"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Las barbas del vecino


Mi vecino es una buena persona. Es un ser aparentemente tranquilo y educado que da los buenos días con una sonrisa y las buenas tardes con otra sonrisa agradable. Mi vecino tiene barba. Desde hace años que llegó a nuestra comunidad luce una abundante y larga barba bíblica canosa o entreverada de tonos grises que aunque parece crecer libre y salvaje se nota que esta limpia y cuidada con esmero. Yo creo que mi vecino está orgulloso de su barba y por eso la acaricia con suavidad de vez en cuando. En realidad es una barba unida a un bigote que define una cara simpática y curiosa y que se lleva bien con el gesto distraído y franco de mi vecino.

Mi vecino es funcionario y debe tener un trabajo cómodo pues durante muchos años lo vemos a media mañana llegar con su bicicleta pedaleando tan tranquilamente, con su mochila de trabajo a cuestas y al rato baja a tomar unas cañas al bar de enfrente donde charla con otros compañeros de la Consejería cercana que se acercan a verle y luego vuelven al trabajo. Tiene especial cuidado con la espuma de cerveza y con la salsa de las cabrillas para que no impregnen su barba de colores y olores desagradables. Antes de las tres da por terminada su audiencia y se recoge feliz y contento con varios periódicos del día bajo el brazo. Si sale otra vez es por la tarde para pasear al perro, un perro de aguas con cara de inteligente que es muy dócil con los niños y no da problema alguno. Mientras pasea al anochecer lo observo fumarse un cigarrillo liado que huele a paz y amor.

Aunque vive solo con su perro de aguas a veces vienen sus hijos a visitarlo, dos jóvenes adolescentes varón y hembra, muy modernos, que creo que son mellizos. Tienen cada uno una moto último modelo y ropa guay.

Mi vecino tiene una novia muy joven y guapa con la que hace planes los fines de semana. Creo que es brasileña pues habla portugués. A veces los veo salir con maletas y equipaje y tardan una semana en volver.

El otro día ojeaba yo la prensa en internet y unas barbas me llamaron la atención. Eran las barbas de mi vecino. Allí estaba él, saliendo del Juzgado acompañado de su abogado, según contaba la noticia. Su barba era la misma pero su cara había cambiado: expresión dura y enfadada, gesto de desprecio, ira contenida.

Me interesé por el caso y tiré de hemerotecas. Al parecer mi vecino pertenece a un partido político importante desde hace mucho tiempo. Es maestro y funcionario interino pero con un cargo en un sindicato obrero, por lo que esta rebajado o liberado de sus funciones o algo parecido desde hace años.

Mi vecino se ha visto investigado por varios casos de malversación de fondos públicos y ha sido beneficiario de no se que tipo de subvenciones de despidos o ayudas a empresas que tenían que cerrar y el aparecía como trabajador de una de ellas allá por la sierra norte de Sevilla. No sabía yo que estuviera pluriempleado. También se le nombra en un caso curioso de unos colegas amigos del sindicato que salieron a celebrar no se qué y se les fue la mano en un puticlú donde se gastaron unos quince mil euros que pagaron con la tarjeta de una federación o algo a sí sometida a control público.

El otro día me lo encontré al salir del ascensor y no lo reconocí. La delgadez y palidez de su cara me sorprendió. No me dio los buenos días.

Olía after shave.

Publicado en ABC de Sevilla

miércoles, 15 de agosto de 2018

La Ancianidad


Mi Hermana Lourdes escribe:

He estado ojeando a vuelapluma la media de edad de vida en la historia aún breve del hombre en esta roca tan bella que da vueltas al sol.
Durante el largo periodo prehistórico aumentan los años a medida que el homo sapiens evoluciona en sus conocimientos y en sus recursos, aunque no varía de unos primitivos 20 a 25 de media en la época de las glaciaciones a 30-35 años en las distintas etapas o eras, piedra tallada y pinturas, organización social y agricultura, metales y cerámica y así hasta la baja edad media donde la media de vida sube otros diez años, de 40 a 45.
A partir del renacimiento son otros diez llegando en la época del descubrimiento a ser ya de 50 años, todo un record para unos mamíferos tan vulnerables y sobretodo tan alocados y enfrentados unos con otros.
Por supuesto en todas estas divisiones de edades hubo quien vivió más y menos, hablamos de estadística, esa cuestión tan fría y tan certera.
En la era moderna, los siglos diecinueve y veinte, la media de vida llegó a 70 años, a pesar de la repetitiva historia humana, guerras sangrientas, enfermedades y desigualdades.
A finales del siglo veinte y principios de veintiuno que es desde donde escribo este 15 de agosto por la mañana día de Las Advocaciones Marianas, la media de vida es de ochenta años, aunque seguimos con guerras que más que de espadas son de palabras, hay lenguas en los medios y en las redes más peligrosas por el odio que destilan que un batallón de mercenarios.
Ochenta años de media de vida es todo un avance, se han erradicado muchísimas enfermedades, otras tienen cura o alargan la vida con tratamientos duros pero efectivos, a veces no, como viene ocurriendo desde siempre pero la investigación que es el arma y el alma del avance, sigue su trabajo a duras penas.
Hoy día hay accidentes de coches, aviones y barcos porque no paramos de movernos en una locura frenética muy por encima de algún invento que remedie tantas desgracias mecánicas todavía muy imperfectas y de eso no somos conscientes.
Pero vivimos más, hay muchísimos ancianos y ancianas en este mundo agitado y sin un respiro. La ancianidad es una etapa de la vida a la que se debe llegar, si, por que aunque es dura, muy dura, es una culminación de la vida, un triunfo de la biología y de la ciencia, una suerte y un bien vivir que ayuda mucho. La principal característica de la vejez y de la que nadie en esa edad se puede librar es la soledad. Todavía ese tema no está resuelto, ni por la sociedad que no nos permite ayudar a nuestros mayores como querríamos en un mundo tan ocupado y tan veloz, ni por ell@s mismos en un ejercicio descomunal de aceptar a la soledad como compañera de vida, de los últimos momentos, de un ejercicio durísimo de introspección, revisión de vida y lucidez serena para quien todavía mantenga la capacidad de los recuerdos.
Las facultades mermadas no convierten a un anciano en un atontao, si lo lleva bien puede ser un pozo de sabiduría, un universo de sensibilidad, unos ojos acuosos y de mirada profunda que cuando te sumerges en ellos te parten el alma y el corazón.

En el día de hoy dedicado a mi madre a la que amo con toda mi alma y a mi suegra casi centenaria. -


miércoles, 1 de agosto de 2018

Veraneo julio 2018


Ya se acaba julio de este 2018. Julio atípico y fresco como el aire del norte de la mañana y el poniente de la tarde. Noches veraniegas de descanso plácido, incluso con sábana en la ciudad y de rebecas en las playas.

Yo he estado trabajando en Sevilla de lunes a jueves y de jueves por la tarde a lunes temprano descansando en El Rompido. Han sido días deliciosos tanto en una Sevilla sin calores como en una playa con frio para lo que estamos acostumbrados.

Mi veraneo este año se presenta de fábula. Vivo sin vivir en mi con mis hijos y con mis nietas en un chalet precioso. Una obra de arte del arquitecto Joaquín Díaz Langa que me he permitido arrendar los meses de verano con mi hija Ana y mi “compadre” David (and family) y mi hijo Celso y Paloma, para disfrutar todos juntos estos dos meses de canícula entre pinos piñoneros y marismas de la ría, entre dunas y mar abierto, oliendo a piña y marabuja por el norte y a caño y retama por el sur. Mis olores ancestrales.

Si ya es un lujo poder compartir mi verano con mis hijos, convivir con mis tres nietas Celsa (7), Leonor (5) y Ana (3) es un regalo de Dios cada día. No paran de preguntar y de descubrir tesoros.

Ya conocen a los barriletes cuadrados con sus bocas como violines dorados o plateados según el resol, a las cangrejas redondas que se confunden con el barro del fondo de los caños, a las algas de colores arcoíris, a los bandos de peces de la orilla siempre inalcanzables, conocen a los escarabajos negros y solitarios que deambulan por las dunas en busca de no se sabe qué, a las gaviotas enteradas que nos miran con misericordia, a los charranes que nos confunden con sus vuelos y se tiran de cabeza para alegrarnos el día, a las tempraneras urracas ladronas que se enseñorean en el jardín buscando joyas…

Son muy marineras y cuando salimos en el Huevofrito a navegar da gusto verlas marinear con sus chalecos salvavidas naranja maniobrando con las defensas y gateando por la cubierta hasta sentarse en la proa bien aferradas a la borda y disfrutando del paseo hasta llegar a la Punta de la Barra donde salen corriendo a bañarse en las mejores playas que ustedes puedan imaginarse. Por supuesto nadan como delfines, pero yo nos les quito el ojo de encima.

Por las tardes antes de la puesta de sol me siento (cosa rara en mi) a mirar el contraste alucinante entre el verde de la marisma y el azul del agua que rellena los caños de delante de mi casa. Al fondo se dibuja la antigua Almadraba atunera abandonada a su suerte por desidia de los políticos mojoneros. Plata en el agua de la ría. Oro en poniente. Plomo por levante.

Comienzan mis vacaciones.