Ha dicho tajantemente Don Espadas del PSOE, nuestro actual alcalde: “Yo es que no he heredado nada del PP que
merezca la pena…”
refieriendose a la gestión del anterior alcalde don Zoido del PP. Y cuando uno lee o escucha estas cosas ya sean
dichas por este o por aquel la verdad es que me entra como una desilusión muy
grande en las entretelas del sentío y una verguenza ajena rayana el en ridículo
por lo que puedan pensar aquellos que nos observen desde la cercanía pero más
allá de los límites del provincianismo sevillano y del regionalismo andaluz.
De manera que un alcalde entrante, que
no ha ganado su puesto de Alcalde por mayoría de votantes sino que ha tenido
que aliarse con sus contrincantes minoritarios para desbancar de la alcaldía al
partido más votado por los sevillanos se permite el lujo de decir a los cuatro
vientos que según su saber y entender el anterior regidor del Ayuntamiento
sevillano durante cuatro años con toda su Corporación incluida no ha hecho nada
por Sevilla que merezca la pena… a eso se le llama señorío y saber estar… por
los cojones.
Esta falta de respeto que tienen los
politicos los unos con los otros y los otros con los unos y viceversa me
produce sarpullidos en los entendimentos, alergia cada vez mas pruriginosa
contra estos señores que se dedican teoricamente a sacarnos las castañas del
fuego a los ciudadanos corrientes y molientes.
En cualquier empresa o industria que no
este infestada de personal politico sino de profesionales cualificados, cuando
se produce un relevo en un cargo de gestión por el motivo que sea lo lógico es
ensalzar aquello que de provecho nos hemos encontrado de nuestro antecesor y
-por elegancia y educación- soslayar los aspectos que nos pudieran parecer
negativos de la anterior gestión.
Ademas este buen señor don Espadas no se
da cuenta de que su opinión partidista (obligada por la Voz de Su Ama) es una falta de respeto para una mayoría de
sevillanos que han vuelto a confiar en la gestión del señor don Zoido
prestandole su voto en las urnas.
Digo yo que algunos politicos se creen
que los ciudadanos somos como ellos: unos botarates
que van perorando sandeces sin pensar en la repercusiones de lo que dicen, pues
todo lo que digan sea lo que sea, lo resite y amortigua las siglas en
mayusculas del partido.
Pero están muy equivocados, los
ciudadanos honrados y cabales no tenemos que darle cuenta ni agradecer favores
a siglas partidistas ni a socios minoritarios que nos aguanten la silla.
Solo a nuestra conciencia y educación
sevillanas. ¿ O no?
Suscribo tus palabras de pe a pa. Un saludo desde Madrid.
ResponderEliminarGracias Gusy y un abrazo fuerte.
ResponderEliminar#dicemisanto
ResponderEliminarPara ser demócratas hay que estar civilizados.-
EL DÍA QUE MURIÓ FRANCO, yo llevaba un traje de flores azules y un chaquetón blanco para trabajar en la oficina. Tenía veinte años y ya empezaba a otear el horizonte y la historia pasada. La empresa en la que trabajaba era de instalaciones de fontanería para obras, muchos operarios y trabajadores del metal pasaban por mi mesa diariamente a pedir partes, bajas y sus nóminas. Ese día noté en ellos tristeza y un silencio tenso, mis jefes se preguntaban que sería del país, yo me asusté y no daba pie con bola. Mi naturaleza es nerviosa y emotiva, demasiado, le pregunté a uno de los ingenieros que si pasaría algo, me contestó que podría desmadrarse todo, otro más sensato y amigo, Francisco Checa, me tranquilizó con palabras de profeta. Un trabajador vino a mi mesa y me dijo que se acababa por hoy su jornada de trabajo, que se íba con los amigos a beber champán y celebrarlo, yo desconcertada dije unas palabras que me salieron solas, no lo pensé: "cuando se muere alguien sea quién sea no se celebra nada", el me contestó, "este ha matado a mucha gente", "pues que descanse en paz pero yo no bebo por la muerte de nadie". Terminé la jornada y cogí mi motillo enfilando Virgen de Luján camino de casa, me salté un semaforo y un coche me dió un topetazo, caímos mi moto y yo enfrente de los jardines de Murillo, justo en el sitio donde nací. me hice una especie de quemadura en el brazo pero la cosa no pasó de ahí. Nadie se enteró salvo mi santo, mi novio entonces. Bajando mi puente de San Bernardo me caían lágrimas sin yo saber porqué, Franco me importaba un pimiento, la sensación de las dos españas me tenía desconcertada, hoy es una realidad a la que no le veo solución.-
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