Era un sábado primaveral de los primeros años ochenta y en la dehesa de Los Cerros tío Joaquín había pedido permiso para organizar una batida de zorros, que estaban esquilmando a los gazapos y perdices.
Yo había invitado a mi amigo Nacho Pascual-Terrats, que entonces empezaba a despuntar como el gran cazador que es en la actualidad, a pasar el fin de semana con nosotros.
El día claro y fresco, los puestos bien asegurados elevados sobre ramas de los árboles permitían buena visión y un tiradero sin peligro. Yo disfrutaba en mi puesto viendo venir a tío Joaquín en cabeza de los batidores, montando su yegua, disparando con su escopeta de martillos y dando voces de montero antiguo, ¡¡¡…Pongo… Terrible… Palos a las matas!!!… rodeado de perros alanos, podencos, terriers, hasta un boxer ( con una llave inglesa colgándole del cuello) que ladraban y se atropellaban sacando a los zorros de sus madrigueras y vaciándolos donde los aguardábamos las escopetas.
Nacho tiró muy bien y cobró varios raposos. Recuerdo que también se cobró un “gato” de esos tan listos que están subvencionados. Lo mató el chofer de una ambulancia, vamos, que llegó a la cacería conduciendo la ambulancia… El “gato” terminó disecado y a buen recaudo.
Después de la cacería, unas sardinas asadas sobre rebanadas de buen pan, vino y mosto… y cada uno para su casa. Tío Joaquín se acostó a dormir la siesta, pero antes nos dijo: “No os vayáis muy lejos que esta tarde tenemos que ir a El Rocío.”
A primera hora de la tarde apareció mi tío fresco como una lechuga, se había arreglado y peinado, su coleta recogida con una gomilla, y su gorra elegante de cuando venía por Sevilla. Nos montamos alegremente en el Land-Rover, don Joaquín, mis primos mayores, Nacho y yo.
El paseo en primavera desde Los Cerros hasta la aldea de El Rocío por los caminos y la Raya Real era una delicia. Ibamos hablando de cacerías y de caballos. Cuando estábamos llegando tío Joaquín nos dice: “Ahora vamos a ver una casa que he arrendado para este Rocío. Es muy buena casa y el otro día cerré el trato con el dueño de un apretón de manos, incluso le dí una señal. Me ha llamado y me ha dicho que quiere más dinero, que no le importa devolverme la señal porque las casas están mucho más caras… pero la casa es muy buena… y un trato es un trato… así que ustedes me acompañan (a Nacho y a mi), pero no dicen ni pío, solo se ponen detrás de mi y calladitos…”
Aparcamos en la puerta. Tío Joaquín sacó una carpeta de cartón azul con gomillas, se la encomendó a Nacho y le dijo: “Tu coge esto y detrás de mí…” y a mí: “y tu a mi vera siempre…” Mis primos pequeños se quedaron en el coche.
La casa era una buena casa, mirando al Ajolí, creo que entonces era la calle Vetalengua o Aguila Imperial, una casa con buen porche, espaciosa y bien cuidada, con patio amplio, cuadras y guadarnés.
Cuando llegamos, la familia entera nos estaba esperando, el padre, un buen hombre almonteño que parecía acharado, estaba bien acompañado por su dispuesta señora y dos o tres personas más que se notaba que estaban allí para ayudarlo a deshacer o mejorar el trato previo.
Cuando entramos en el salón, el buen hombre y mi tío se saludaron quitándose la gorra y dándose la mano. El almonteño comenzó a hablar enseguida, con la gorra en la mano: “Vera usted don Joaquín, ya sé que me dio una señal, pero es que este año las casas han subido de precio y yo no lo sabía… esta casa es muy buena y me quieren dar más dinero… pero usted puede quedársela si quiere… pero tenemos que arreglar lo del precio…”
“Mire usted, don Fulano” – le interrumpió educadamente tío Joaquín- “Yo con este asunto lo estoy pasando muy mal, me han dado varias anginas de pecho y tengo que ir con mi médico a todas partes…” – señalándome a mí, que entonces era todavía estudiante-. “Además yo de papeles no entiendo… Por eso no he tenido más remedio que traerme a un Notario de Sevilla” – mirando a Nacho, que estaba tan tranquilo con su carpeta, (y que creo que estudiaba Perito Agrónomo)- “para que levante acta de todo lo que está ocurriendo, porque esto me esta causando muchos trastornos…”
Al buen hombre se le cambió la cara, miró a su mujer y a los “ayudantes” y por supuesto se derrumbó: … “No, No, por favor, nada de eso… perdone usted don Joaquín, no he querido molestarlo, no, no… Lo dicho, dicho queda. El año que viene, si usted quiere y sigue interesado, pues entonces hablamos de dinero… este año en lo que quedamos… sin problemas”.
“Muy bien, pues no se hable más” – dijo mi tío sacando un fajo de billetes apretados-. “Notario, coja usted papel y lápiz que le voy a dictar el documento”. Y allí que va Nacho muy serio, abre la carpeta donde había unos folios en blanco y una hoja de papel de calco, se sienta en la mesa y empieza a copiar lo que le dice tío Joaquín: “He recibido la cantidad de … pesetas, en concepto de pago por el alquiler de … etc, etc, en Almonte a … firmado…”
Firmaron los tres: el buen almonteño, Joaquín Pareja-Obregón y el “Notario” Ignacio Pascual-Terrats…
De camino a Los Cerros seguimos hablando de cacerías, como si no hubiera pasado nada…
La cara de Nacho era para verla…
Que bueno Celso, parece que he estado viendo una película de Berlanga o algo así....menuda personalidad...., como era el tío Joaquín..
ResponderEliminarOye no pasó algo con un profesor que íba a darle clases a los primos al campo?
Lourdes.-
¡Qué bueno,que artista...tío Joaquin!Gracias por contar éstas historias;y que bien narradas!
ResponderEliminarGENTE GRANDE,DON JOAQUIN, DON JUAN DE DIOS,DON CELSO Y DON MANUEL.Pero ahora se me ocurre que algún día se hablará -es necesario- del pedazo de ARTISTA GRANDE que es el DR.Pareja-Obregon Don Celso.Mis respetos y mi saludo.
Francisco.
Buenísimo, Celso. Me he reído mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Don Francisco y Gracias Marcos.
ResponderEliminarANDA,Y YO QUÉ.....jajajaja, Un beso guapo..
ResponderEliminarLourdes.-