Yo creo que no soy monárquico. O al menos no tengo
ni la menor idea de lo que significa “ser monarquico”. Ni idea. Me explico:
¿Que significa ser monárquico? Parece ser que es la
convicción absoluta que tiene muchas personas de que bajo el reinado de uno de
los miembros de una determinada familia –El Monarca- se va a ejercer una manera
de gobernar un país, en España Monarquía Constitucional o Parlamentaria, con
grandes ventajas para todos los ciudadanos pues “El Rey ostenta el cargo del Jefe del Estado, símbolo de la unidad
nacional frente a la división territorial, con funciones de arbitrar y moderar
el funcionamiento normal de las instituciones y representar al reino de España”.
Yo no nací en una monarquía. Nací cuando España era
gobernada por un régimen basado en la dictadura de un militar, Franco, que
había propiciado una guerra fraticida y se autoproclamó “Generalísimo” con
todos los honores y mandamientos
de la ley de su dios y los cardenales seguras, de sus políticos del Opus Dei, de
los fieles “falangistas” y por supuesto del Ejercito “victorioso”. Franco lo
era todo.
Pero yo entonces no tenía ni idea de todo eso y viví
una niñez y juventud feliz y contento sin preocuparme de nada, ajeno al mundo
real que me esperaba mas allá de las fronteras de mi colegio Portacoeli de mi
barrio de Nervión, de mi ciudad sevillana y de mi Rompido veraniego. Solo sé
que vivía en un mundo lleno de seguridad y tranquilidad con límites
establecidos por las diferencias sociales que eran como fronteras con más
vallas que las de Melilla actual.
Entonces cada persona ocupaba un determinado lugar
en sus pequeños mundos cotidianos. El tendero, el lechero, el policía, el
ladrón, el soldado, el comerciante, el ditero, el millonario, el sereno, la
costurera, la modista, el mariquita, el portero, el quinqui, la fulana, la
querida, el viajante, el representante, la peluquera, la tata, el novio de la
tata, el mecánico, el peón caminero, el dependiente, el sastre, el oficinista,
el maquinista, el torero, el marqués, el cantaor, el señorito, el tabernero, la
bailaora, el acomodador, el botones, la mecanógrafa, la otra, los artistas, los
extranjeros, los sociales, los raros, las suecas, los curas, las monjas, los
médicos, los abogados, los labradores, los agricultores, los doctores tiene la
Iglesia, los … etcétera. Y yo en medio de todo ese mundo que me toco vivir, sin
preguntar nada de nada porque no había nada que preguntar.
Desde que estudiaba en el libro de texto Historia de
España de 4º de Bachiller la vida y hazañas de los Reyes de España que debíamos
aprender de memoria, ya me empecé a dar cuenta de mi poco apego a la “monarquía”.
Aquellos Reyes de mi libro solo protagonizaban guerras y mas guerras y no
paraban de invadirse los unos a los otros para hacerse fuertes y conquistar
territorios e invadir países por lejanos que estuvieran para acaparar cada vez
mas y mas poder. Se erigían en una especie de dioses omnipotentes, generales de
los ejércitos, mandamases y jueces de todo y de todos, eran los dueños de las
tierras, de las vidas y haciendas de sus súbditos, así como los responsables
del mantenimiento de una “corte” plagada de “nobles” y políticos rastreros y
déspotas capaces de matar a su propia madre para agradar al Rey o a la Reina de
turno… un verdadero desastre. La verdad es que esa “historia de España” me
espantaba.
Lo que no sabía ni me daba cuenta es que Franco
actuaba como si fuera un rey medieval sin serlo. Acaparaba todos los poderes
habidos y por haber, era el Jefe del Estado, “generalisimo” de los Ejercitos, presidía el Consejo de Ministros y mandaba
en las Cortes como si fuera un colegio poniendo y quitando ministros a su
antojo, nombraba a los Jueces de todos los Tribunales, a los directores de los
periódicos y la radio, luego de la televisión… lo decidía absolutamente todo.
Con el paso del tiempo y sobre todo al llegar a la Universidad comprendí que
era un autoritarismo absoluto, antidemocrático, antiparlamentario y
antiliberalismo. Y me di cuenta que no me gustaba ser anti- lo que sea…
Entiendo poco de cuestiones dinásticas borbónicas y
recuerdo que cuando murió Franco y el Príncipe Juan Carlos fue nombrado Rey de
España estaba convencido que este señor sería la continuación del franquismo,
pues juró los Principios Fundamentales del Movimiento, más de lo mismo. Su
padre Don Juan (¿El Rey Juan?) me parecía mucho mas demócrata y arrastraba un
pasado antifranquista que lo hacia mas merecedor de mi confianza. Cuando abdico
en su hijo empecé a sospechar que algo cambiaría. Y así ha sido.
Juan Carlos I lo primero que hizo fue comprometerse
a devolverle a todos los españoles los “poderes” que habíamos perdido, el poder
de reunirnos y de crear partidos políticos diferentes, el poder y la seguridad
para votar en libertad y elegir a los que gobiernen la nación y a los alcaldes
de nuestros pueblos y ciudades, el poder de la libertad de opinión y de
creencias religiosas, etcétera. Y nos dimos de cara en poco tiempo con la
Democracia gracias a este rey Juan Carlos que ahora ha anunciado su abdicación
en su hijo Felipe.
Yo he tenido el honor y la suerte de convivir desde
1975, casi cuarenta de mis cincuenta y tantos años con este Rey que tanto bien
nos ha dado a todos los españoles. Y durante estos años se puede decir que he
sido o me he convertido en “monárquico”, lo reconozco. Por supuesto el Rey es
de carne y hueso y comete errores como el de la cacería de elefantes en Bostwana
totalmente a destiempo y fuera de lugar. Los pecadillos veniales y reales de
cintura para abajo no cuentan para mi, no soy el más adecuado para tirar la
primera piedra, ni siquiera una chinita del tamaño de un grano de arena...
Pero me consta que en todas las familias cada hijo
sale distinto aunque sean de la misma madre y el mismo padre y todos hayan
recibido los mismos cuidados y mimos y la misma educación, incluso los mellizos
y gemelos uno termina siendo listo y trabajador y el otro sale holgazán y torpe
o uno listo y holgazán y otro torpe y trabajador. En las Infantas Leonor y
Cristina, hermanas de Felipe, tenemos el mejor ejemplo de lo que digo (que cada
cual las adjetive como quiera).
Y por eso no creo en la Monarquía hereditaria de
padres a hijos y por los siglos de los siglos. Nuestro Rey Juan Carlos I al que
apodaron los maliciosos “El Breve” nos ha durado 39 años de gloriosa Historia
de España convirtiendo una dictadura militar en un Reino moderno y democrático,
ejemplo para otros muchos países del mundo. (Yo
me quito mi sombrero -rociero- ante Usted, Majestad).
Para mi su hijo Felipe es un gran desconocido. Y lo
poco que trasciende de él –a parte de que esta muy bien “formado”, faltaría mas
- para mi es ni fú ni fá. El asunto de la novia que no le dejaron tener y
después su boda por cojones, si o si, ha sido algo esperpéntico, creo yo. Pero
como ha sido su real voluntad yo no digo ni pio. Lo importante es lo que haga a
partir de que le pongan la Corona en la cabeza. Lo de antes no cuenta… eso
espero.
Si yo estuviera en su pellejo creo que al día
siguiente de ser coronado Rey convocaría una consulta a todos los españoles, un
referendum, para saber que opina la
mayoría. Sería empezar el reinado con muy buen pie. No tiene nada que perder y
mucho que ganar.
Y contaría con mi apoyo y con mi voto.
ME ALEGRO DE SER TU HERMANA, aunque podía haber sacao una mijita inteligencia, arte y raciocinio por aquello de los genes...GENIAL!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarNo cambio ni una coma de todo ésto que dices, Doctor. Bueno, casi: Porque si somete su reinado a mi voto lo pierde; fijo que lo pierde. Y no es por él, ni por su padre, ni por buenos o malos reyes, sino por reyes sin más. Yo no quiero que me reinen. Ni bien ni mal.
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