"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

domingo, 9 de julio de 2023

Portaceli, L aniversario.

Publicado en Tribuna Abierta de ABC de Sevilla el lunes 3 de julio de 2023.

Celebramos el pasado sábado 17 de junio el cincuenta aniversario de mi promoción del Colegio Portaceli. Compañeras y compañeros nacidos en 1956, algunos de 1955. (¡Qué rápido han pasado 25 años desde la celebración del XXV aniversario!)

 Sesentones largos todos, -ellas no tienen edad, solo belleza- muchos nos tuvimos que reconocer gracias a la credencial colgada con nuestro nombre y apellidos. ¡Que de abrazos apretados y de besos, cuánto cariño entre muchos de nosotros, cuantos recuerdos al reconocer caras que creíamos olvidadas, cuántas anécdotas a vuelapluma que remueven ese pasado tan presente en nuestras vidas! 

 Confieso que estaba algo nervioso los días previos al acto, con esa inquietud que sentíamos los alumnos antes de un examen y no estábamos seguros si lo llevábamos bien preparado. Pero todo transcurrió como la seda desde que llegué a la entrada del cole, el comité de recepción, la entrega de acreditación, los primeros abrazos y bromas... al poco tiempo daba la impresión de que estábamos en el recreo de media mañana -solo faltaban los babys y los bocadillos- cambiando estampas, jugando a las bolas, preparando el próximo partido entre las clases o escondidos en los huecos de la “basílica” fumando nuestros primeros cigarrillos. 

 Volvimos, como cuando niños, a la Capilla para oír Misa, hacer una ofrenda de flores al La Virgen y cantar nuestro himno al "Corazón Inmaculado, que nunca podré olvidar..." que fue el momento mas emotivo del acto religioso junto a un mensaje grabado de un compañero, ahora sacerdote, que no pudo acudir. 

 La reunión en el Salón de Actos para vernos en las fotos de aquellos años mágicos tuvo algo de déjá vu y me vi en el Cineforum del Padre Alcalá SJ, viendo películas de Buñuel y en aquellos coloquios donde hablamos en completa libertad, o en el cine que los sábados por la tarde disfrutábamos ligando con las niñas que venían de otros colegios. 

 ¡Que orgulloso me siento de los compañeros y compañeras que pudieron asistir al colegio y posteriormente compartir cervezas, aperitivos, almuerzo, música y bailes a la orilla del Guadalquivir!

Abogados, arquitectos, ingenieros, economistas, grandes empresarios, pilotos, notarios, investigadores, físicos, matemáticos, presidentes de banco, jueces, catedráticos, médicos, mujeres y hombres -alumnos, compañeros, amigos- disfrutando de un encuentro verdaderamente emotivo y sincero. 

 Tristemente rememoramos a los compañeros fallecidos, algunos muy queridos por mí (DEP) y también echo de menos algunas caras que esperaba encontrar y no asistieron. 

 Mi sensación a esta edad, en la que ya se habla más de jubilación que de emprendimientos, es que el paso de mis ocho años por el colegio de los Jesuitas (Portacoeli), ha sido un regalo impagable que me dieron mis padres. Entré siendo un niño de la mano de mi tata y salí siendo un joven de 16 años que empezaba a hacerse preguntas sobre casi todo lo divino y lo humano (todavía no he parado). 

 Allí aprendí, gracias a un elenco de profesores inmejorables, ya fueran “civiles” o “curas” no solo las asignaturas del Bachillerato, aprendí a convivir en paz con compañeros de todo tipo (simpáticos, antipáticos, agresivos, chivatos, tímidos, despistados, geniales, loquitos, altos y bajos, gordos y flacos...) y a respetar a los profesores (aunque algunos tenían la mano fácil); aprendí a hacer deporte no como una asignatura, sino como un estilo de vida (bendito seas querido Montoya, el único profesor que ha podido asistir esta vez); aprendí a ser tolerante con los intolerantes, a mirar a los ojos a las personas cuando me hablan, a escuchar con atención lo importante y a saber resumir lo baladí; aprendí a olvidar los errores de los educadores, aprendí la teología de perdonar y olvidar; aprendí la devoción a la Inmaculada y a rezar con sinceridad, y salí del colegio pudiendo mirar a la cara sin miedo a la vida y a la muerte. Aprendí a no perder la oportunidad de aprender algo cada día de mi vida. 

 Esos ocho años de mi vida en Portaceli los pueden contar cuando me muera como una cuarta parte o un tercio completo de mi existencia por el poso inalterable que han dejado en mí. 

La Vida es la Infancia y la Juventud… el resto es sobrevivir. 

 Gracias a todos los curas y profesores que influyeron en mi educación, soy ahora el que soy. Incluyo a los "malos" curas y a al peor profesor que tuve (nefasta persona), también de ellos aprendí lo que no se debe hacer. 

 Gracias a todos. 

  “Aunque avance rugiendo la tormenta, y en mi mástil ya gima el huracán, feliz con tu recuerdo soberano, desafío a las olas de la mar. Me arrollaran quizá entre su espuma, más negar que me amaste y que te amé, negar que fui tu hijo y en tus brazos, se pasó como un sueño mi niñez… ¡Eso nunca lo haré Madre querida, eso nunca nunca lo haré!”

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