en la terraza con su señora a tomar unas tapitas a la luz de una vela, mientras van apareciendo una tras otra las nietas para ser condecoradas por su abuela con collares y abalorios que lucirán como princesas en la plaza del pueblo.
A la cama temprano, lectura obligada hasta que el cuerpo aguante antes de nana coco… y Jesusito de mi Vida.
Este ha sido más o menos mi mes de julio rompiero. Gracias a Dios sin incidencias. Lo del Huevofrito es una molestia, pero todo lo que se pueda arreglar con dinero no tiene precio.
Sé lo que digo.
¡A por Agosto!