1975 fue un año que me gusta recordar. Estudiaba COU en el Instituto Martinez
Montañes y las notas eran buenas. Tenia muy buenas amigas, una pandilla de
amigos extraordinaria y para colmo de felicidad a primeros de año me apunté en
la Autoescuela Ramos, a unos pasos de mi casa, para examinarme del carnet de
conducir. Yo sabía conducir perfectamente desde los 14 o 15 años, que era la
edad en la que mi padre me enseño a conducir por todos los carriles que
cogíamos cuando íbamos de cacería. De manera que mi padre me pagó la matricula
y las tasas del examen –trece mil pesetas- y creo que di varias clases teóricas
y tres clases de practicas en el descampado del campo de el Sevilla FC. Aprobé
sin problemas tanto el carnet de coche como el de motos.
Ya podía conducir oficialmente el Seat 800 (un 600
de cuatro puertas) que mi padre hacía la vista gorda cada vez que lo cogía para
salir. El coche entonces era fundamental para ser todo un hombrecito, las niñas
preferían salir con quien tuviera coche, aunque fuera un trasto viejo y
destartalado como el mío… pero para mi era el coche mas bonito de Sevilla, con
su pintura azul marino, sus asientos de plastico, el volante de baquelita, los
cristales rotos… que avío mas bueno me dio…
Seat 800
Por aquellos tiempos disfrutábamos mucho conduciendo
y haciendo viajes los fines de semana a cualquier sitio: a El Rompido, a
Chipiona, etc, pero cuando llegó la Semana Santa y coincidiendo que varios de
la pandilla jugaban en el equipo de futbol del Portaceli y tenían que jugar un
campeonato en Granada, decidimos fletar un Dyane 6, prestado por mi padre, y
marcharnos a Granada con el equipo de fútbol.
Citroen Dyane 6
Salimos de Sevilla a las doce del mediodía, Antonio
Ruiz Cabezas, Diego Villalonga, Jose Miguel Blanco, no recuerdo si Raimundo
Blanco (Mundi), y yo al volante. Era la primera vez que me atrevía con un viaje
tan largo. Entonces Granada estaba lejísimos por una carretera nacional llena
de cuestas de curvas y de camiones… pero la euforia del viaje compensaba todo
eso y mucho más.
Cinco personas a bordo, con sus maletas
correspondientes, la radio a toda pastilla y cuatro o cinco días por delante. Por supuesto que nada mas salir de
Sevilla paramos en la primera Venta que vimos a tomar una cuantas cervezas… y
en la segunda y en la tercera… (Si, si.. ya se que eso no esta nada bien… pero
entonces no teníamos la responsabilidad suficiente, ni estaba prohibido, creo…)
Jugaba un partido de Copa de Europa el Real Madrid y
lo escuchábamos por la radio. Cada vez que marcaba un gol lo celebrábamos
parando en una Venta y tomando un cubata. Y el Madrid ganó por cinco o seis a
cero.
Bueno pues la cosa es que se nos hizo de noche y
empezó a llover a cantaros. Yo conducía lo mas cuidadosamente que podía y mi
copiloto Antonio “El Gorila”, manejagaba el mando de las luces cortas y largas.
Entrábamos en Granada sobre las diez de la noche. Teníamos reserva en el Hotel
Maciá sito en la Plaza Nueva granadina, que era donde se quedaba el equipo de
futbol. No teníamos ni idea de cómo llegar. Al entrar en Granada llovía
bastante. Al final de una avenida un semáforo en verde, pero con un guardia
urbano con su impermeable blanco y su casco blanco, su mano en alto señalando
que nos detuviéramos. Unos me decían que acelerara, otros que parara, y yo con
el guardia encima pegué un frenazo de categoría con la mala suerte que el Dyane
6 derrapó y me lleve al acojonado agente por delante con la aleta delantera
derecha. El hombre se levantó como pudo y nosotros solo sabíamos pedirle
perdón, que si el semáforo verde, que si el agua, que si la noche…
Por supuesto
me pidió el carnet de conducir y los papeles del coche y me recetó una buena
multa. Para colmo a la hora de marcharnos con los nervios le preguntamos que si
nos podía decir como llegar a la calle Sierpes… que por error confundimos con la
Plaza Nueva… y el hombre se pensó que nos estabámos riendo de el y nos quería
poner otra multa por desacato a la autoridad… Al final llegamos al Hotel cerca
de las once de la noche.
Granada en aquellos días era un paraiso de
estudiantes todo el día en la calle celebrando algo, los bares abarrotados, las
discotecas a tope… pasamos unos dias gloriosos. Yo no vi ni un solo partido de
fútbol.
Un día decidimos conocer el Sacromonte, sus tablaos
y el ambiente de las tabernas. Subimos en el Dyane 6 y aparcamos en una
placita. Yo no se si es que nos dieron vino peleón o lo que fuera, pero creo que
metimos la pata en un tugurio poco recomendable para cuatro mocosos como
nosotros que queríamos darnolas de listos y de pronto dos o tres gitanos con
muy mala cara se cabrearon. Yo fui el primero que empecé a correr como un
poseso buscando la plazita y el coche. No sé ni como llegué y abrí la puerta y
nos metimos al salto y arrancamos cuando ya teníamos a cuatro o cinco gitanos
encima dandole patadas y palos al coche. Solo puedo decir que de el miedo que
tenía al cambiar de marcha de segunda a fondo a tercera me quedé con la palanca
de cambios en la mano… menos mal que era cuesta abajo y no paramos (en tercera)
hasta llegar al hotel.
Otro día fuimos a ver la Alhambra y allí nos ocurrió
una de las cosas mas increíbles que me han pasado nunca. Y gracias a Dios que
tengo testigos. Resulta que nuestra pandilla de Sevilla éramos muy aficionado a
las excursiones de niñas que en estas fechas llegaban de muchos colegios de
toda España. Teníamos un convenio con un par de discotecas para llevar a los
grupos enteros a bailar y nosotros a cambio no pagábamos las copas… la verdad
es que se ligaba una barbaridad. El año anterior tuvimos muchísima suerte con
un grupo de niñas de un internado de La Seo de Urgel que eran verdaderamente cariñosas
y estuvimos con ellas varios días inolvidables.
Bueno, pues en la cola para las entradas de La
Alhambra vemos a un grupo de guapas mozas muy catalanas ellas y ¡sorpresa!...
la monja era la misma que la del Colegio de la Seo de Urgel. Me acerco muy
educado y les pregunto que si son del internado tal y cual…
-Si.
-Veras –les digo- es que nosotros somos de Sevilla y
el año pasado estuvimos con vuestras compañeras Fulanita y Menganita…
-¿De Sevilla?
- Si de Sevilla, es que estamos pasando unos días
aquí por que…
- No conoceras a Celso… ¿no?
- ¿A Celso? –palido- ¿Por qué…?
- Es que tenemos una carta para el y para sus
amigos…
Por supuesto que tuve que sacar el DNI y demostrar
que yo era el Celso que buscaban. La carta era una preciosa carta de
“recomendación” para que nos hiciéramos cargo de un grupito de cinco o seis
bellezas con muchas ganas de baile, copas y besos…
Y vaya si lo hicimos…
Continuaré... con 1975.
Y cuando dice que se suicidó su Angel de la Guarda?
ResponderEliminarY cuando dice que se suicidó su Angel de la Guarda?
ResponderEliminarQuerida P. Fuertes, ese es un tema que me preocupa mucho. Tengo sospechas de que, aunque los Angeles no envejecen, el que me ha tocado tuvo un precoz encanecimiento capilar y su faz se arrugó como una nuez desde temprana mi edad...
ResponderEliminarY le aseguro que estas anécdotas son solo el inicio de una serie de situaciones rocambolescas y peligrosas, que ya les contaré... pero bueno, aqui seguimos, al pie del cañón... ya cada vez mas oxidado...
Y espero que mi Angel de la Guarda me haya perdonando todas las fechorías en las que tuvo que amparame y salvarme tanto de noche, como de día..