Mi amiga Berta Pascual, que además es mi compañera de trabajo porque es la Directora de Comunicación en USP Sagrado Corazón, me pide que escriba algo científico sobre el aumento de temperatura que se produce en el sur de España en los meses de verano y como debemos combatir sus efectos y consecuencias. Creo que se va a publicar en un suplemento dominical de un periódico de gran tirada de Barcelona. Esto es lo que he escrito y enviado:
La Caló...
Me piden que os cuente como soportamos los andaluces
el calor de estos meses de finales de primavera y verano hasta llegar a
primeros de octubre. Son cuatro cinco meses al año donde las temperaturas
alcanzan casi cada día los 40ºC a la sombra, con temperaturas al sol por encima
de los cincuenta grados, rayos de sol achicharrantes durante el día y noches
insomnes que a veces rondan los treinta grados sin que sople una brisa de
refrescante aire…
En primer lugar quiero explicar que los de por aquí
sabemos como tratar al sol y a sus temperaturas. Para empezar “el sol” es
masculino, pero en Andalucía lo que tenemos es “la calor”… en femenino y
singular. “La calor” es lo que sentimos cada día del verano… y es lo que ustedes
quieren saber como la combatimos. “Las calores” se les llama a lo que sienten
las guapas andaluzas cuando tienen síntomas de climaterio.
¿Y que hacemos para combatir “la calor”? Pues
tenemos costumbres ancestrales que nos hacen sobrellevar estas temperaturas sin
derretirnos en el día a día:
La dieta mediterránea se adapta perfectamente a las temperaturas veraniegas. Prescindimos de los guisos suculentos y calientes que
producen de digestiones lentas y calóricas, para degustar una gran variedad de
platos frescos y llenos de vitaminas y minerales: ensaladas de mil colores,
ensaladillas de mariscos, frescos picadillos de hortalizas y verduras sazonados
con los mejores aceites y vinagres, aliños de aceitunas, pimentadas acompañando
a carnes y pescados frescos tratados al horno o a la plancha… dieta
mediterránea hipocalórica y sanísima, abundante en hortalizas y frutas frescas
de temporada a todas horas.
Y el gazpacho. No encuentro un alimento mejor, mas
sano, dietético, natural, sabroso, original y saludable que un buen cuenco,
plato o vaso de gazpacho andaluz. Es la base de nuestra gastronomía andaluza en
los meses de verano. Tomates colorados y maduros, un trozo de pimiento, una pizca
de pan duro, medio diente de ajo, un trozo de fresco pepino, óleo virginal
milagroso, sal y vinagre de vino de nuestra tierra... y agua fresca al gusto.
En ninguna casa falta un suculento gazpacho como acompañante de el menú diario,
ya sea con pescado frito, con huevos duros, con finas croquetas, con
hortalizas… ¡hasta con frutas lo tomamos de postre! Proporciona las calorías
justas y necesarias, hidrata, aporta vitaminas y minerales, fibra vegetal,
antioxidantes excelentes: carotenos, licopenos… ¿qué mas se puede pedir a un
manjar tan exquisito?
Sabemos que las horas mas frescas son las primeras
del día y las últimas de la tarde, por lo que adaptamos nuestro trabajo físico
e intelectual a estos horarios “de verano”. Y en las tórridas horas donde el
sol se manifiesta altivo y pendenciero, nosotros buscamos las mas aireadas y
sombrías estancias para descansar y reponernos… así nació la famosa “siesta”,
envidia de regiones y continentes enteros. En verano donde mejor podemos estar después
de almorzar es durmiendo la siesta bien resguardados de los dañinos rayos
solares del mediodía.
Digo que debemos evitar exponernos a los rayos del
sol directos a las horas centrales del día entre las doce y las cinco de la
tarde, pues es donde se producen las temperaturas mas elevadas y estamos mas
expuestos a sus devastadores efectos: no solo las quemaduras por los dañinos
rayos UVA, sino las “insolaciones” o “golpes de calor” que tanto daño hacen a
los más mayores, sobre todo si padecen enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
A estas horas de mas altas temperaturas se deben evitar los esfuerzos físicos y
deportes que provoquen aumento de temperatura corporal y una deficiente
regulación del termostato de nuestro organismo que nos origine un colapso por
hipertermia de muy difícil solución. Es decir: lo mejor durante esas peligrosas
horas es quedarse a la sombra, ya sea bajo un árbol frondoso o a la sombra
artificial de edificios arquitectónicos… pero a la sombra.
Es así que la hidratación es fundamental para
prevenir complicaciones debidas a “la caló”. Nuestro cuerpo se defiende del
aumento de la temperatura externa con el órgano mas extraordinario que tenemos:
La Piel. Millones de pequeños poros producen un líquido acuoso que humedece
nuestra superficie corporal para que al evaporarse y por un efecto
termodinámico produzca perdida de calor, es decir, “refresque” nuestro cuerpo y
mantenga estable la temperatura de nuestros órganos internos. Por lo tanto, si
perdemos agua mediante el sudor, debemos reponerla continuamente con la
hidratación: beber agua es la mejor medicina contra “la calor”, sobre todo en
niños y en personas mayores que son los mas indefensos pues muchas veces no son
capaces de hidratarse por si mismos. Nunca debemos olvidar ofrecer agua a los
niños y ancianos que no sean capaces de pedirla por sí mismos.
Y la ropa. Nunca prescindir de ropas que nos aíslen
de los rayos directos del sol y que además permita la circulación del aire y la
transpiración natural de nuestro cuerpo. Eso lo saben muy bien los moradores del
desierto: se protegen extremadamente la cabeza y la cara vistiendo con anchas
túnicas de algodón que permiten entrar el aire pero no el calor directo del sol
y así mantienen estable la temperatura y evitan la deshidratación. No es buena
costumbre exponerse al sol horas y horas sin prendas de vestir que nos
protejan. Nunca camisetas ni ropas apretadas, siempre prendas holgadas. Mejor
algodón que sintéticos. Mejor colores claros y frescos. De Cuba nos trajeron a
los andaluces una prenda de vestir en verano que es una joya: la Cubana o
Guayabera, una camisa larga para llevar por fuera de los pantalones, ancha y
bordada para que transpire, con cómodos bolsillos, de claros colores…
Quiero dejar claro que de la única forma que podemos
hidratar a nuestro deshidratado cuerpo es administrándole agua ya sea por vía
oral (bebiendo) o parenteral (por sueros intravenosos). Una crema no hidrata.
Ni hidrata una ducha o un baño de piscina o de mar. Las cremas y los baños
refrescan nuestra piel y nos quitan momentáneamente la sensación de calor, pero
no aportan agua a nuestro cuerpo. Es muy importante mantener una hidratación
adecuada a nuestras pérdidas diarias calculando las perdidas insensibles del
metabolismo, la transpiración, la edad, las enfermedades, la actividad diaria,
el ejercicio físico… mejor pasarse que quedarse corto… nuestro cuerpo nos lo
agradecerá.
Amén.
ResponderEliminar... de los amenes.
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