Terminó 1975 de una manera
confusa con todos los españoles preguntandonos que es lo que iba a pasar
después de la muerte de Franco, con Arias Navarro de luto riguroso llora que te
llora, el GRAPO y ETA mata que te mata, los militares con la mosca detrás de la
oreja, el Opus Dei maniobrando en la oscuridad, Don Juan en Estoril siendo
testigo de la coronación por la cara de su hijo, el recién estrenado Rey Juan
Carlos en el Madrid de los Austrias.
Yo viví todo este convulso tiempo
sin implicarme demasiado. Era protagonista de un cambio sorprendente en mi
vida; pasé de la comodidad de el Instituto a la vorágine de la Universidad, de
la “seguridad” de no tener que pensar en asuntos de “política” a empezara
cuestionarme mi postura ante temas tan nuevos para mi como la democracia, el
papel del ejercito y los militares, de la Iglesia, las injusticias sociales,
los partidos políticos, la libertad de opinión y de prensa, los derechos
humanos, etcétera…
A la vez que estudiaba Biología o
Bioquímica y empezaba las prácticas de Anatomía Humana en el depósito de cadáveres,
también recibía mis primeras “clases” de realidad social y de democracia pues
hacíamos votaciones para todo, paros, huelgas, manifestaciones, etcétera… aunque
en realidad las “asambleas” en las aulas estaban entonces controladas por los
super-rojos tronquistas marxistas leninistas y partidos afines… pero bueno,
levantábamos la mano para decidir y eso ya era importante.
Aquel invierno de 1976 lo
recuerdo muy frío en todos los sentidos. A lo mejor era porque me levantaba muy
temprano para ir a clase y en la “amotillo” que entonces tenía –una vespa
vieja- pasaba muchísimo frío o por el ambiente tan gélido que se respiraba en
la calle todavía con muchas personas acojonadas por la muerte de Franco y otras
acojonadas porque parecía que todavía su espíritu gobernaba en España.
En la Facultad de Medicina se
pasaba bien, éramos muchos alumnos, demasiados creo yo, y aunque algunas
asignaturas eran un poco aburridas, sobre todo la Bioestadistica y la Física
Médica, el contacto con la Anatomía y sobre todo con la Bioquímica y la
Biología me daba la impresión de estar aprendiendo grandes secretos ocultos.
De vez en cuando me ponía mi bata
blanca y me daba un garbeo por el hospital observandolo todo. Me impresionaban
los médicos con sus fonendoscopios colgados del cuello y sus carpetas y papeles
bajo el brazo. Las enfermeras tan atareadas siempre. Descubrí una sala que
tenía una mampara circular sobre un quirófano desde donde se podían ver
intervenciones quirúrgicas. Muchas veces me colaba muy serio junto a otros estudiantes
mayores y médicos residentes y veía operaciones que no entendía absolutamente
nada, pero estar allí viendo a esos médicos tan atareados en medio de tantas máquinas
y de tantos artilugios extrañísimos, de tantos botes de suero y de bolsas de sangre,
me hacía sentirme diferente. A la vez sentía orgullo y envidia y un miedo
pavoroso a enfrentarme a lo que estaba viendo allí abajo, a la enfermedad, a la
vida humana y a la muerte.
En realidad estaba completamente
acojonado.
Continuaré…
Para mi la bioestadística era un autentico peñazo insufrible; lo de la "Campana de Gaus" lo llevaba regular y de las integrales y derivadas ni te cuento. Yo tenia esa asignatura por las tarde "a una hora mu mala" y me dio clases D. Antonio Mesa Portillo, Licenciado en Ciencias Físicas y Farmacia que tres años mas tarde fue asesinado por ETA en Guecho, siendo comisario de policía de dicha localidad.
ResponderEliminarUn cordial saludo.-
En efecto Pincho, recuerdo a Don Antonio Mesa y su asesinato por la ETA. A mi me daba esa misma clase, creo que a primerisima hora de la tarde.. Unos cuantos nos apuntamos a clases particulares de Bioestadistica ¡ a las 7 de la mañana! en un pisito por alli cerca de la Facultad... al final la aprobé en junio por los pelos...
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