"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

miércoles, 6 de junio de 2018

Arraigos


Nacer es empezar a vivir fuera del útero materno. Perder seguridad, ser vulnerables.

Los bebés precisan sentirse protegidos para el correcto desarrollo cerebral. Las teorías de la lactancia materna y las transferencias cariñosas madre-hijo parecen corroborar la hipótesis. Comenzamos a echar raíces.

Así, la familia es el útero del recién nacido. Es su referencia. Con el tiempo también es posible que sea la referencia del joven, del adulto y del anciano. Decimos: “La familia siempre esta ahí, para lo bueno y para lo malo…”

Unos se aferran a la familia como tabla de salvación cuando ataca la ballena blanca y el navío se descuaderna haciendo agua como una canasta de tender la ropa. Esta es una sabia elección.

Otros no tienen familia o prescinden de ella voluntariamente. Son los extremos vulnerables de la campana de Gauss.

Por eso la sociedad “civilizada” ha de comportarse como una gran familia con aquellos que la necesitan y que la demandan: bebés abandonados, huérfanos, sin hogar, sin techo, inmigrantes, mendigos, desahuciados, pobres… Es justo y necesario.

Esto es así (debe ser así) en todas las sociedades y -por supuesto- se cumple a rajatabla en las “incivilizadas”.

Otro arraigo fundamental es la amistad. Aparece sin esperarlo, como el conejo blanco surge desde dentro del sombrero del mago. Un amigo es como un muro de carga de nuestra estructura vital. Que nunca se nos olvide esto. Nuestros amigos valen su peso en abnegación y honestidad, en respeto y cariño indiscutible. Antepongamos amistades sólidas, fraguadas a golpes de juventud, a muchas otras relaciones humanas. Son nuestra familia elegida, no impuesta por la genética. Odio esta frase de “los amigos de verdad…” es falsa. Todos los amigos son de verdad por definición.  El que buen amigo tiene, seguro va y seguro viene. Buen arraigo la amistad.

Crecer es envejecer. Tenemos fecha de caducidad como los yogures. Está escrita en los telómeros de nuestros cromosomas. Aunque a veces nos olvidamos de que somos bioquímica y seguimos (de)creciendo hasta el agotamiento orgánico, aferrados a la vida ya sin saber como ni por qué. El gran enemigo de la vejez (de la vida) es la muerte. Digan lo que digan.

Y de la certeza de la muerte surgen la religión. Otro puntal donde aferrarse ante el miedo a la mar embravecida por la tempestad, a la oscuridad rota por relámpagos cegadores y al ruido infernal de la fractura de los huesos al ser aplastados por los mástiles de nuestra (in)segura embarcación. Dicen que la Fe mueve montañas. Que recompone arboladuras destrozadas y promete finalizar la travesía felizmente pase lo que pase si nos atrevemos a navegar empujados por los vientos de los Libros Sagrados. Estos vientos soplan cada uno a su aire -por lo que se ve- y no todos nos portan hacia el mismo fondeadero. Por eso cada cual es libre de elegir su rumbo y su derrota. Algunos tenemos la fe igual que el reloj que se encontró el gitano, que unos días era de oro macizo y otros le parecía de vulgar latón… Que Dios nos coja confesados.

Y con el paso de los años aparece la Curiosidad. La Ciencia. Una Filosofía de vida donde aferrase basada en el conocimiento de la “verdad” desde el prisma del entendimiento humano que busca explicaciones para todo: desde la Creación del Universo hasta la oscura materia sibilina que se escurre entre nuestras ecuaciones sin dejarse atrapar. La fe (¿arraigada?) del científico se sustenta en la demostración repetida en las condiciones más desfavorables. Y así vamos pasando la vida detrás de una partícula escurridiza o una gravitación incomprensible. La Ciencia cada vez se asemeja más a cualquier dogma de fe. Misterios sin resolver.

Ahora, hoy mismo, se establecen nuevas reglas de comportamiento por los manipuladores de mentes del Big Data. El objetivo es conseguir Mentes Manipulables. La Política (paradigma del desorden moral e hipócrita con careta de honestidad) es el brazo ejecutor del Gran Hermano. Las nuevas tecnologías nos introducen esta manipulación en el cerebro desde que tenemos uso de razón con los teléfonos “inteligentes” y los ordenadores “personales” donde interactuamos con las redes sociales, los juegos alienígenas, las compras obligadas, las modas impuestas, los vicios adictivos, las drogas permitidas…

Al parecer ya no se necesita a la unificadora familia, ni a los amigos de carne y hueso presenciales, ni a la religión (ya sea apaciguante o extremista), ni a la ciencia o a la filosofía dominantes para tener arraigo emocional y sensación de seguridad basada en sentimientos humanos.

Porque ahora somos peones de un juego cibernético. Haremos lo que nos digan los que de verdad mandan: Google, Facebook; Twitter, WhatsApp, Amazón y similares… Estos son nuestros nuevos dioses, a los que veneramos y rendimos pleitesía día a día. A los que hemos entregado nuestras almas… A cambio de no quedarnos sin batería.

Publicado en ABC de Sevilla el 05 de junio de 2018

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