"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

sábado, 5 de marzo de 2016

La muerte inesperada

Escribo tras la muerte de Fernando Carrasco:

La muerte inesperada parece mas muerte. Nos aturde y atemoriza la certeza brutal de la muerte súbita del amigo, del conocido, del vecino, del niño, del joven o del adulto sano como si recibiéramos un mazazo inesperado en el cráneo. Nuestra mente acomodaticia se niega a aceptar a esa muerte que se presenta sin argumentos convincentes para nuestras entendederas. Irrevocable. Sobre todo la muerte traicionera y fulminante de quien no está previsto que se muera. El horror.

Queremos creer que la muerte debe ser el final de un proceso coherente y entendible -un desenlace lógico- sin que nos perturbe nuestra inteligencia. Deseamos y rezamos por tener esa suerte en la vida con nuestros mayores. Para que nuestros hijos tengan la misma buena suerte con nosotros: que los hijos entierren a los padres a su debido tiempo. La cronología biológica debe cumplir el rito fúnebre ancestral, los más viejos primero. Y a ser posible con la cabeza lúcida, sin grandes sufrimientos y sin dar la lata (yo por lo menos lo quiero así).

Pero cuando La Parca realidad trastoca nuestros planes, cuando la guadaña nos cercena un miembro de nuestra familia o somos testigos cercanos y en directo del sufrimiento ajeno ante una muerte inesperada e imprevista, entonces tomamos conciencia de la realidad trágica de La Muerte.


Y cada uno de nosotros –cristianos- debemos aceptar la muerte como Jesucristo la aceptó. Sin rencor. Con Esperanza.

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