No se como llegué hasta allí, hasta aquel pasillo
oscuro, pero supongo que eran los días de mis primeros pasos sin ayuda de mi
tata y supongo que escapé de un cuarto iluminado hasta el corredor que conducía
al dormitorio de mis padres. Estoy seguro que ese es el primer recuerdo de mi
vida. Tenía menos de dos años.
El sentimiento que recuerdo ahora lo catalogaría de miedo,
pero sé que entonces experimente angustia durante unos segundos por primera vez
en mi vida. Al final del corto pasillo en penumbras se recortaba iluminada la
tranquilidad donde se escuchaban las voces relajadas de mis padres y las risas
de mis hermanas gemelas. Haciendo un esfuerzo por no caer anduve aquellos pocos
metros tambaleandome, sin llorar pero asustado. Sé que en cuanto aparecí en la
luz cesó mi angustia y al momento estaba en la cama de matrimonio entre mis
padres, seguro, tranquilo y a salvo.
¿Tenemos en nuestros cromosomas genes que nos hagan
sentir durante la infancia miedo a la oscuridad? Es posible que así sea, un
instinto de salvación ante lo desconocido, ante las alimañas que se ocultan en
la espesura de la noche. ¿O es un sentimiento adquirido desde el nacimiento “gracias”
a las advertencias de los padres (y de las tatas en mi caso)? Si a un niño de
meses que empieza a gatear y a explorar su mundo cercano se le atemoriza con la
oscuridad para tenerlo a la vista siempre, no es improbable que con uno o dos
años cuando da sus primeros pasos y se enfrenta de repente a las tinieblas le
suceda lo que yo sentí aquel día. ¿Genético o adquirido? Probablemente ambas
causas.
Lo que si os puedo asegurar es que ahora a mis
cincuenta y ocho años conservo un miedo ancestral a la oscuridad que me produce
angustia verdadera. Duermo siempre con la persiana subida, suelo dejar lámparas
encendidas por si tengo que moverme por la casa de noche, y si entro en una
casa a oscuras me apresuro por encender luces e iluminar mi ámbito. En la
ausencia de luz estoy completamente inseguro e inquieto. La luz me calma y me
da seguridad.
Hágase la Luz.
SAN AGUSTÍN DIJO: "Reza como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti". Para los que no creen en la Divina Providencia solo vale la segunda parte, yo lo intento con las dos...
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