Escribo esto completamente afectado, traumatizado, horrorizado, al enterarme por amigos comunes de un suceso reciente, de una de las peores tragedias que sé que les puede suceder a unos padres: La Muerte de un hijo joven y sano por un accidente absurdo. Me siento hecho polvo, aterrorizado y sin aliento. Pero escribo.
La Muerte es la única certeza absoluta. Es la lógica final de la vida. De todas las Vidas. Pero La Muerte es impredecible. No siempre avisa de su llegada. No entiende de colores ni de razas, de religiones, de países, de pueblos, de edad, de días ni de horas.
Una muerte cualquiera, en cualquier lugar del mundo siempre resta lo mismo: una Vida, es decir una parte de “La Vida” en la Tierra, una parte de nosotros mismos. Por eso la Lógica Metafísica nos dice que todos estamos igualados tan solo en una sola cosa: en que hemos de terminar nuestros días y dejar de vivir… Morir sin remisión.
Me interesa ahora hablar de lo que sentimos los vivos, los que nos quedamos aquí de espectadores de La Muerte.
Cada día mueren millones de personas en el mundo. Los de mayor edad por patologías crónicas o por desgaste. Muchos otros más o menos jóvenes, también sucumben a enfermedades traidoras: el cáncer, el corazón, la infecciones, etc. Los accidentes del tipo que sean, sobre todo en los jóvenes, nos dejan una desazón especial. Las muertes cobardes –asesinatos- por guerras, crueles atentados terroristas, injustas ejecuciones… Las terribles muertes de pueblos enteros, de inocentes niños, (a montones cada día) por las hambrunas vergonzosas de los países que llamamos increíblemente “el Tercer Mundo” (¿cuáles son el Primero y el Segundo?)… nos deberían hacer reaccionar contra tan grande injusticia de la que todos somos correspondables.
Pero Los Vivos nos hemos acostumbrado a estas muertes tan alejadas de nosotros, muertes anónimas, sin caras, sin nombres y apellidos, muertes noticiadas de los periódicos y los telediarios, muertes que dejan de ser al pasar la página o cambiar de emisora. Muertos cotidianos de cada día.
Nuestro cerebro esta cada vez más codificado para procesar estas muertes anónimas con naturalidad, con curiosidad o con despego, a veces con indiferencia.
Los muertos por un atentado en La India o Pakistan, las ejecuciones en China, los muertos por los desastres naturales en cualquier parte del mundo… desde aquí las sentimos con más o menos pena, con más o menos dolor. Pero seguimos nuestra rutina vivencial y somos capaces de pensar en otras cosas, de trabajar, de salir, de reir, de dormir… de Vivir.
Pero la cosa cambia cuando La Muerte se acerca a nuestro ámbito. Cuando La Muerte se lleva a un familiar, a un pariente, a un amigo. Y si es un joven sano y bueno, con toda la vida por delante que muere accidentalmente y nosotros somos testigos, -en vivo y en directo- del Dolor inconmensurable de los padres, de los hermanos, de la familia, del llanto inagotable de los amigos, del desconsuelo generalizado que se apodera de un gran número de personas… del Horror, que se instala en la Vida de unos padres, hermanos, amigos… del Horror sin pies ni cabeza ni lógica ni explicación.
El Horror despiadado, desconcertante, incomprensible.
Repito: El Horror de La Muerte inesperada de un joven sano, fuerte, bueno… especial para sus padres y para sus amigos… del mismo Horror que origina la Muerte cuando se lleva a cada persona querida.
El Horror de La Muerte cercana.
El Horror.
El horror que nos hiela la sangre...mi hijo ha perdido un gran amigo,un amigo del alma.He sido testigo de la incredulidad con la que recibió la noticia,de la impaciente y temerosa espera hasta que el cuerpo de su amigo estuvo en Sevilla,han sido unos días terribles,de una espera tensa y triste.Sus amigos han velado su cuerpo durante toda la noche,como dijo su madre"para que pasaran una noche mas con el" han recordado sus ocurrencias,sus chistes,sus bromas,han llorado llevandolo en sus hombros,y dejando allí solo...para siempre.Pero nada es banal,hoy nada es igual para ellos,están impactados por la reacción de un os padres que han dado una lección de entereza,que han asumido la muerte de su hijo mayor soportados por una fe que en un momento así se me hace imprescindible.Hoy mi hijo ha perdido un amigo del alma...y aprendido una lección de valentía ,de amor en mayúsculas,y de Fe.Ahora esta seguro de que Manolito vivirá eternamente. MMNP.
ResponderEliminarQuien no ha vivido una tragedia así?. Perder un amigo del alma a una edad temprana te marca para toda la vida, pero el tiempo cura el dolor, y los amigos seguirán sus vidas,incluso sus hermanos. Tendrán hijos, siempre lo recordarán, pero el dolor queda instalado en los padres, ellos ya tienen que cargar con esa cruz de por vida. Por eso, en estas fechas, de vacaciones, tenemos que ser prudentes para que nadie pase por ese drama. A los familiares y amigos darles ánimos. La vida es así de injusta y cruel con gente que ve rota su felicidad. Un abrazo a tods.
ResponderEliminarNo acertaba a saber como te lo podía decir.......
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