Cada
uno tenemos nuestro barrio donde hemos nacido o nos hemos criado, barrio al que
volvemos cuando podemos con nostalgia y emoción. En mi caso es el barrio de
Nervión desde san Bernardo a la Gran Plaza, desde Ramón y Cajal a Luis Montoto.
Y dentro de nuestro barrio existen lugares especiales que con solo recordarlos
nos producen emociones que nuca se pueden olvidar. Ese lugar tan especial para
mi es el Bar Las Lilas.
Estaba
ubicado en Eduardo Dato esquina con Ventura de la Vega, en el tercer bloque de
los pisos de la Diputación, junto a la portería del número 26. Yo vivía en le
24, a unos 20 metros del bar. Lo recuerdo en mi niñez como el Bar Estadio,
nombre futbolero debido a estar enfrente del glorioso Estadio Ramón Sanchez
Pizjuán, pero no creo haber entrado nunca cuando tenía ese nombre.
Sería
por los años sesenta y poco cuando el Bar Estadio cambió de dueño y se reformó
completamente convirtiéndose un una moderna cafetería-bar con sus vidrieras
amplias dando a las dos calles, su barra blanca impoluta en forma de ele,
taburetes redondos giratorios con reposapiés, un salón al fondo con sus mesitas
bajas, sillones de diseño y una iluminación de neón que entonces impresionaba
por las noches: El Bar Las Lilas.
Al
principio solo nos atrevíamos a entrar a pedir agua después de algún partido de
futbol y aprovechábamos para quedarnos a ver jugar a las máquinas de petacos a
los mayores pero los camareros no echaban a la calle sin miramientos: “¡A la
calle a jugar!”
Poco
a poco fuimos ganado posiciones y creo que con catorce años -sobre 1970-
empezamos a “jugar a las maquinas” en las entonces modernísimas Nairobi (creo
que se llama una…) y nos atrevimos a pedir nuestras primeras cañas, servidas en
unas copas como de champán pero con el vidrio grueso, y los espectaculares
“Chupitos Las Lilas” una tapa que era un montadito de pan tierno con un lomito
y una hoja de lechuga.
Poco
a poco los camareros fueron tragando nuestra presencia y nos fuimos haciendo
amigos. En Las Lilas yo tomé mis primeras cervezas, fumé mis primeros
cigarrillos en público, probé el cubalibre mientras escuchaba música americana de
una maquina tocadiscos, empecé a fijarme y a ligar con las niñas de la Sagrada
Familia y del las Carmelitas que pasaban por allí y poco a poco me fui haciendo
un hombrecito.
Mi
pandilla de las Lilas estaba compuesta por mis amigos de la infancia: Diego
Villalonga; los hermanos Mundi y Jose Miguel Blanco (QEPD), Alberto Núñez; y
compañeros del colegio Portaceli y vecinos del barrio: Manolo Jimenez, Paco Blandino
(QEPD), Luis Serrano, Antonio Ruiz Cabezas, Josemi Arza, los hermanos Puchi y
Carlos Lora, Paco Santamaría…
Compartíamos
espacio en el bar con la pandilla de los mayores que tendrían dos o tres años
más que nosotros: Carlos Jimenez Núñez – el dueño en funciones pues el Bar Las
Lilas era de sus padres-, Quino Solano, Jose Antonio Martín, Mariano Leyva,
Manolo Lora, Leopoldo Vaca…
La
verdad es que los mayores nos echaban muy poca cuenta y pasaban de nosotros
mirándonos por encimas del hombro porque tenían coches y motos grandes, cuando
nosotros todavía andábamos con Vespinos y motos viejas.
Fue
anecdótico como comenzó la “fusión” de las dos pandillas. Fue en Semana Santa
cuando decidimos irnos a pasar unos días a la Costa del Sol -uno de nosotros ya
tenía coche (no sé si carnet)- a una pensión barata de Torremolinos (entonces
el summun de lo erótico) con muy poco dinero y muy poca vergüenza también. Una
noche deambulábamos algo aburridos por la zona de garitos de turistas cuando
nos dimos de cara con cuatro o cinco de la pandilla de los mayores. La alegría
fue instantánea y mutua por las dos partes y nos abrazamos por primera vez como
amigos y colegas. La noche fue apoteósica de copas y de risas y terminamos
todos en el apartamento de Quino con una borrachera comunitaria, a algunos los
tuvimos que llevar a hombros. Después de aquello ya empezamos a tomar juntos
las birras al mediodía y las copas por las noches en Las Lilas y empezamos a
tratarnos hasta formar una sola pandilla y una amistad entrañable que dura
hasta hoy día.
No
me puedo olvidar de los camareros. Aquellos que nos echaban cuando éramos niños
llegaron a ser para nosotros amigos verdaderos, confidentes y a veces hasta
banqueros. Joselito, el más joven, era de Los Pajaritos (Núcleo Residencial Las
Aves, le decíamos con guasa…) era simpatiquísimo, chiquetito y cabezón. Fumaba
Winston como un carretero. Jugaba en nuestro equipo de futbol de defensa, el
primer partido lo jugó con botas de soldado porque no tenía botas de futbol (lo
cual arreglamos enseguida). Pepe era gordito, calvito, soltero y sentimental,
siempre malo de las rodillas y quejoso. Manuel era el mas huraño y serio,
también soltero (pero no sentimental), tenía mucho carácter pero con gran corazón,
un pedazo de pan de bueno que era. Terminó veraneando con algunos de la
pandilla en un chalet que alquilaban mis colegas en El Rompido. Ellos nos
avisaban cuando la maquina tragaperras estaba bien cebada y llevaba tiempo sin
dar el premio, entonces invertíamos entre varios y rara era la semana que no
trincábamos el gordo.
La
verdad es que yo (todos) pasaba mucho tiempo en Las Lilas, desayunaba antes de
irme a estudiar, tomaba las cervecitas antes de comer, luego el café o la
copita, muchas tardes de rabona camuflados en las mesitas del fondo nos
jugábamos los cubatas en eternas partidas de dados. Hasta partidas de póker se
vieron allí. Los fines de semana que salíamos con los ligues nos quedábamos
tomando copas hasta después que se iban los camareros, cerrábamos y nos
quedábamos todos con Carlos, hasta que nos cansábamos de reír y de contar
embustes, noches de vino y rosas…
Una
tarde de domingo de primavera -ya con mis 19 añitos, casi 20- me bajaba yo de
un coche en la esquina de Las Lilas, venía de estar dos días de cacería y traía
mas mugre que un zorro. Entré a ver quien había por allí y de pronto me quedé
pasmado al ver a una preciosidad escultural acompañada de varias amigas que yo
conocía. Resulta que era la hermana de mis amigos Esteban y Pepe Prieto, yo llevaba
sin verla como dos o tres años (ya me gustaba entonces). Pero aquella niña que
yo recordaba con uniforme de colegio y un balón de baloncesto se había
convertido en un espectáculo de belleza y personalidad y desde que la vi me
quedé acarajotado. Me acerqué a saludarlas y ni corto ni perezoso les pregunté
que cuales eran sus planes y me dieron que se iban al centro a dar una vuelta.
Les dije que yo las llevaba en mi coche (un Seat 800 viejísimo) y que por favor
me esperaran un momento. Ella me miraba como si yo fuese bicho raro, con una
escopeta al hombro, conejos muertos colgando y sucio con ganas. Salí corriendo
y creo que batí el record mundial de ducha, afeitado y perfumado. Cuando
regresé taquicárdico y vi que estaba allí con sus amigas, esperándome, me dio
un subidón de alegría. Aquel día fue el primero que salimos juntos.
Hasta
hoy.
Besos a mi queridísima cuñada María José 😘
ResponderEliminarDespués de oír a Jorge Verstrynge, a la ministra Tejerina, a algunos políticos de Madrid o de cualquier provincia, tres o cuatro catalanes llegando Pujol a decir que somos una raza inferior, de ver como siempre se mira con desdén o con condescendencia a Andalucía, a su forma de hablar, de vivir, de ser, siempre somos los andaluces los de abajo peyorativamente por supuesto, quiero decir que todos están es un gran error. No quiero devolver insultos, quiero solo decir que están equivocados, incluidas las estadísticas y los informes que puedan arrojar no se qué resultados, total y absolutamente equivocados. En Andalucía se trabaja muchísimo, como en cualquier sitio de España, se estudia, se investiga, se enseña. Somos dueños de uno de los más ricos patrimonios históricos, de esta tierra han salido artistas fabulosos porque el arte se respira y está por todos los rincones, en cualquier pequeño pueblo hay una obra de arte. Hay hospitales tanto de la red pública como privados que son punteros en medicina, Málaga por ejemplo está a la cabeza en tecnología de trasplantes. Universidades cultísimas, de Andalucía salen titulados con una preparación muy por encima de muchos. En los colegios los niños son educados con disciplina y sabiduría y la enseñanza pública hace una labor inigualable con niños de bajos recursos. Pero eso no se ve, suena más el cante flamenco, patrimonio de la humanidad por cierto, las ferias y fiestas, como las hay EN CUALQUIER SITIO, y la alegría de vivir y de trabajar cantando y de hablar fuerte porque no hay nada que ocultar y de bailar con el alma porque nos dan ganas de llorar. A todos los andaluces que salieron de su tierra para ayudar a construir otras, Un Ole!. -
ResponderEliminarUfffffff...me has transportado absolutamente a las Lilas,...me has adentrado en una adolescencia que cada día vive más cerca debido a la añoranza de aquellos tiempos que no volverán. Nombras a tantos tan cercanos entre ellos mi querido Jose, que me emociona que tanto haya pasado sin poder recuperar. Mi querido Celso gracias por este artículo tan de nosotros y tan de verdad escrito con la pluma de tu corazón....un pedazo de beso a ti y a María José
ResponderEliminarGracias Ajo. Mil besos
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