Cuando hoy se cumplen mis primeras dos semanas de vacaciones en este bendito sitio de El Rompido y mi cuerpo y mi mente ya están acoplados perfectamente a la vida "rompiera" es decir, al "dolce far niente" de disfrutar cada momento dejandome llevar por el circadiano perpetuo y marinero devenir, tan solo mirando como baja y sube la marea trayendo el agua hasta la puerta de mi casa y luego se retira dejando la bajamar fangosa de barriletes y cangrejas, de berdigones y albiñocas carnosas, sintiendo en la piel como el viento cambia cada día varias veces -caprichoso- y tiñe la luz ambiental a su antojo, a veces con un filtro brumoso y otras de una claridad y transparencia virginal, y observando como el agua torna de colores verdosos a azules en pocas horas, como las nubes se engalanan ante nuestros ojos y van buscando coloretes por poniente pintandose con los mas raros ocres y rosas que son capaces de encontrar en el cielo... y así va cayendo la tarde.
Y al anochecer, cuando se iluminan encendiendo las luces de las faroles, los bares de mi pueblo se llenan de un runrun de forasteros que dan vida y alegría a sus calles, a la plaza y al paseo, parroquianos que llenan restaurantes y bares en un maremagnum de mesas que invaden las calles y las aceras en un completo desorden de niños jugando entre los camareros y entre los veraneantes que pasean y buscan su sitio para disfrutar de la gastronomía marinera de esta tierra famosa por la frescura de sus pescados y mariscos de la costa de Huelva.
A mi me gusta salir en mi glorioso Huevofrito casi todos los días a eso de las 11,30 h con mi tripulación formada por mi santa y paciente esposa, mi hija Ana y Celsa -mi nieta grumete- que ya sabe casi manejar el fueraborda antiguo y ruidoso, el cual navega sin complejos entre lanchas rápidas y yates rumbosos, para recorrer una y otra vez la ría de El Piedras desde el muelle de Marina hasta la Punta de la Barra, donde cada día gozamos de uno de los baños mas maravillosos del mundo por sus aguas translúcidas su arena finísima y sus mil posibilidades de playas distintas en tan estrecho espacio... en doscientos metros encontramos piscinas naturales de agua quieta y remansada, arenas inmensas abiertas a las olas de poniente o levante, corrientes de agua sobre los bajos que parecen yakuzis naturales, charcos de agua salobre y termales donde apetece quedarse dormido...
Y me gusta estar de vuelta sobre la una y media o las dos, porque sé que a esa hora el sol hace mucho daño en las molleras y donde se esta mejor protegido de sus rayos ponzoñosos es a cubierto en un chiringuito o en una taberna protegiendonos las mucosas deshidratadas con cerveza bien fría, como la que sirven en La Botánica mis amigos Raul y Oscar, dos sevillanos que tienen mucho mérito en su cocina de pescados y mariscos fresquisímos, igual que en restaurante Paseo Marítimo de mi amigo Joaquín, que tiene las mejores brasas asadoras de pescados y carnes exquisitos, o La Casa del Palo de mi "hermana" Fernandi, cocina marinera en la arena y sushi arriba en la terraza por las noches, o el bar de su hermana Carmen "Calentura" que es una delicia de familia cocinera...
La siesta reparadora es fundamental. Yo a veces me paso de las dos horas, lo cual no recomiendo, pero bueno... a veces se nos va la mano con el vinito blanco y pasan esas cosas.
Por la tarde lo que a mi me gusta es cruzar la ría, pasar a la otra banda y darme un garbeo por esa maravillosa playa solitaria y salvaje que tenemos la suerte de tener enfrente de nuestras casas. Un largo paseo por la orilla del mar disfrutando de mi soledad y de mi desnudez, del rumor de las olas, del viento fresco, del olor salobre y entrañable, del abrigo del agua brava y de los revolcones espumosos de las olas... Cuando vuelvo a eso de las nueve de la tarde me siento bien por dentro y por fuera.
Es la hora de la ducha y de la familia, de salir ya arregladitos otra vez con Ana y David -aunque es mi yerno nos llamamos de "compadres"- y mis nietas Celsa y Leonor. Un paseo por el pueblo, el estratégico castillo inflable para los saltos acrobáticos de Celsa, cervezas agradables entre hermanos, primos, amigos, en cualquiera de los cientos de bares de El Rompido, a lo mejor una cenita sentados tranquilitos -mejor entre semana- una copita sin maldad con mucho hielo y aguita... y nana coco.
Y me suelo dormir deseando que llegue la luminosa y azul mañana para llegarme a casa de mi hija Ana donde me espera Celsa con ganas de contarme mil cosas y yo ansío el momento con más ganas de cogerla en brazos para enseñarle otra vez y como cada día el pequeño mundo que me rodea y del que estoy tan orgulloso de pertenecer, un mundo de buenas gentes, de familia cercana, de amigos entrañables, de conocidos amigables, de pescadores sensatos, de salitre, de barro, de cangrejos y de gaviotas piando en las proas de los botes...
Un mundo feliz.
No termino de empezar mis vacaciones y he estado gracias a ti paseando por ese pueblo, que yo tambien siento mio, el año que viene me gustaria volver, (yo siempre vuelvo a mi Rompido). Este año tan dificil lo necesito mas que nunca, espero pasear alguna tarde por la otra banda, dejar que me lleve mi amor eterno al garete, como a mi me gusta, corrigiendo el rumbo con la cola del motor, ver como mis hijos corren detras de los barriletes y se sorprenden rodeados de Albures, capitanes y algun choco que pasaba por alli, quitarles el lio de las tanzas, contarles mil y una anecdota, mientras Carlitos otra vez salva a las arbiñocas de ser deboradas por una mojarrita mala (segun el) y a la caida del Sol volver al Terron con mis tres mascarones de proa liados en una toalla y acostarme rendido a soñar con la mente limpia y el corazon tranquilo, mientras le doy una vez mas las gracias a mi padre, por enseñarme a vivir de esta manera.
ResponderEliminarGracias Celso, por que siempre consigues alegrarme el dia. Te quiero amigo, un abrazo fuerte
Precioso lo que has escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Un beso fuerte amigo Juan.