"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Síndrome de Fatiga Crónica

 Aunque en Andalucía tendemos a usar “fatiga” en su acepción de ganas de vomitar, la fatiga que nos referimos en este complejo Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es la que significa “cansancio”.

 Nos encontramos en la consulta con pacientes de entre treinta y sesenta años, más mujeres que hombre, que refieren padecer desde hace tiempo -ponemos el límite menor en seis meses- cansancio exagerado la mayor parte del día, astenia intensa, agotamiento fácil, desfallecimiento a esfuerzos sin causa justificada, así como otros síntomas muy similares y recurrentes: dolores musculares y articulares que empeoran con la actividad física pero que no mejoran con el descanso, a veces sensación de tener fiebre, molestias de garganta y cuerpo como griposo. 

 Es importante constatar que este cansancio crónico no remite con el descanso diurno ni con el sueño nocturno; los pacientes suelen contarnos que duermen muy mal ya sea por insomnio de conciliación o por frecuentes despertares, teniendo la sensación de que amanecen sin energías por lo que tienden a evitar cualquier actividad que implique esfuerzo físico, incluso a veces solo con incorporarse notan aumento de todos los síntomas y mareos o lipotimias. 

 Este conjunto de síntomas titulado Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) produce en los afectados que lo padecen un deterioro progresivo en la esfera personal, en el ámbito familiar, laboral y psico-social pues se sienten imposibilitados para llevar una vida normal. Con el paso del tiempo se va produciendo también un deterioro cognitivo que empeora la calidad de vida de estos pacientes. Todo esto hace que se haya venido incluyendo el SFC en el catalogo de las Enfermedades Psicosomáticas. 

 El diagnóstico es complicado. Hasta ahora se realiza por exclusión de patologías objetivables que pudieran ser las causantes de estos síntomas tan inespecíficos, pero a la vez tan sensibles: enfermedades hematológicas, metabólicas, reumáticas, autoinmunes, auto-inflamatorias, patologías mitocondriales, infecciones subagudas o crónicas, trastornos neurológicos y psiquiátricos deben ser descartados. Lo cual implica el estudio por diferentes especialidades médicas con un gasto considerable en pruebas complementarias y el consiguiente deterioro anímico del paciente que no encuentra luz en su enfermedad. 

 Para el internista es un reto hacer un correcto diagnóstico diferencial y evaluar correctamente a estos pacientes hasta llegar al diagnóstico de certeza. Los últimos avances de que disponemos como los Algoritmos de IA que analizan datos clínicos y de laboratorio para diferenciar el SFC de enfermedades similares, son de gran ayuda. En los últimos años han aparecido grupos de investigación intentando objetivar con nuevas hipótesis la etiología del SFC. Se rastrean alteraciones inmunológicas que afecten al funcionamiento normal neuro-muscular; o bien alteraciones de las mitocondrias (que son las fábricas de energía celular) disminuyendo la eficacia energética ante el esfuerzo; o comprobando funcionamiento anormal del microbioma intestinal para producir tóxicos sistémicos; o que sean secuelas crónicas de enfermedades víricas, como el Covid prolongado, produciendo infección subaguda crónica persistente. 

El diagnóstico del SFC basado en la evidencia se basa en la búsqueda de biomarcadores alterados capaces de ser detectados y cuantificados en paneles analíticos o epigenéticos; pruebas de neuroimagen (RNM y PET) que detecten neuroinflamación medible y comparable; test específicos de tolerancia a esfuerzos con ergoespirometría, consumo de oxígeno, lactato y otros parámetros que midan agotamiento metabólico celular anormal durante la actividad física y en las horas posteriores.

 Actualmente están en marcha ensayos clínicos terapéuticos -algunos bastante avanzados- con inmuno-moduladores, anti-citocinas pro-inflamatorias, antihistamínicos, antivirales, estimuladores mitocondriales y otros fármacos que consigan devolver la salud a los afectados. 

Para ellos es importante el reconocimiento social de la enfermedad, el apoyo sanitario multidisciplinar, la atención psicosomática personalizada, la ayuda psiquiátrica o psicológica y el correcto manejo de la actividad física programada. 

 El tratamiento del cansancio, dolor, insomnio y depresión con dosis personalizadas de fármacos, parece estar ofreciendo resultados esperanzadores para mitigar los síntomas. 

Porque, aunque a día de hoy seguimos sin tener un tratamiento curativo, podemos mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes aportando medicación sintomática empírica: nutracéuticos bioactivos, antioxidantes, aminoácidos, coenzimas, vitaminas y prebióticos han demostrado disminuir la fatiga, el cansancio, el dolor, mejorar la calidad del sueño y del descanso reparador, siempre evitando los analgésicos antinflamatorios e hipnóticos de uso común que cronifican más si cabe esta enfermedad.

Publicado en ABC de Sevilla el 21/10/25

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