El pasado 1 de julio cumplí 58 años… Cuando uno es
joven piensa en estas edades como en algo muy cercano la vejez y se supone a sí
mismo serio y adusto, un poco cascarrabias, achacoso y mas bien tontaina. Por
lo menos así recuerdo que pensaba yo de lo que sería llegar a estas edades
cercanas a los sesenta que era cuando empezaba la vejez por aquellos años de mi
infancia.
Pero yo no me veo así ni mucho menos. A quien me
pregunta que como me encuentro le contesto que como un chaval: con 29 años de
cintura para arriba y 29 años de cintura para abajo (¡eso quisiera yo!)…
De cintura para arriba la verdad es que no me puedo
quejar, dadas las circunstancias que os voy a relatar a continuación:
Creo que conservo unas neuronas curiosas y
entrometidas en todo aquello que tenga que ver con aprender algo nuevo cada
día, no solo en mi profesión y ejercicio médico sino también en el campo de la
Psicología humana, de la Bioquímica de la Vida y por supuesto de la Metafísica
y de la Alquimia, de las me considero un alumno perpetuo. Leo todo lo que
puedo, escribo todo lo que me dejan… y pienso. Me gusta mucho pararme a pensar
y pensando he llegado a estas conclusiones:
Mis ojos, que eran verdosos (lo único verde de mi
cuerpo aparte de mis más ocultos pensamientos) ahora necesitan de unos
cristales que les dicen progresivos para adaptar mi visión y no ver las letras
borrosas. Gracias a estas gafas de montura moderna soy capaz no solo de leer la
letra chica de los prospectos más embusteros sino también de ver las cosas con
nitidez y cercanía (siempre que estén lo suficientemente limpias -las gafas
quiero decir-) y así me engorilo mirando la cara de mis nietas Celsa y Leonor
con sus ojos azulones iguales que los de su bisabuela Pilar, sus naricillas
mocosas y sus sonrisas enormes que me llenan los ojos de lagrimillas
microscópicas una y otra vez cada vez que se rien y me empañan los cristales de
las lentes de puritita emoción de abuelete.
Y me sirven las gafas graduadas además para ver
mejor el subconsciente de las personas a través de sus ojos y de su piel, de
manera que puedo discernir quien viene de frente y por derecho o quien de lado
y sesgado; quien viene de verdad y de buenas o con disimulada maldad y mas
falso que un socio mallorquín. Mis gafas tienen la magia de ser útiles a quien
quiera ver con ellas lo mas bonito de la vida: las buenas personas.
De mi napia nada puedo decir solo que me sirven de
apoyo junto con las orejas para las antiparras. Eso si, de olfato ando como un
mixto lobo, huelo un tonto a doce millas a la redonda, que para eso me titulé
con el PER marinero para olisquear hasta doce millas, pues de navío ando mas
corto que de cortijos (aunque mi Huevo
Frito sigue dando guerra con sus cinco metros de eslora por la costa
rompiera)…
Oigo menos que Rajoy, que ya es decir, que solo
escucha el sonido del dinero cuando cae en la hucha… Desde hace unos años
padezco una sordera neurosensorial dicen los entendidos, aunque yo sé que lo
que tengo es el ruido de los miles y miles de tiros de escopeta que me “tragué”
vía ótica desde muy niño siendo el perro (a mucha honra) fiel de mi padre
pegado a sus pantalones y cobrando zorzales, tórtolas, palomas, conejos,
perdices, por todos los cazaderos de Andalucía y después en el Tiro de Pichón
de El Carambolo donde pasaba las
tardes de los fines de semana y allí empecé a tirar con escopeta del 12 y con
cartuchos fuertes, mas o menos con trece o catorce años. Desde los veintitantos
años ya tenía zumbidos en los oídos. Ahora mi oído izquierdo tiene dentro una
sinfonía de acúfenos ruidosos que no me permiten escuchar ni una sirena de
bomberos el día de su Patrona; con el derecho me defiendo de momento y voy
capeando el temporal.
Pero desde primeros de año estoy usando una maravilla de la tecnología moderna en forma de prótesis auditiva o audífono que hace que vuelva a enterarme con claridad lo que dicen los actores en las pantallas del cine y mas o menos me entero de los embustes que me cuentan los amigos en los bares. Estos audífonos modernos son bastante útiles para conversaciones en ambientes silenciosos pero si hay mucho ruido de fondo yo me entero con absoluta nitidez del llanto del niño de la mesa de enfrente y nada de lo que me hablan en mi mesa…
Pero desde primeros de año estoy usando una maravilla de la tecnología moderna en forma de prótesis auditiva o audífono que hace que vuelva a enterarme con claridad lo que dicen los actores en las pantallas del cine y mas o menos me entero de los embustes que me cuentan los amigos en los bares. Estos audífonos modernos son bastante útiles para conversaciones en ambientes silenciosos pero si hay mucho ruido de fondo yo me entero con absoluta nitidez del llanto del niño de la mesa de enfrente y nada de lo que me hablan en mi mesa…
El sonotone
tiene dos momentos espectaculares. Cuando te lo pones y cuando te lo quitas.
Cuando me lo coloco por ejemplo en la consulta me entero divinamente de lo que
me cuentan mis pacientes sin tener que estar preguntando dos veces lo mismo una
y otra vez, que a veces habrán pensado que estoy distraído –seguro-; o cuando disfruto
de una grata charla con amigos, o viendo una película sin tener que subir el
volumen hasta pelearme con mi santa esposa (que pone la tele tan baja que yo
dudo que escuche algo y además no la mira porque está haciendo siempre punto)…
Pero hay un momento que es casi mejor para mi, que
es cuando empiezo a escuchar una tontera detrás de otra, ya sea en las telediarias
noticias, o en la radio del taxi o en una conversación con conocidos o
desconocidos o en donde sea que haya un tonto del culo queriendo ser escuchado
por cojones y diciendo pamplinas una detrás de la otra con frases de tertuliano
barato y con tono de voz de locutor de carrusel deportivo… entonces con un
suave y disimulado gesto imperceptible para los no iniciados me llevo la mano a
mi oreja izquierda y con un certero gesto como si me rascara el pabellón
auditivo escamoteo el artilugio que queda disimulado en la palma de la mano y
colorín colorado el escuchar estupideces se ha acabado… A mis 58 tacos me puedo
dar el lujazo de escuchar a quien quiero cuando yo quiera, digo yo. Solo es
cuestión de poner cara de estar enterandome y asentir de vez en cuando con la
cabeza… mientras pienso en mis cosas o en lo guapa que esta mi primera mujer
que cada día que pasa está mas guapa, si señor…
Tengo que confesar que tengo otra prótesis en mi
vida. Y tuve que empezar a usarla para satisfacer a mi santísima esposa. Si.
Era necesario usarla y la tengo que usar: la máquina para no roncar. Este
artilugio que se compone de una mascarilla nasal igual que la del oxígeno de
los hospitales, un tubo corrugado que va conectado a una máquina eléctrica que
proporciona aire a presión, el cual mantiene abierta vía aérea superior y se evita
tanto el molesto ronquido así como las hipoapneas o apneas durante el sueño… un
regalito. Sus siglas son CPAP y se pronuncia “cipap”. Me costo adaptarme al correaje y a la mascarilla, pero
ahora duermo como una marmota, no ronco… y duermo en mi cama a la vera de mi partenaire… A mis 58 añitos no me gusta
dormir solo, me da jindama.
Como hice mucho deporte a lo largo de mi vida:
atletismo, judo, futbol, vela ligera, remo, padel me conservo aceptablemente
bien del cuello al ombligo. Ahora me he quitado de hacer grandes esfuerzos,
(como los partidos de padel que me pegaba hace unos años a cara de perro) y
solo me dedico a caminar a paso ligero, a veces un trote garboso que me sienta
de maravilla. Me mantengo alrededor de los 75-76 kilos aunque debería perder
dos o tres de ellos que se me alojan en la barriga y en la papada, pero me
gusta la cerveza con melva o mojama y el vino tinto con manitas o menudo. Por
eso mismo me tomo casi a diario una píldora para que se entienda con mi
colesterol. No fumo desde hace años (era fumador de unos 4-5 cigarrillos suaves
al día) y mi corazón creo que va como un reloj japonés (yo tengo dos relojes
suizos y los dos escacharrados…); la presión arterial normal para mi edad, no
tengo estrés importante, voy al retrete como un reloj de cuco suizo (ahora si,
estos no fallan) todas las mañanas después del zumito de naranja y por lo menos
dos propinas más al día… ¿Qué más se puede pedir…?
Claro, ustedes se preguntarán que como estoy del
ombligo para abajo, y yo estoy dispuesto a contarselo a ustedes con pelos y
señales, en dos palabras:
Con Tinuará…
JAJAJAJAJ...No me olvidé de ti en tu cumpleaños, lo sepas, pero estoy feliz cual perdiz cuidando de mi nieto Juan y no tengo tiempo ni pa escribí...Besos artista!!!
ResponderEliminarlo sé hermana un beso fuerte rompiero... ¡ole tu Juan! Es mi colega, me lo como a besos y se queda tan tranquilo¡
EliminarUn buen amigo me decía:
ResponderEliminar.........compadre, que ya estamos en la edad de los metales.
Yo le preguntaba: ¿Que es eso de la edad de los metales?
Y el me aclaraba la cuestión; ......compadre, la edad de los metales consiste en que ya tenemos "las sienes de plata, las muelas de oro y del ombligo para abajo plomo....amigo...plomo"
Muchas felicidades compañero.
Pincho, yo estoy en la edad del Grafeno... metales poco pesados y con alta conductividad y eficacia.... ¡Ojala! Un fuerte abrazo amigo mio¡
Eliminar¡Muchas felicidades doctor!...Un abrazo verdiblanco.
ResponderEliminarGonzalo mi verdor si que es de cintura para abajo... Pero estoy orgulloso de mis verderones amigos de alma y corazón: y te considero uno de ellos aunque nos veamos poco¡. Un abrazo bético¡
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