"Casos Clínicos"

Mi foto
Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

jueves, 12 de enero de 2012

1972


Ese año, mi último año en el Colegio Portaceli, me suspendieron en junio sexto curso casi completo. Además fue el año que tuve el tropiezo con el tontaina del profesor de Literatura que me intentó pegar por copiar en un examen y yo no me dejé… total, todo cateado y recomendación para que me cambiara de colegio el año próximo.
Mi madre, muy lógicamente, quería que yo me quedara todo el verano en Sevilla estudiando en una Academia para intentar aprobar el mayor número de asignaturas en septiembre. Cuando mi padre se enteró de esos planes maternos dijo que nanai de la china y resolvió que yo me iba a El Rompido inmediatamente con toda la familia y que a la vuelta en septiembre me pondría interno en el colegio Alfonso X El Sabio.
Mi padre en verano se lo pasaba en grande cuando se quedaba solo en Sevilla - bueno, el se lo pasaba en grande siempre- pero ese mes de julio de “Rodríguez” debía ser algo especial en la Sevilla de aquellos años… además mi padre iba y volvía de Sevilla a El Rompido como y cuando le daba la gana, y no quería tener “la carga” de esperar que yo terminara la academia tanto para la ida como para la vuelta.
Total, que veraneo “gratis” hasta septiembre, por supuesto sin mirar un libro a pesar de los vanos intentos diarios de mi madre que no se resignaba a que me fuera “de rositas”. Sigue siendo hoy día igual de buenísima y de sensata que entonces.
Aquel verano en que cumplí el 1 de julio los 16 años fue especialmente bueno. En la pandilla teníamos varios barcos: un viejos bote con vela latina y un motor de gasoil que hacía mas ruido que otra cosa, una lancha para esquiar, un hobicat para los días de viento fuerte, los barcos de pesca de nuestros padres… todo el día en el agua y en la otra banda (la barra de enfrente de la ría), las tardes larguísimas en las playas solitarias, los ligues, las fiestas de picú y baile agarrados sin codos… por las noches, como algunos ya tenían coche íbamos al cine a Cartaya y hasta fuimos a Punta Umbría a discotecas… ¡una pasada!

Pero casi sin darme cuenta llegó septiembre y un buen día mi padre me dijo: mañana domingo te vienes a Sevilla conmigo que te dejo en el colegio. Yo fui como el cordero que va al matadero o el pavo de navidad escuchando villancicos: entregaito y muy mosquedado, pero sin decir esta boca es mía.
Pasamos por mi casa de Eduardo Dato a hacer una pequeña maleta y por la tarde me llevó al internado.
En menos de horas 24 pasé de la libertad absoluta de la naturaleza virgen de la playa todo el día al aire libre, a estar encerrado en una “prisión” de altos muros, de cancelas de hierro, de disciplina férrea, de “cuidadores” amenazantes que no te dejaban hablar, de la soledad que nunca había sentido, de la tristeza del alma, de acordarme y echar de menos a mi familia y a mis padres… de la inquietud constante por que llegara el fin de semana para salir de aquel encierro.
Los primeros días fueron los peores, pero ahora, después de tantos años, me doy cuenta que tampoco fue para tanto, la verdad yo es que era todavía un “niño” y no sabía estar solo… aunque no estaba solo. Mi hermano Jose María había sido arrastrado desde Portaceli y estaba en cuarto de bachillerato, externo por supuesto. Mi primo Manuel Diego estaba en quinto, interno como yo. En mi curso había varios antiguos alumnos de Portaceli. Me alegré mucho de ver a Enrique Cantos, también interno y gran amigo desde pequeño (y compañero de Los Montañeros de Santa María de Portaceli…); Mimi Torres (q.e.p.d) y otros internos que no recuerdo sus nombres.
El Jefe Máximo, el Director del colegio era don José Mongue apodado “El Manco”. El apodo estaba muy bien puesto, el hombre era manco del izquierdo, creo recordar. No sonreía jamás. Hablaba poco pero muy clarito. Daba unas leches monumentales y acojonaba con su sola presencia. Su deporte favorito era castigar a los internos a no salir los fines de semana. Yo le tenía pánico.
El primer día de clase ya expulsaron del colegio a uno de mis compañeros de clase (FLdC) por hablarle a un educador de forma ineducada. Las aulas tenían unos altavoces y por ellos se escuchaba la siniestra voz del Manco amenzando con grandes castigos al que no cumpliera las normas de conducta, pero sobre todo a los internos.
La peor hora era cuando por la tarde terminaban las clases y se marchaban los alumnos externos y empezaba “el estudio”… dos horas en silencio absoluto, encerrados bajo la vigilancia de un “cuidador”, el más famoso por su rigidez era “Nubeblanca” llamado así por una mancha blanca que tenía en un ojo y que cubría siempre con gafas de sol.
Desde el comedor que estaba en la planta alta se veían las azoteas de los edificios de Eduardo Dato, de mi casa…
Yo procuraba no meter la pata en nada, no hablar con nadie, hacer bien los exámenes semanales, pues si no te castigaban si salir el fin de semana. Cuando llegó el primer viernes me pareció mentira. Salí con mi hermano Jose y con mi primo Diego y no me cría que estaba de nuevo “en libertad”… todavía recuerdo el camino desde el colegio hasta casa cruzando entonces por el descampado que hoy es La Huerta de La Salud, La Enramadilla, donde compramos en un quiosco unos tirachinas de gomillas blancas para matar gorriones, La Pirotecnia… y mi casa.
El fin de semana se hacía cortísimo y el domingo por la noche me entraban las siete cosas de tener que volver al internado. Los días se hacían cada vez mas cortos y las semanas mas largas. Yo estudiaba y sacaba unas notas magnificas, pero tenía el handicap de mis “compañeros” que no eran los mas serios que digamos… sobre todo Enrique Cantos que no paraba de hablar y de crear situaciones “delicadas”: me convencía para escaparnos a fumar a los lavabos, me contaba chistes en los estudios, etc, etc. Sigue siendo uno de mis mejores amigos.
Me sorprendía ver a mi primo Manuel Diego en los estudios que no levantaba la cabeza del libro ni un instante… ¡que manera de estudiar! Se lo dije un día que vaya tela como estudiaba con tanto interés y empezó a reirse y me enseñó un montón de novelas del oeste… se las ponía en las piernas y se leía una cada día.
La verdad era que teníamos unos magnificos profesores, recuerdo sobre todo a don Tomás Aspiazu, que nos enseño Filosofía, a Huget Pretel, dibujo y al profesor de Física, que no recuerdo su nombre. Yo me apunté a clases de Judo con Antonio Bendala, y me daba unas buenas palizas de entrenar que me venían estupendamente.
Pasaban las semanas y yo cada vez con mas ganas de salir de allí como fuera. Empecé a convencer a mi padre (yo sabía como hacerlo) que no era necesario que estuviera interno, que estaba estudiando mucho, que las notas eran buenas, que yo quería dormir en casa, etc, etc.
Mi padre me dijo que si sacaba unas notas muy buenas en Navidad que se lo pensaría. La verdad era que mi padre no miraba nunca las notas, era mi madre la que las miraba y las firmaba. Bueno pues al fín llegó la Navidad y yo por supuesto con unas notas cojonudas de notables y sobresalientes.

Lo que yo no sabía era que mi padre tenía pagado el año entero por adelantado, y para sacarme a mi de interno, metió a mi hermano Jose, que como era (y es) tan BUENO, se conformó tan tranquilo y allí que se quedó interno hasta el verano…

Continuaré…

12 comentarios:

  1. ¡Un beso muy gande para mi madre, para mi hermano Jose Mª, para todos mis hermanos; para todos. Celso, cómo desde hoy tenemos pintores y mi casa es grande, voy a estar muy atareada, por lo que dejaré de escribir en el blog durante ese tiempo. Os quiero. Concha.

    ResponderEliminar
  2. CUANTOS AÑOS ME HA COSTADO COMPRENDER QUE AQUELLA EDUCACIÓN TAN RECTA Y TAN FÉRREA ME HARÍA TANTO BIEN EN LA VIDA.-
    A mi santo, que como sabes es director del instituto de Cartaya, le da miedo lo que hay, y no exagero, está asustado con el comportamiento de muchos adolescentes y jóvenes, y peor, del de sus padres, unos padres que tienen a los niños entre algodones, reyes absolutos de las casas y muchos ya convertidos en tiranos.
    En fin, es una cuestión complicada que a él le tiene muy preocupado y ocupado....veremos que pasa.
    Que buenos los veranos de El Rompido, y que bien se vivía en nuestra casa de Eduardo Dato, que támdem tan perfecto formaban mamá con su dedicación y sensatez, y papá, con su rectitud con nosotros y la libertad bohemia, dos maneras de ver la vida absolutamente opuestas y que se complementaron perfectamente. Nos han enseñado muchas cosas nuestros padres, con toda su carga de defectos y más virtudes, han sido al final un éxito rotundo, y lo digo sin humildad pero con la franqueza y el agradecimiento que me hace saber que no voy a juzgar en negativo ni mi infancia perdida y añorada ni mi juventud exaltada, ni a mis padres ni a mis profesoras, solo sé que gracias a todos ellos hoy soy capaz de vivir la vida de una manera muy aceptable, con lo rebelde que soy en el fondo y en la forma.-
    Lourdes P.Obregón.-












    Lourdes P-Obregón.-

    ResponderEliminar
  3. Francisco12/1/12 12:30

    Celso perdona que te pregunte,pues me invade la curiosidad,saber cómo fué y a qué pudo deberse el que te suspendieran sexto curso casi completo.Bueno,¡Si se puede saber!!!.
    Como siempre disfrutando de tus relatos,un cordial saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo era un buen estudiante, no suspendí en todo el bachillerato... en sexto curso irrumpieron muchas cosas a la vez en mi vida: las niñas, las cervezas, las motos, el rockandroll, ... "el dolce far niente"... por aquellos años empecé a escribir mientras escuchaba por las tardes en la radio La Voz del Guadalquivir... esa maravillosa música soul de los setenta... las primeras novietas y los besos en la boca... la pandilla de amigos todo el día en la calle... ¿que quieres que te diga...?
      Cuando era feliz e indocumentado.

      Eliminar
  4. Jose Luis Fernandez12/1/12 15:55

    Celso, Celso, que tiempos que recuerdos que forma de educarnos, a mi mi pedre con una mirada me dejaba sin palabras, estas anecdotas tan entrañables.
    A mi me parece que nuestros hijos en estos tiempos no se lo pasan, como aquellos momentos que nosotros pudimos vivir.
    Es mi parecer.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo no cambio aquellos años... somos lo que hemos sabido asimilar de nuestras vivencias.
      Saludos

      Eliminar
  5. Francisco13/1/12 01:02

    No me digas nada;imaginaba que "esos" motivos-grandísimos motivos,¿o nó?- eran la justificación del bajón escolar.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Como me ha fascinado, os mando un enlace musical. Maite Martín y Tete Montuliú. El día que me quieras.-
    http://youtu.be/mncOxYYp7XQ

    Lourdes P-Obregón.-

    ResponderEliminar
  7. You tube y listo, merece la pena.-
    Lourdes.-

    ResponderEliminar
  8. ¡¡¡qué lastimita, mi jose mari!!!
    Bss.
    Delia.

    ResponderEliminar
  9. HOY HA LLOVIDO Y EN MI CASA SE HAN SACADO LAS PILISTRAS AL PATIO.
    HOY HA LLOVIDO Y HE COMIDO CON MI MADRE.
    Y DE VUELTA, POR LA AUTOPISTA, LA CELULOSA RESPLANDECÍA BELLÍSIMA EN LA NOCHE DE LLUVIA, Y AL PASAR POR LA CÁRCEL HE VISTO EL AGUA CAER TRANSLÚCIDA EN LOS FOCOS GRANDES, Y LAS CELDAS ILUMINADAS.
    HOY ES DOMINGO Y HA LLOVIDO PARA LAS PILISTRAS, PARA MI MADRE PARA LOS PRESOS Y PARA MI.

    Lourdes P-Obregón.-
    ÚCIDA EN LOS FOCOS GRANDES Y ALGUNAS CELDAS ILUMINADAS.

    ResponderEliminar

Para hace comentarios libremente has de tener una cuenta de Google: loquesea@gmail.com
Solo se tarda un minuto, si acaso.
GRACIAS COLEGAS.